Capítulo 7: Un poco de Paz

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Desperté luego de unas horas, aún seguía en el mismo lugar en el que quede inconsciente, me senté en el suelo e intente encontrar a Jennifer con la mirada. Aún estaba muy cansado para levantarme y ya había amanecido.

-Vaya... Ni siquiera te cubren con una manta para protegerte del frío cuando estás desmayado- dije mientras me ponía de pie. No había encontrado a Jenn, así que decidí salir a buscarla-.

Ya de pie mire al rededor pero aún así no la vi, lo único que vi fue los cuerpos quemados que habían muerto anoche. También estaba el cuerpo decapitado de el hombre de anoche, su cabeza estaba por un lado y mi espada seguía clavada, me acerqué a él y no pude evitar soltar una pequeña risa de satisfacción.
Me di la vuelta y camine por lo que antes era el mercado, todo estaba reducido a cenizas, avance por parte del pueblo mientras gritaba el nombre de Jennifer pero no hubo respuesta. Al llegar a la parte del pueblo que no había sido quemada por completo entre a varias casas buscándola pero, pasó lo mismo, sin respuesta.

-Quizá se fue, su mirada hacia mi era distinta anoche... -Suspire y me detuve para descansar un momento. No estaba en mi mejor condición física para caminar Balwind entero o, mejor dicho, lo que quedaba de Balwind-

Volví a caminar para seguir buscandola. Sentía un dolor inmenso en todo mi cuerpo. Creo que tenía algún que otro músculo desgarrado.
Luego de un rato caminando escuche algo proveniente de una de las pocas casas que quedaban intactas, si es que se puede decir así. Me puse tenso, camine despacio y con cuidado hasta adentro de la casa, podía ser algún ladrón o un sobreviviente de los Tantus y yo estaba en mi peor momento.
Subí las escaleras, creo que hubiese sido buena idea haber traído mi espada pero la deje, había una puerta semi abierta y yo me acerqué lo más despacio que pude. Conté hasta tres y entre lo más rápido que pude. Tomé a esa persona por el cuello para estrangularlo pero la solté al Instante.
Era Jennifer.

-Ahh... Lo siento, pensé que eras uno de los hombres de anoche o un bandido -me dejé caer sobre la pared para poder descansar- ¿Que hacías?

-Pues buscando algo para tus heridos, bastardo -estaba tosiendo por mi intento de "matarla" por decirlo de alguna manera- ¿Que haces tu aquí? Debiste haber esperado donde estabas.

-¿De verdad creiste que me quedaría sin hacer nada cuando no se donde está la joven por la que arriesgue mi vida? -Dije en tono irónico para burlarme de ella-.

-¡No pensé que podrías levantarte y caminar en ese estado! ¿Como iba a saberlo? Un humano normal no se podría ni mover o ya estaría muerto -estaba enojada y algo preocupada pero, más que nada, enojada-.

-Yo no soy un humano normal y lo sabes, o sea, viste lo que pasó anoche -me dejé caer en el suelo mientras seguía recostado en la pared- además, si tuviera que arrastrarme por todo lo que queda de este pueblo para encontrarte, lo hubiera hecho.

Su cara se puso totalmente roja, me volvió a mirar como antes de que todo lo de anoche sucediera y cuando pensé que me iba a gritar por el color de su cara, se dio la vuelta.

-Seguiré buscando, tu no te muevas- dijo mientras salía de la habitación. Aún estaba roja-.

-Bien.

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Luego de unas horas de cuidado de mis heridas, de conversaciones con Jennifer y sus innumerables preguntas sobre el poder de Aiotheos, estábamos de camino a Ymir. Jennifer no paraba de preguntarme cosas y entre tantas preguntas, había una que sobresalía por tantas veces que me la preguntó "¿Estas seguro de que estas bien?"
La verdad, seguía doliendome todo el cuerpo y las heridas ardían pero debíamos continuar. No quería volver a meterla en una situación como la de antes, pero tampoco tenía mucha opción, ella no me quería dejar hacer prácticamente nada.
Ella quería ser quien buscará la comida, quien hiciera guardia en las noches, etc. Ya estaba casi recuperado del todo y ya había pasado una semana desde lo que ocurrio en Balwind.

-¿Estas segura de que no quieres descansar un momento? Tienes ojeras por no dormir en varios días -dije con voz preocupada-.

-¡Si!- estaba medio dormida, cabeceaba de vez en cuando y caminaba despacio- vamos a descansar cuando anoches... -Se estaba quedando dormida-.

-¿Jenn?

-¡Cuando anochesca!- abrió los ojos de golpe. Yo me detuve y no pude evitar reír-.

-Descansaremos aquí, este sitio es un buen sitio para que duermas- seguía riendo por diversión al esfuerzo que ella hacía intentando permanecer despierta-.

-Gracias... -Se tumbó en el suelo, aún faltaban algunas horas para la noche y como no tenía reloj no se cuanto exactamente-.
Me senté en el suelo a apreciar el bello, aunque algo monótono, paisaje de la pequeña pradera en la que estábamos. Habíamos pasado el lago de Kurt hace unos días y nos faltaba mucho camino por recorrer hasta Ymir pero no habíamos perdido el tiempo.
Le enseñe a cazar para que pudiera buscar la comida, también a saber orientarse en cuanto a las direcciones cuando es de noche. Digamos que ya podría sobrevivir sola. Sin darme cuenta, al pensar todo lo que habíamos hecho en esta semana, me quede mirando su rostro mientras ella dormía.
Se veía tan tranquila al dormir, por un momento pensé en dormir junto a ella un rato pero un ruido de mi estomago me recordó que debía ir por comida. Bueno, sólo será cazar algún Yaira y cocinarlo. Así que me levante del suelo y tomé mi espada, que está ves si la tenía conmigo, y me fui a un bosque que había cerca a cazar.

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Ya había anochecido, Jenn aún dormía y yo estaba cocinando la carne de el pequeño Yaira que había conseguido. Si pudiera comparar los Yaira con algún animal... Sería con los siervos, sólo que estos son un poco más pequeños y tienen cuernos hacia atrás. Luego de comer, cubri a Jenn con una manta y me quede haciendo guardia hasta quedarme dormido.

La historia de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora