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El timbre retumbó en los oídos de todos los estudiantes, algunos salieron corriendo otro empujándose, con tal de dejar del salón.

Pero, siempre quedaban dos: Ruben Doblas y Miguel Rogel.

Ruben era conocido como el "suertudo" sus calificaciones no eran las mejores, pero se encontraba en un buen rango estudiantil. Su cabello castaño y ojos verdes atraían a cualquiera, hombres y mujeres, su piercing en su ceja derecha y aquella perforación en su oreja izquierda le daban un toque rebelde, todo lo opuesto a como era en realidad.

Miguel era conocido como el "sabio" las materias que más le gustaban eran arte y música, sus calificaciones eran bajas, pero en cada examen una fortuna lo invadía y tenía notas aprobatorias. Cabello azabache al igual que sus ojos, estaba involucrado en un grupo al que asistía cada viernes en las tardes "Rebeldía al paso", claro que su aspecto no reflejaba a como eran en realidad; rebelde sin escrúpulos.

El salón se encontraba en silencio a excepción de la música, a todo volumen, de los audífonos de Miguel; Ruben no podía concentrarse en la tarea que tenía que presentar a la siguiente hora y también se incomodó al saber que no era el único en el salón.

— ¿Hola?- el de cabello castaño preguntó al estar frente a Miguel, este no escuchó lo que dijo, ya que, la música ocupaba toda su atención.

Rodó sus ojos verdes, y esperó a que el pelinegro notara su presencia.

En un abrir y cerrar de ojos los dos se estaban mirando, Miguel tratando de saber quien eres ese mocoso que se encontraba frente a él y Ruben esperando a que aquella tensión desvaneciera.

— ¿Pasa algo?- se despojó de sus audífonos, y los colocó debajo de su nuca.

La música seguía sonando, y eso molestó un poco al castaño.

— ¿Podrías bajarle el volumen a tus...-suspiro- Audífonos?- pregunto con una tímida sonrisa.

— Claro, si haces mi tarea de comunicación- propuso el rebelde con una sonrisa intimidante.

— ¿Por qué tendría que hacerlo?- pregunta molesto.

No tenía una explicación lógica del porque tendría que hacer su trabajo, es más, la tarea la han dejado hace dos semanas aunque Ruben la estaba haciendo justo ahora, pero eso no significaba que tendría que hacer doble trabajo.

— Simple, tú quieres que baje el volumen, yo quiero que hagas mi tarea- dice y agrega- Cada quien tiene lo que desea ¿o me equivoco?- juega con el cable de sus auriculares.

— "Perro que ladra no muerde"- dice Ruben y camina nuevamente a su sitio.

La cara de confusión del moreno es fenomenal, ¿Qué querrá decir con eso? se pregunta y es que, según él, eso no tenía ni el más mínimo sentido y además; ¿Por qué lo dejó con la palabra en la boca? ¡Oh no! Nadie se mete con Miguel Rogel.

Deja su móvil en su carpeta junto a sus audífonos, camina hacia la carpeta del castaño y se coloca frente a él.

— ¿Qué quieres decir con eso? ¿Perro que ladra no muerde?- ríe con sarcasmo, y se cruza de brazos- ¿Acaso vienes de los años ochenta, o tu reloj se averió?- se burla.

Ruben se queda callado, mueve su lápiz de un lado a otro, pensando en como resolver aquella pregunta. Hace caso omiso a las palabras de su compañero de clase y se concentra en su trabajo casi terminado.

— ¿Puedes dejarme terminar con esto? Está bien que sea el tío chulo y toda la cosa, pero déjame finalizar con mi trabajo, ¿si?- da una rápida mirada al pelinegro y vuelve a mirar su cuaderno.

— Ajá ¿Qué más quieres? ¿Qué te sirva el té?- apoya ambas manos en la carpeta ajena, y se inclina hacia el cuerpo de Ruben.

— No ahora no, ¿Qué dices después de clases? Acá a la vuelta hay una cafetería, sirven un té verde espectacular- murmura sin quitar la vista de su cuaderno.

Miguel aprieta los puños, y observa su rostro. ¿Acaso este tío era tonto o qué? ya que, observó el piercing en su ceja y la perforación en su oreja, Ruben tenía pinta de niño malo, pero todos, menos Miguel, sabían que era un chico tranquilo con apariencia demoniaca.

— Chicos como tú, así de afeminados, deberían estar lejos de aquí- dice el ojinegro, y le arrebata el cuaderno al castaño.

— ¡Hey, trae eso aquí!- se queja y se para de su asiento- No es mi culpa que no hayas terminado tu trabajo, Sr.Homofóbico- se cruza de brazos.

— ¿Qué hay de malo con ser homofóbico? Todos sabemos que los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, etc; deben ser quemados en fuego. Ellos no son una raza, ellos no son personas, ¡Esa gente no debería existir!- exclama algo molesto, y lanza el cuaderno lejos del alcance del castaño.

— ¿Quién te dijo eso?- dice y agrega- Todas las personas somos iguales, tú no tienes porque discriminar a los demás por sus gustos, sí a ti te gusta el azul y a mí el verde ¿Qué hay de malo?-.

— Esos son colores, estúpido- da unos cuantos pasos hacia Ruben- Y deja de defenderlos, que gente como tu que hace eso, el ayudarlos o apoyarlo, va cayendo en un círculo vicioso, y no quiero que luego vengas llorando y me supliques que te ayude con todo el rollo- el timbre suena.

— Púdrete Miguel, eso nunca pasará- dice Ruben y va en busca de su cuaderno.

— ¿Cómo sabes mi nombre?- dice el pelingro y camina detrás del castaño.

— Estoy acostumbrado a escucharlo, eres el que siempre lo regañan en clase aunque tienes pinta de ser buen chico- murmura.

— Y tú de chico malo, Ruben- dice Miguel y camina hacia su carpeta.

— "No te dejes llevar por la simple apariencia física, busca más allá"- Ruben dice al pasar junto a Miguel.

— Estúpido- murmura, y la profesora entra al salón.

Filósofo|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora