Capítulo 9: Sorpresa, sorpresa

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Hacia una bonita noche. Perfecta para sacar a un imbécil de la prisión.
Había caminado hasta el lado norte de Ymir y me había metido en un túnel de alcantarillado que había por debajo del Reino. Conectaba con la prisión, así que no me quejo. Al llegar a la salida, que estaba a unas calles de la prisión, salí sin problemas y corri hacía la prisión.

Como era de esperarse después de días observando, los guardias estaban dormidos. Pero no conozco lo que hay dentro, ya que, no se permitía visitar la prisión a menos que tengas dinero o seas un soldado. No había opción para mi.
Espere en un callejón cercano a que pasará el soldado que hacía guardia y entre a la prisión. No sin antes, obviamente, robar las llaves a uno de los "magníficos" guardias que estaban en la puerta.
La prisión era más grande de lo que creí por dentro, incluso habían pisos hacia abajo. Simplemente avance en silencio a una distancia algo alejada de las celdas, no queria inconvenientes, iba mirando de celda en celda los primeros tres pisos sin muchos problemas porque no habían guardias. Cosa bastante extraña.

-¿Andas perdido, niño? Porque si me sacas de aquí podría ayudarte.- se escuchó la voz de un hombre ya viejo. Ni siquiera le hice caso-.

Baje dos pisos más y tampoco había guardias. Estoy empezando a pensar que esto será mas fácil de lo que pense. Los pasillos eran oscuros, apenas se podía ver lo que tenías en frente por las antorchas, había mugre por todas partes, humedad y moho. Sin contar los comentarios de muchos de los que habían ahí: "Sacame de aquí y te ayudó" "¿Te perdiste?" y muchas risas. Al llegar al sexto piso hacia abajo empezaron a haber guardias, cosa que me sorprendio.

Como no tenía todo bien pensado, simplemente los mate. Fui por detrás mientras ellos hablaban de el preso de la última celda, no era Zam así que no me intereso y no preste atención, degolle a uno de los dos y antes de que el otro gritara por ayuda el sable de su compañero ya estaba atravesando su esternón. Seguí bajando y a cada piso los prisioneros ya eran más peculiares.

Algunos reían como desquiciados, otros marcaban las paredes indicando cuánto tiempo tenían ahí, otros hacían planes, otros inventaban sus propios juegos mentales, otros tenían planos de la prisión y otros simplemente se limitaban a mirar como yo pasaba mientras tenían en sus labios una sonrisa de burla. Décimo piso y cada vez habían más y más guardias de los que deshacerse. Cada vez era más oscuro y siniestro el lugar, costaba más avanzar y aún quedaban muchos pisos. Hasta que me cansé de buscar sin un punto de referencia o alguna pista, así que me acerqué a una de las celdas en las que estaban los que simplemente me veían pasar sin decir nada y simplemente se burlaban de mi indirectamente.

-Oye bastardo.- me acerque a la celda y me recoste de los barrotes con los brazos recargados en el acero de la puerta-.

-¿Que quieres? -Seguia con la sonrisa en sus labios, como si estuviera esperando a que le preguntara desde antes-.

-Zamson Dominico, ¿donde está? -Dije de forma cortante-.

El hombre se levantó de el suelo riéndose y marcando un día más en la pared con la sangre que salía de su dedo. Al parecer se cortaba el dedo cada día para marcarlo.

-Dominico ¿Eh?- el tono de diversión se hacía notar en su voz, no llegue a entender que era tan divertido para el-. Bueno, el está en el piso doce, celda 129. ¿Alguna otra duda? -Se sentó en la esquina donde estaba antes y volvió a mirarme con diversión-.

-Si, tengo una. ¿Que es tan divertido? ¿Tengo cara de ser algún bufón o algo? -Dije enojado. Quería saber que pasaba-.

-¿Acaso es necesario saberlo todo?- dijo el hombre con sarcasmo-, si así fuera la vida perdería sentido y emoción, todo sería aburrido- se acercó a los barrotes justo frente a mi-. Además, no hay nada mejor que las sorpresas.

Termino de decir eso y se fue de regreso a donde estaba antes riendo entre dientes. Ese hombre me producía escalofríos, se notaba que había algo que no quería contarme, que algo tramaba. Pero decidí restarle importancía y baje a al doceavo piso, justo a la celda 129.

-¿Zam? ¿Estas ahí? No veo una mierda -Dije pegado a los barrotes intentando ver, ya cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad de la celda. Había alguien tirado en el suelo-.

Me cansé de hablar y abrí la puerta de la celda, al entrar y acercarme al cuerpo que había lentamente. Al tocarlo estaba frío y cuando le di la vuelta, no era Zam sino un Guardia muerto y sin la armadura.

Salí corriendo por donde vine, empecé a subir escaleras y mientras corría se escuchaban las risas de todos aquellos que simplemente miraban y sonreían con diversión cuando cruzaba frente a sus celdas. Cuando iba a salir ya estaba rodeado. Magos, soldados, archimagos y magos caballeros. Los últimos eran magos que usaban espadas hechas de magia.

No tuve más remedio que entregarme, mientras iba bajando las escaleras los presos reían y al pasar por la celda de aquel hombre. Su risa, aunque no retumbaba como las otras, se escuchó en mis oídos más que las demás.

-Sorpresa, sorpresa. No todo sale como se tiene planeado.- dijo desde la misma esquina oscura donde estaba-.

-¿Quien eres?- dije mirándolo serio y deteniendome en ese lugar-.

-¿Que quien soy?- se acercó a los barrotes de su celda. Sonriendo sin preocupación-. No soy nadie, simplemente un preso más. Recuerda, no hay nada mejor que las sorpresas.- reía otra vez mientras volvía a la oscuridad de su celda-.

La historia de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora