21. Mi Pequeñito

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Llegamos al hospital y me paré a preguntarle a una mujer de la puerta.

-Buenas, tenemos cita con el Dr. Hurtado.

-¿Te llamas Taira?

-Si, soy yo.

-Si, el doctor le atenderá en un momento, sientese alli, que ahora mismo le llama.

-Muchas gracias.-Me sonrió de una manera simpática.

Me senté en la sala de espera entre Lorena y Manuel, hasta que el doctor nos llamara.

-¿Taira Alonso?

Manuel se levantó rápidamente y me tomó de la mano. Entramos a una sala y nos sentamos los tres.
El médico se puso a escribir en el ordenador.

-¿Alguna molestia ocasional?-Me preguntó.

-Ninguna.

-¿Dolor de estómago?

-No.

-¿Vomitos o mareos?

-Tampoco.

-¿Cambios de humor?

-Siempre. -Manuel contestó a esta pregunta por mí.

El médico de rió y me indicó que me tumbara en la camilla.

-Vamos a ver a la criatura.

Me tumbé y levante mi camiseta, dejando mi barriga descubierta.
El medico me echó el gel frío y empezó a buscar a mi bebé. Ahí estaba, una mancha blanca que se podían ver sus bracitos, sus piernas y su cabecita. Manuel lloraba y Lorena tenia los ojos vidriosos.

-¿El mío será también así?- Preguntó.

-Claro.- Respondió el doctor con una sonrisa amable. -¿Quieren saber el sexo?

Manuel asintió automáticamente, aunque yo dudé un poco también asenti. El médico buscó bien mientras Manuel y yo nos mirábamos fijamente, hasta que por fin lo vimos. O yo no lo entendía muy bien, o no podía verlo por las lágrimas.

-Enhorabuena, tendrán un varón.
Mis ojos se humedecieran aun más y Manuel estaba loco de contento, aunque Lorena bufó, parece que no le gustó mucho la idea de que sea un niño. De nuevo nos hizo un gesto el doctor para que nos sentáramos en una silla. Nos dijo que los cambios de humor eran normales y algún vomito a veces también. Ahora también tendría insomnio a veces. Me recetó unas pastillas, ya que me faltaba hierro y eso no era muy bueno para mí.
De camino a casa, pasamos por una farmacia para que Manuel comprara mis pastillas, y al supermercado a por algo para almorzar.

Llegué a casa e hize para comer macarrones, siempre me había encantado cocinar.

Era increíble la sensación que tenia, iba a tener un niño precioso, con los ojos de su padre. Encantador. Lo que tenia ganas era de comprarle ropa a mi pequeño, ahora que sabia que era un niño. Llamé a mi madre para decírselo.

-Mamá.

-Ai, Cariño ¿Que tal, como estas?

-Muy bien, fui hoy a la ecografía...

-¿Y que te han dicho?- Me interrumpió mi madre.

-El hierro...

-¿Nieta o nieto?- Volvió a interrumpir.

-Nieto.

Se escuchaba a mi madre llorar. Me despedí de ella y subí a mi cuarto a por dinero para comprarle cosas a mi pequeño. El carrito ya lo tenia, el que me regaló Lorena en color rojo. Faltaba la cuna, la ropa, los zapatos, la crema... En realidad, faltaba todo. Manuel y yo fuimos a ver cosas mientras que Lorena dormía en casa un rato.

Compramos solamente su ropa para salir del hospital: una camisita de cuadros, un pantalón vaquero y unos zapatos azules. Todo perfectamente pequeño y precioso.

Y volvimos a casa.

Cristián estaba llamando a la puerta, quizás buscando a Lorena.

-¿Que mierda haces aquí?-Pregunto Manuel apretando los puños.

-Ah, venga ya, amigo.

-¿Estas borracho?

-No..no.

-Fuera.

Manuel, al ver que no se iba, le dio un puñetazo y Cristián cayó al suelo. Confirmado, estaba borracho. Salió corriendo y se subió en un coche. Un Ford azul marino con un vollo en la puerta trasera. Subió en el asiento del copiloto, alguien lo esperaba, una mujer exactamente. Una chica de silueta... Familiar.

¿Quién podría ser? Ni idea.

A los pocos dias, fuimos al super mercado a comprar, como cada semana. Lorena iba con nosotros.
Cuando fuimos al aparcamiento a por el coche, no nos esperábamos llevarnos esta sorpresa. Allí estaba aparcado el Ford azul.

Sin Buscarte. © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora