Casa embrujada

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Gianluca:

Estaban cada vez más cerca de la entrada, y tu único escudo contra los males de la tenebrosa casa frente a ti era el fuerte brazo de Gianluca. Te escondías detrás de éste, y su mano rodeaba la tuya con fuerza. "¿Por qué acepté entrar a esto?" Preguntaste - más para ti que para el resto del mundo - al cruzar la puerta. "Porque es sólo una atracción de un parque de diversiones, cariño." Gianluca sonrió un poco hacia ti. Pero no importaba que fuera una simple atracción, los horribles monstruos de ahí adentro no dejaban de mirarte y sus asquerosas caras estaban causándote ya varias pesadillas. A pesar de los intentos de Gianluca para relajarte y que disfrutaras el juego, su brazo seguía siendo lo único que te protegía, y su mano no soltaba la tuya. "Hey, oye..." Rodeó tus hombros con su brazo y te sostuvo con fuerza junto a él. "Creo que puedo ver la salida." Susurró en tu oído, justo antes de que algo saliera frente a ustedes causándoles un fuerte grito a ambos. Gianluca agradecía la iluminación, porque gracias a la poca luz que había, no alcanzabas a ver sus mejillas ruborizadas. Pero comenzaste a reír, ni siquiera supiste como. "¿Qué es tan gracioso?" Preguntó Gianluca. "Me asusté mucho." Decías riendo, y Gianluca no pudo evitar reír contigo.


Ignazio:

Para ti, los fantasmas eran reales. Seres que no han podido irse de éste mundo y están atrapados entre la vida y la muerte. Es por eso que uno no puede entrar a la casa de uno, ellos viven ahí, estás invadiendo su espacio. ¿A Ignazio le importa? Por supuesto que no. Él entró a la casa y exploraba cada cuarto como si fuera suya. "Igna, en serio, vámonos." Le dijiste al sentir escalofríos al entrar a la habitación principal. Ignazio, con un gancho de ropa en la mano, comenzó a caminar hasta ti. "Dicen que es en este cuarto en donde el dueño se suicidó." Rodaste los ojos. "Entonces no tenemos por qué estar aquí." Tomaste su mano y lo llevabas hacia la salida. "Si hubiera un fantasma enojado aquí, ya nos habría hecho algo. No pasa nad..." Las puertas comenzaron a abrirse y cerrarse, y no podían ver nada más que el candelabro del techo balanceándose. Sentiste a Ignazio soltar tu mano y comenzó a gritar. "¡Suéltame! ¡Auxilio!" Le gritabas desesperada, pero sentías como si algo - o alguien - te estuviera deteniendo lo pies. "No me puedo mover." Te decía gritando sobre el ruido de las puertas. Estabas entrando en pánico, y con las manos tapando tus oídos seguías gritando su nombre. "Váyanse de aquí." Escuchaste susurrar a alguien. Tomaste la mano de Ignazio y salieron corriendo de ahí.


Piero:

"La casa de las brujas." Piero leía de Wikipedia mientras inspeccionaban la casa, ambos con linternas en las manos. "Dice aquí que en 1830 vivían aquí unas brujas, de las últimas que quedaban en todo el mundo, y la gente venía a pedirles favores." Soltaste una pequeña risa. "¿Y? ¿Eso es todo?" Encontraste un sombrero y lo pusiste sobre la cabeza de Piero, riendo. "No... cuando la gente no podía pagar los favores las brujas los torturaban. Les hacían vivir sus peores pesadillas y les causaban más dolor del que puedas imaginarte." Se quedaron en silencio unos segundos mientas veían todo lo que había en la sala de la casa. "¿Vamos a ver el patio de atrás?" Sugeriste moviendo las cejas, a lo que Piero rio y te siguió hacia el patio. Cuando llegaron te detuviste de golpe y cerraste los ojos al ver algo que colgaba del gran árbol. "¿Qué pasó?" Preguntó Piero confundido. "V-vi algo..." Señalaste hacia el árbol, donde ya no había nada. "Puedes abrir los ojos cielo, te juro que no hay..." No terminó su frase, porque el pasto ahora tenía manchas rojas con forma de gotas que llegaban hasta el árbol, en donde había varias personas colgadas. Huyeron de ahí lo más rápido que pudieron, y nunca más entraron a una casa abandonada.


Feliz Halloween ;)

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