El caso de los Cuatro Puntos Cardinales (IV): Caso cerrado

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¡ENAMORADO! Definitivamente era una palabra que no estaba en el léxico de Sherlock. Y ahora la tenía clavada en lo más profundo de su cabeza. Esa noche no pudo dormir, amaneció sentado en su sofá en la misma posición que la que había tenido desde la llamada con John.

Anna se despertó y no encontró a Sherlock con ella. Sintió una punzada de dolor, pero pronto se recuperó al notar que los documentos ya se habían descargado completamente en la USB.

─ ¡Sherlock!─ la chica se sentó en la cama, desconectó la memoria de la laptop, el detective asomó la cabeza, contrariado. ─ ¿Qué tienes, Sherlock?

─ ¿Yo? ¿Por qué tendría algo? Eres idéntica a John, siempre ven cosas que no son ciertas. ¿Por qué tendría algo? ¿Eh? Si ves mis signos vitales notarás que estoy tranquilo, ¡normal! ¡Yo no tengo nada!

─ ¡Cálmate!─ gritó la chica con el ceño fruncido, Sherlock cerró la boca y desvió la mirada. ─Está bien, ya no me vuelvo a preocupar por ti. Los documentos ya están en la memoria. Para estas horas ya se habrán dado cuenta de que hackeamos su cuenta, así que desapareceré en lo más posible todo rastro de nosotros.

─Ok. Llamaré a Lestrade para que venga por la memoria.

─ ¿Por qué no se la llevas?

─Tengo flojera...

─De acuerdo... Llámale.─ Anna miró a Sherlock salir de su habitación airado y casi agradecido de no permanecer más tiempo ahí. ¿Qué le estaba pasando? Cogió el computador y comenzó su labor de borrar rastros. Sherlock volvió a los minutos, seguía nervioso y no la miraba a los ojos. La chica le frunció el ceño. ─ ¿Qué te pasa?

─ ¡YA TE DIJE QUE NO ME PASA NADA!

─A mí no me tomes por idiota, no lo soy...

─ ¿Ah no?─ Sherlock tuvo que esquivar la almohada que Anna le lanzó. ─Oye... Deja de agredirme...

─ ¿Por qué no me miras?

─ ¿Para qué te tengo que mirar? No tienes nada de diferente, siempre estás igual...─ Anna quiso reclamarle, pero en ese momento algo los sacó de contexto, abajo, se escuchó que un florero se había roto. Ambos detectives se tensaron. No escucharon nada más. Ambos pensaron lo mismo: <<señora Hudson>>.

─ ¿Sherlock?─ la voz de la casera sonaba temblorosa, asustada. Anna frunció el ceño, miró a Sherlock que sin decir una palabra miró hacia la sala.

─ ¿Señora Hudson?

─ ¿Puedes venir un momento, cariño?─ la señora Hudson estaba al borde del llanto.

─No está sola...─ susurró Anna.

─Elemental.─ replicó Sherlock. ─Mi arma está bajo la cama...─ dijo mirando a la chica que asintió sin decir nada más. Sin poder caminar era realmente inútil que ella intentara hacer algo. ─ ¡En un momento, señora Hudson!─ gritó el detective caminando hacia la sala. Ahí se encontró con un hombre de traje y lentes oscuros que estaba tras la señora Hudson, la que ya estaba pálida y con los ojos húmedos. Por la posición de los dos supo inmediatamente que el hombre apuntaba a la espalda de la casera con una pistola. Sherlock lo miró con atención.

─Oh, Sherlock...─ sollozó la señora Hudson.

─No llore, señora Hudson.─ dijo Sherlock con la voz más tranquila.

─ ¿En dónde está?─ habló el hombre con gafas. Sherlock hizo una deducción rápida: Sicario. Tragó con pesadez.

─ En dónde está, ¿qué?

Rivales [Fanfic de Sherlock BBC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora