Capítulo XVIII

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A lo lejos sonó un cuerno y todos en las mesas se pusieron de pie para tomar nuevamente sus espadas, sus armaduras y sus estandartes. El entusiasmo por los juegos bélicos se podía percibir en el aire.
-¡Comienzan los juegos!- gritó Frank.
-Ven conmigo.- Mer me tomó del brazo mientras caminábamos.- Te ayudaré a ponerte la armadura.-
En las paredes estaban colgados los equipos y tenía que elegir uno, pero ¡Maldita sea! Todos eran enormes y yo era demasiado pequeña y demasiado delgada.
Algunas de las corazas eran de oro, otras más de bronce. Las observe detenidamente entre el gentío hasta que algo pequeño y plateado llamo mi atención. Era bellísima.
Tanto la coraza como el yelmo tenían un grabado como si fuesen escamas, y eran tan pequeños que fácilmente me ajustarían al cuerpo.
-¿Puedo usar esta de aquí?- le pregunté a Mer mientras me acercaba a la armadura.
-Buena elección Ann. Es bastante ligera, aunque no es tan gruesa como las demás, pero no creo que eso sea un problema.- mientras hablaba, tomó la armadura y me la pasó por un costado y ajustaba las correas.
Me quedaba a la perfección.
Tome mi cabello para amarrarlo en una trenza y le pregunté
-¿Sabes de qué metal está hecha?-
-Honestamente no lo sé, pero por el color debería ser oro imperial blanco. Algo oxidado pero extremadamente raro.-
Oro imperial blanco.... Instintivamente voltee mi mirada hacia mi mano, contemplando mi anillo.
-¿Lista para la batalla?-
Sonreí.
Claro que lo estaba.
Me condujeron hasta los campos de Marte. Una vez que salimos del campamento, la Cuarta Cohorte formó en dos filas detrás de sus centuriones: Cotta y Merrick. Marchamos al norte, bordeando la ciudad, hacia la parte más larga y lisa del valle.
La tierra estaba poblada de cráteres de explosiones y deformada con trincheras. En el norte del campo se levantaba una diana. Había una fortaleza de piedra con torres de vigilancia, ballestas de escorpión y sin duda, otras sorpresas para que los agresores no la traspasaran.
Entramos en ella junto con otra de las cohortes que debía ser la tercera. Y otras cuantas personas. Una vez ahí, en medio de todo estaba otra fortaleza de menor tamaño y con una pequeña puerta.
Cotta y Mer se reunieron con Reyna, Frank y los demás que debían ser centuriones.
-Es hora de que saques tus armas, niñita.- La voz de Erick me sobresaltó.
Me reí. Odiaba admitir que me aliviaba verlo.
-Menos mal que tienes tus sentidos alerta. Los vas a necesitar en las próximas horas...- me dijo mientras tomaba el yelmo de mis manos y lo colocaba en mi cabeza.- Te queda bien la armadura. Pero te hace falta algo.-
Tomó una daga dorada de su cinturón de cuero y me la tendió.
-Treinta centímetros de oro imperial, por si llegas a perder tu espada en batalla.- me sonrió. Tomé la daga con mi mano izquierda, pesándola.
-¿Y tú? ¿Qué vas a usar?- enderezó su espalda y desenvaino dos gladius igualmente de oro imperial con doble filo.
-Yo, mi pequeña aprendiz soy un dimachaeri.- ladee mi cabeza confundida pero cuando iba a preguntarle qué significaba eso, Cotta y Mer se acercaron con todos los demás de la cuarta y tercera cohorte.
-Muy bien chicos, Daniel, Rada y Wyatt junto con Emily y Emma de la tercera cohorte irán a interceptar los estandartes de los otros. Julian, los respaldaras junto con Luigi y Aitana.- Nos dijo Cotta.
-Arqueros, a las torres de vigilancia. Tengan sus flechas especiales listas. Nadie debe atravesar el fuerte.- dijo una chica rubia. Supuse que ella debía ser la centurión de la tercera cohorte.
-Nicolás, Jude, Chester, Tessa, estarán en el perímetro junto con Amanda, Zaida, Marc y Dian. Hagan lo que sea para mantenerlos fuera. Los arqueros los respaldarán.- Dijo Merrick.

El chico de cabello negro que estaba a lado de la rubia miro a Erick que estaba a mi lado.

-Erick, tu y la chica Mercer se quedarán con Imma y Cotta protegiendo los estandartes, mientras que Mer y yo ayudaremos en donde se necesiten refuerzos.-

-Todos los demás son elemento sorpresa si llegan a atravesar el fuerte.Dispersense en todo el campo y  traten de que no los maten por favor, eso nos retrasaría.- Dijo la chica -centurión- llamada Imma.

-¡Ya oyeron chicos! ¡A sus lugares, no abandonen sus puestos! ¡Y si toman la bandera hagan lo que sea para recuperarla!- Gritó con entusiasmo Merrick.

A nuestras espaldas Reyna y Frank montaron sus pegasos y emprendieron el vuelo.

Los juegos acababan de comenzar y yo no tenía ni idea de que debía de hacer.

Erick se puso nuevamente a mi lado y me llevó hasta las puertas del "mini fuerte" dentro del fuerte.

-Dimachaeri es el nombre que recibimos los que peleamos con dos gladius.- me dijo al oído.

¡Aaaahhhh!.... yo preguntándome qué significaba y bueno, la respuesta eran las dos gladius que el balanceaba tan cómodamente a sus costados.

-Tienes que darme unas clases, debe ser genial pelear con dos espadas...- Le dije a modo de respuesta.

-Cuando gustes claro, pero por mientras, deberias de desenvainar la tuya. Nunca sabes cuando van a atravesar esos muros, créeme.-

El "nunca sabes" tardó alrededor de un hora. Desde donde estábamos, solo podía divisar a los arqueros en acción y los gritos de batalla. Para cuando lograron atravesar el fuerte Erick ya me había preparado mentalmente para lo que venía.

Un grupo de seis personas entraron por la puerta, después de derribarla y los arqueros estaban demasiado ocupados con los objetivos que aún estaban tras los muros. Erick a mi lado se tenso y alzó las gladius. Se veía realmente intimidante. Yo también alcé mi gladius mientras se aproximaban y tomé una fuerte bocanada de aire. Éramos cuatro contra seis, no iba a ser nada agradable.

Una chica con rasgos asiáticos se aproximó hacia mí y nuestras espadas se encontraron. No pensé, simplemente ataque.

La chica se llevó una sorpresa al ver que le contestaba con tanta ferocidad como la de ella. Su mirada pasó de estar llena de burla, a estar llena de sorpresa y quizás un poco de miedo. Su gladius rasgo mi bicep y yo grité llena de euforia. La presione tanto que sin pensarlo había mandado a volar su espada y la tenia acorralada contra la pared.

Sus ojos negros brillaban de enojo. Su codo entró en contacto con mi mandíbula y solté mi espada. Me aparto a un costado de un empujón tirandome al piso. Observe rápidamente a mi alrededor y me di cuenta de que todos estaban ocupados. Erick peleaba con dos personas, Imma iba ganando con el chico grandote, cosa que me sorprendía y no podía ver a cotta.

Cuando volví la mirada vi que la chica asiática y otra forcejeaban con la puerta para poder abrirla. Me senté como pude aunque la cabeza me daba vueltas. No iba a dejar que ganaran en mi primer juego.

En cuanto pudieron derribar la puerta solté un grito e hice exactamente lo que no debía hacer. El suelo crujió debajo de sus pies y mientras mi piel se tornaba mas palida de lo usual, todo el cuarto interior donde estaban los estandartes se congeló dejando a las chicas de pie con expresiones de incredulidad en su cara.

Algo en sus costados llamó mi atención. Eran sus estandartes amarrados entre las correas de sus armaduras. Me paré de un salto, no sin marearme, y con una mano forme una mano de agua para soltar un estandarte y con la otra me acerque a una de las chicas para soltar el otro. Las dos estaban bastante distraídas golpeando el hielo con sus dagas, Aparentemente no les importaba que había causado que la habitación estuviera congelada, ellas solo querían nuestros estandartes pero nosotros ya teníamos los suyos. No se dieron cuenta de nada hasta que Cotta me puso a su lado sosteniendo el un estandarte y yo los otros dos.

Hija de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora