7.

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— ¡Mangel!- Ian, mejor amigo del nombrado, exclama corriendo hasta tocar su hombro.

El pelinegro se gira ante el llamado, y se despoja de sus audífonos, sonríe al ver a su amigo castaño y chocan los puños.

—¿Qué haces aquí? ¿Se supone que eres del departamento B?- pregunta Miguel confundido y retoman el camino por los pasillos.

—Bueno sí, pero he venido para mostrarte algo- Ian dice y se despoja de su mochila, abre el primer cierre y saca un extraño objeto, una caja negra con diamantes a los alrededores.

—¿Qué se supone que es?- pregunta intrigado, y su amigo coloca la caja en sus manos.

—Una caja- contesta.

—Lo sé, pero ¿por qué me das esto a mí?- cuestiono con la curiosidad recorriendo cada parte de su cuerpo.

—Porque guarda un secreto, y tú debes averiguarlo, claro sin abrirla- murmura y hace que su voz suena tétrica, cosa que hace reír a Miguel al escucharlo.

—Está bien, Sr. Misterioso- palmea su hombro amigable y ríen, haciendo que el silencio de los pasillos sean carcajadas.

—Vale- dice y agrega- ¡No vemos el viernes o mañana!- exclama Ian y sale corriendo con destino al departamento B.

Miguel niega la cabeza con una sonrisa, y se coloca sus audífonos, mientras camina observa la caja negra que sigue entre sus manos, está tan concentrado que no se fija por donde va y choca con el dueño de los audífonos que llevaba puesto y el móvil que estaba en sus jeans ajustados.

—¡Fíjate por donde vas, imbéci..-calla al ver esos ojos verdes.

—¿Esos no son mis audífonos?- pregunta Ruben y observa estos curioso, y al percatarse de que estaba en lo correcto se cruza de brazos molesto.- ¿Por qué los tienes?-.

—No me mires, así- dice y agrega- Tú los dejaste ayer en el árbol y yo sólo los tomé, hoy te los iba a dar pero no te vi en ningún momento- se excusa y de sus jean saca el móvil y le entrega este con los auriculares.

—Gracias, pero al menos pudiste haberme llamado para entregármelos- espeta molesto.

—¡Saliste corriendo, como un cobarde!- coloca bien su mochila sobre su hombro, y deja escapar un suspiro.

Rube rueda sus ojos, y decide dejar de pelear; ayer se prometió que nunca más volvería a hablar con Miguel, pero al darse cuenta que el destino está en su contra dejó pasar aquella promesa.

—Bien, bien-guarda sus pertenencias en su maleta- ¿Vamos a clases?- pregunta y las palabras se atropellan, sacándole una sonrisa a Miguel y un leve sonrojo a Ruben.

—Claro- murmura, y caminan hacia su aula en silencio.

¿Cómo se supone que deba olvidarlo y hablo con él? se pregunta Miguel. Era tonto por parte de los dos dejarse de hablar, era como ponerse aprueba con el destino o jugar con el futuro, y eso era algo imposible.

Ambos entran a clases y se sientan juntos, todos los alumnos giran a verlos sorprendidos y en especial uno, Alex Bravo.

—¿Ruben y Miguel, juntos? No me lo creo, para mí que hoy será el fin del mundo-.

—¿Es coña, no?-.

—¿Son amigos? ¡Eso es imposible!

—¡Son polos opuestos!-.

—Esto no me huele nada bien-.

Y la clase se pasa así, con murmullos de todos hablando sobre ellos dos, especulando del porqué se han sentado juntos.

Pero, cuando la maestra está explicando: ¿Cómo ahorrar energía?, la sirena de incendios suena en todo el colegio y los alumnos, junto a la profesora salen corriendo del edificio alarmados.

Ruben desesperado busca la ayuda de alguien, ya que, en estas situaciones—donde la desesperación o el caos ocurre— todo su cuerpo reacciona con los nervios de punta y comienza a llorar.

En cambio, Miguel trata de buscar con la mirada al ojiverde, las personas los empujan y el humo comienza escabullirse entre las aulas.

Se queda sentado, viendo a sus compañero salir corriendo y shockeado. El castaño no sabía qué hacer, y lo único que se le ocurrió fue gritar.

—¡Miguel!-.

Sí, había dicho el nombre de la persona que quería olvidar, y el nombrado al verlo corrió hacia él preocupado.

—R-Ruben- zarandeó su cuerpo de un lado a otro.

Sus ojos se abrieron como platos al oler el humo y se paró de un salto.

—Hay que salir de aquí, ¡ahora mismo!- y tomó la mano del pelinegro y este se sorprendió ante la acción, pero no decidió apartar las manos.

Al llegar a la puerta, el ojiverde giro la manija pero no se abría, intentó una y otra vez. Miguel decidió hacerlo, pero esta no abría.

—¡Oh, dios mío! ¡Vamos a morir quemados!- comienza a decir Ruben con desesperación.

—Ruben-.

—¡Le dije a mi madre que sería un gran doctor de grande, ahora no voy a poder cumplir nada!-.

—R-Ruben-.

—¿Qué dirá mi padre? No quiero ver a mi familia triste-.

—¡Ruben!-.

—Oh dios, ¿qué hay de Alex, cómo le diré que lo a..-fue interrumpido.

—¡Mierda, Ruben!-.

Exclama Mangel con todas sus fuerzas, el nombrado reacciona y observa a su alrededor, todo está ligeramente cubierto de una capa ploma y entrecierra los ojos al no poder visualizar casi nada.

—Debemos salir de aquí- comienza a agitar sus manos al aire, haciendo que el humo desaparezca por ratos.

—M-Mangel- su voz suena entrecortada.

—¿Vas a llorar?- dice y agrega- Lo que faltaba- murmura al ver como Ruben llora desconsoladamente.

Rueda sus ojos negros y lo abraza con fuerza, los músculos del Noruego se relajan y aprieta su cadera con fuerza.

—Ruben, tenemos que salir ¿vale?- el nombrado asiente.

—Bien, la puerta no abre y..-es interrumpido.

—¡La ventana!-exclama Ruben y corre hacia ella.

Ambos se asoman por ella y toman un poco de aire, pero retroceden con miedo al darse cuenta que están en el quinto piso del departamento.

—N-No lo lograremos- las lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—Vamos confía en mí- alienta Miguel. 


Filósofo|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora