Hombre de la selva

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Un poco extraña así que...
No preguntes, solo gozalo xD

Piero:

No importaba cuántas veces te dijeron que no podías adentrarte en la jungla, el momento en el que llegaste corriste para explorar el lugar donde ahora vivirías. Pasas ahí horas, hasta que por entre las ramas ves que el cielo es naranja y decides regresar a la aldea. El problema: no recordabas cómo. Te quedas sin dar un paso más, tratando de recordar por dónde habías caminado, cuando de un arbusto un animal sale corriendo y trepa en un árbol. Voy a morir, piensas, volteando a tu alrededor esperando que otro animal salga y brinque sobre ti. Pero no pasa nada. De la copa del árbol salen unas aves volando y un gruñido acompaña su aleteo. "¡Ayuda!" Gritas, sin pensar que eso haría que aquel animal saltara hasta el suelo frente a ti. Pero ni siquiera lo ves. En el momento en el que ves que algo cae te tapas los ojos y gritas. Cuando pasa un minuto y sigues respirando te destapas los ojos y ves a tus pies un hombre en cuclillas. Un hombre desnudo con una larga cabellera café, del mismo color que sus grandes ojos. "¿Quién eres?" No hay respuesta. "¿Vas a matarme?" Probablemente esté tan asustado como tú. Comienza a enderezarse y das un paso atrás. No es mucho más alto que tú, pero tienes que voltear hacia arriba para ver su cara. "Por favor di algo." Se acerca a ti haciendo ruidos extraños. "Oooh ooh uuh." Entonces recuerdas las leyendas, las historias que no podían ser reales. El hombre da otro paso hacia ti y para no caerte con el tronco detrás de ti, te detienes con sus brazos. Y ok, no tenías problema con sentir sus brazos o su abdomen, pero él, al ver que tus manos se parecen a las suyas se hace para atrás y vuelve a su postura en el suelo. "Uuuh uuh." Se aleja poco a poco hasta que desaparece. Sin saber cómo llegas a la aldea, sin decir una palabra de lo que acababa de pasarte.

Ignazio:

Pasó un mes desde su encuentro, y cada día has ido al mismo punto para encontrarlo de nuevo, cada día con algo nuevo que enseñarle. En un segundo te toma de la cintura y comienza a llevarte por las copas de los arboles colgándose en lianas mientras tu gritas aterrorizada. "¡Bájame! ¡Ahora!" Lo golpeas en la espalda hasta que te deja caer sobre tu trasero, y frente a ti ves una casa. Lo sigues adentro, viendo cada cosa, viendo la humedad de la jungla consumir poco a poco las cortinas y sábanas. "Yo. Hom..." "Hombre." Lo interrumpes. "Eres un hombre." Había varias palabras que ya sabía, pero aún así sus ojos muestran la confusión que no sabe cómo expresar. "Tu, hombre." Una familia de gorilas pasa por un árbol cercano y ambos los ven. "Gorila..." los señala, para luego señalarse a sí mismo. "Hombre." Después te voltea a ver. "Hombre. Tu." Ríes un poco. "No exactamente, pero sí, soy como tu." En una pequeña cuna puedes ver bordado el nombre 'Ignazio'. Al recorrer el resto de la casa ves vestidos, trajes, cajas con objetos que parecían tener cientos de años, y un diario. La última entrada es de hace 21 años, la cual relata el nacimiento de un bebé. De nuevo, 'Ignazio'. Entonces unes los puntos, y recuerdas el barco perdido que viste en el periódico cuando eras pequeña. "Ignazio." Susurras, y volteas a ver al confundido hombre oliendo las viejas ropas. "Ignazio. Tienes que venir conmigo." Pero él no te entiende. "Aldea. Más hombres." "Hombre" repite la única palabra que entendió. De repente parece entenderlo, y vuelve a tomarte de la cintura y te lleva hasta la aldea. Tomas su mano y lo llevas contigo. Sus ojos se iluminan al ver gente como él. "Tu." Aprieta tu mano y te sostiene cerca de él, asustado. "Sí, Ignazio, yo me quedo contigo."

Gianluca:

Tu, junto con un grupo de gente, habían ido a esa comunidad africana especialmente a enseñar a leer y escribir a la gente. Cuando encontraste a ese misterioso hombre en medio de la jungla, el hombre que se comportaba como un gorila, lo asumiste como tu reto. Después de un par de meses aquel hombre ya reconocía las letras y sabía palabras como mamá, papá, y tú nombre. En ese par de meses, además de aprender a hablar, aprendió a comportarse como una persona observando a todas las que lo rodeaban. "Caminar." Te decía en las tardes, siempre a la misma hora sin saberlo. Caminaban por los pastizales y señalaba cosas para saber su nombre. Roca, río, árbol... palabras que repetía después cada vez que veía el objeto. "Flor." Dice de repente y se detiene, arrancando una del suelo para dártela. "Así es. Una flor." La conservas el resto de la caminata, la cual se mantiene en silencio por unos minutos. "Tu. Mano." Su ronca voz dice, tomando tu muñeca para levantar tu mano y sostenerla con la suya. "¿Dar mano bien?" Ríes un poco. "Sí, puedo darte la mano." Pasan algunos minutos de nuevo en silencio cuando sientes sus labios en tu mejilla, las cuales se ruborizan de inmediato. Sus ojos están sobre tu enrojecida cara, esperando a que le digas algo. "¿Bien?" Lo miras a los ojos. Verde. Todo lo que ves es verde. Su dedo llega a tu mejilla, al mismo punto donde sus labios te tocaron. "Beso." Dice suavemente, con el ceño fruncido, esperando alguna palabra de tu parte. "¿Por qué me diste un beso?" Preguntas y se acerca más a ti. Su mano aun envolviendo la tuya. Lo ves batallando con las palabras. "Beso porque amor." Ésta vez eres tu quien se acerca y le das un rápido beso en los labios, porque en su primitivo lenguaje acababa de decirte que te amaba, y ni siquiera en tu avanzada forma de hablar conocías una forma de decirle que sentías lo mismo por él.  

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