El hombre con paraguas y el niño con el parche en el ojo

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Los días pasaban y la relación entre Sherlock y Anna no mejoraba, sin embargo, John había reconocido en la cara de todos que al menos había una gran mejora: ya no se querían matar. Lestrade reclamó que ese aspecto deberían de agradecérselo a él, ya que, gracias a que Anna contaba con una mente idéntica a la de Holmes pero con un mejor carácter, Sherlock ya no tenía que trabajar con ella, y así, ya no había oportunidad para que alguno de los dos planeara algún atentado.

Un buen domingo, Anna salió, como todos los días a correr. Su rutina era bastante organizada: de 6 a 8 salía a hacer ejercicio, después de ducharse, de 9 a 9: 30 peleaba con Sherlock por el último waffle, huevo con tocino, o hot cake que la señora Hudson hubiese hecho para el desayuno. Y a partir de las 10 trabajaba en los casos que Lestrade le asignara. Todos los días era lo mismo.

Esa mañana, durante su carrera de vuelta a casa, un carro con los vidrios blindados se emparejó en su camino y comenzó a seguirla, como toda agente desconfió y quiso perder al automóvil, sin embargo la puerta de atrás se abrió y una muchacha que apenas levantó la vista para dedicarle una sonrisa y luego la bajó para mantenerla en su Smartphone, sin dejar de teclear.

─Señorita Daniels, me llamo Anthea.

─ ¿Y...?

─Mi jefe le espera.

─ ¿Tu jefe?

─Sí. Por favor, acompáñeme, será una breve charla.─ Anna le quería dar una cachetada a la mujer para que dejara su estúpido celular y le diera una explicación razonable. ¿Quién podía ser ese tal jefe del que hablaba? ¿Sería una trampa? ¿Y si eran sus enemigos de Estados Unidos?

─No pienso ir a ningún lado.

─Por favor, señorita Daniels, no le pasará nada. Es sólo una charla.─ Anna miró a un lado y a otro de la calle, estaba semi desierta, sólo algunos establecimientos apenas empezaban a abrir. Tragó y se aferró a su revólver que llevaba bajo la chamarra del pants. Siempre cargaba una pistola, siempre. Sintiéndose un poco segura con eso, aceptó el gesto que le hacía la chica frente a ella para que subiera al carro. Anthea subió a su lado y siguió escribiendo en su celular.

─ ¡¿Quieres guardar el teléfono, por favor?!─ estalló Anna. Anthea levantó la vista, miró a la detective y con todo el descaro negó.

─No. Es mi trabajo.─ dicho esto bajó la vista de nuevo y se sumió en su aparto. Anna bufó y se giró para mirar el camino, memorizó cada vuelta, cada bache, cada tope, cada peatón, su cabeza dolía una vez que se estacionaron fuera de una fábrica abandonada. Habían atravesado casi la ciudad entera. Se quejó de su falta de razón, era obvio, quizá moriría ahí dentro y ni quién supiera de dónde iba a parar su cuerpo. Anthea bajó del auto y Anna la siguió. La chica vestida como cajera de banco, pero con ropa mucho más cara y tacones altos, avanzó fábrica adentro. Anna seguía apretando su pistola dispuesta a defenderse y según ella "morir peleando si era necesario".

En una sala con paredes frías y sucias, resaltaba un hombre vestido como un muñequito de pastel de bodas: coordinado marrón con moño rojo y camisa blanca, zapatos lustrados y una posición de maniquí, recargado en un paraguas café con mango de roble. Anna se esperaba a un mafioso, un psicópata, no a eso. La detective frunció el ceño apenas llegaron frente a él, Anthea se retiró a un lado y siguió con la mirada en el móvil.

─ ¿Quién es usted?─ inquirió en un tono seco la detective apenas estuvo a unos dos metros de distancia del extraño. Aquél sonrió. Anna inició su escaneo automático: 42 años, trabaja para el gobierno, adinerado, demasiado adinerado, le encantan los postres... y la comida en general. Sobre peso, ejercicio: nulo...

Rivales [Fanfic de Sherlock BBC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora