Capítulo III

710 61 0
                                    

Un recuerdo vino hacia mi mente mientras el monstruo cargaba contra mi:

yo iba a cumplir 8 años, mi madre y yo fuimos a pasear a la playa y ella me dio el anillo como regalo adelantado de cumpleaños.

-Antha, cariño. Esto es para ti, cuídalo bien y mantenlo siempre cerca de ti. Te protegerá.- me dijo con voz suave y dulce. Como siempre lo hacia cuando me decía algo importante.

Yo había tomado el anillo con fascinación al mismo tiempo que le preguntaba

-¿Como me va a defender mami? Es solo un anillo.-

Ella río, encantada con mi deducción.

-Ya lo sabrás, cariño. Ya lo sabrás. Fue hecho especialmente para ti.- Me respondió.

Claro que en ese momento no habría crecido la espada en mi mano. Eso sucedió un par de años más tarde.

Había algo más que me había revelado mi madre ese día.

-Tienes por herencia mía una habilidad que te enseñaré a controlar cariño. Tus poderes son mas fuertes y más peligrosos comparados con otros que son como nosotras, y con lo que esconde este anillo, los podrás utilizar en tu defensa. Esta forjado especialmente para tus poderes cariño.- en ese momento no había entendido lo que había querido decir con "poderes", hasta dos años después. Hacia cinco años que ella me había ayudado a controlar sus poderes que yo tenía por herencia y mis propios poderes.

Pensé en todo eso mientras me agazapaba para saltar a un lado mientras la criatura corría hacia mi con furia.

Salte hacia un costado mientras pensaba en ese poder, y le clave la espada en el lomo. Sentí una familiar sensación de gélida y un cosquilleo en las palmas de mis manos, la hoja de la espada adquirió un color transparente y brillante, casi cegador, y acto seguido la criatura se congelo.

Retire la espada y caí de rodillas. Me sentía mareada, por las heridas, los golpes que tenía y por lo que acababa de hacer. Mis poderes me quitaban demasiada energía. El poder que había heredado de mi madre a veces estaba fuera de control y otras (como en esta ocasión) lo podía controlar, pero de igual manera me quitaban una gran parte de mi fuerza.

Me levante apoyándome en la espada para terminar con la horrorosa criatura. Me acerque a su cabeza, levante la espada y la decapite. La figura entera junto con el hielo se disolvió en polvo.

Me arrastre hasta donde se había caído mi mochila con mis cosas. Necesitaba urgentemente el agua. Destape la botella y bebí un trago. Al instante me sentí más alerta, mi visión era completamente normal y ya no me sentía entumecida. Derrame el liquido por mi pecho y las heridas que me había hecho la criatura comenzaron a cerrarse. Eso me hizo sentir mucho mejor.

Tenía este conocimiento, de que el agua me sanaba, desde que tenía uso de razón. Mi madre lo sabia, por lo cual yo jamás he pisado un hospital en toda mi vida.

Ese poder venia de mi padre. Según la loba Lupa, era un antiguo Dios romano. Mi madre me había dicho su nombre hace mucho, y también el nombre del padre de ella, mi abuelo. Por alguna razón el nombre de mi supuesto abuelo es el que recuerdo.

Aquilón... (Bóreas en su forma griega)

Tal vez lo recuerdo por que sus demás hijos nos habían estado siguiendo durante meses para asesinarnos a ambas...

De golpe regrese a la realidad. El Pegaso.

-.¿dónde estás?- le pregunte mentalmente.

-dese prisa, derecho. ¡Acuh! Siga derecho.

De las heridas que me había ganado hoy, había olvidado que el Pegaso también estaba herido. A decir verdad había olvidado la razón por la cual había luchado con esa cosa. Me levante, aún tambaleante y camine lo más rápido que pude para encontrarme a un Pegaso ensangrentado y agonizante. No fue difícil encontrarlo ya que estaba gimiendo y respirando a duras penas.

Oh Demonios..

Las garras de la criatura le habían rasgado todo el costado izquierdo y una parte del hocico. Gimoteaba lastimosamente y temblaba.

-te curaré, tranquilo. Quédate quieto.

Por un momento me quede pasmada ante el aspecto que tenía, era tan triste, y me recordaba a cuando ella murió... Concéntrate...

Abrí la botella de agua, puse una mano en su cabeza y con la otra vertí el liquido en el hocico, el agua lo empezó a curar de allí y se fue extendiendo lentamente a todas las heridas las cuales comenzaron a dejar de sangrar y empezaron a cerrarse. Simplemente pensaba "curalo".

-oh.. Oh.. Eso se siente bien...- me dijo mentalmente. Señal de que funcionaba.

-Eso, quédate quieto..- le respondí, mientras me empezaba a marear otra vez. El agua solo me daba un chispazo de energía, pero no sustituía el descanso que debía tomar para realmente curarme.

Retire las manos y vi que la herida ya comenzaba a cicatrizar. Baje la vista a mi pecho y lo único que quedaba eran tres líneas rojas que empezaban a desvanecerse. Esas eran buenas noticias. Lo malo era que tanto el Pegaso como yo necesitábamos descansar y este no era precisamente el lugar para hacerlo, estábamos demasiado expuestos.

-¿Te puedes levantar? No creo que puedas volar, pero necesitamos movernos, no podemos quedarnos aquí.

-¿movernos? ¿Y a donde iremos? No hay ningún lugar seguro por aquí, al menos no por tierra.- Me respondió. Hasta su voz mental sonaba mejor.

-hay un lugar, no sé exactamente donde esta, pero esta cerca. Lo puedo sentir. Allí estaremos a salvo y te podrás recuperar del todo.- O al menos eso esperaba yo.

Di una hojeada a mi alrededor y vi los túneles de la carretera, uno para cada sentido. Pero enésima de ellos había una pared de cemento como si fuera un túnel de mantenimiento. Ese túnel.. Mis sentidos se embotaron y sentí que debía dirigirme hacia allí. Solo tenía un pequeño problema. ¿Como iba a dirigirme hacia la carretera con un Pegaso gigante color gris?

Mi madre me había dicho que había un tipo de magia, un velo, que cubría la vista de los mortales, de personas que no eran como nosotras. Pero ¿eso incluía un enorme Pegaso herido? No tenía opción.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora