Capítulo 16: De vuelta al baile

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No sé qué pasaba por mi cabeza cuando se me ocurrió que era una buena idea subir corriendo los catorce pisos que distancian la habitación de Thiago del salón de ensayos. Vengo recién recuperándome de una lesión y tengo claro que no es para nada recomendable que fuerce mi tobillo de esta manera pero no puedo evitarlo; no puedo llegar tarde en mi primer día de vuelta.

Al llegar al decimosexto piso, estoy jadeando y ya no quiero saber más de hacer ejercicio en la vida, han pasado los cinco minutos y estoy algo mareada por el esfuerzo. Mi estómago está un poco revuelto, lo que hace que me arrepienta de la mitad de barrita de chocolate que comí en el camino pero ya es demasiado tarde para eso y tengo otras cosas de las que preocuparme ahora.

Por suerte, al entrar al estudio me doy cuenta de que nos han dado diez minutos más para prepararnos y para que mis compañeras se calcen las zapatillas de punta correctamente ya que una vez iniciada la clase, no podemos interrumpirla por nada del mundo. Me muero por usar las mías pero no lo haré hasta que Grace lo permita, tengo que empezar de a poco si no quiero volver a lesionarme, así que aprovecho el tiempo para arreglarme el rodete que bastante desaliñado quedó tras la carrera y por supuesto, me desparramo por el suelo al lado de Izzie para recuperar un poco el aliento.

—¡Aquí estás! —Izzie levanta su vista hacia mí por un segundo, está amarrando las cintas de las puntas a sus tobillos con bastante concentración—. ¿Dónde te metiste?

—Necesito un respiro —me llevo una mano al pecho y tomo una larga bocanada de aire. Ella me mira confusa—. Corrí por las escaleras desde el segundo piso, estoy muerta.

—Así que estabas con Ken, estoy impresionada, Smith —mueve ambas cejas hacia arriba y yo la golpeo despacio con una de mis zapatillas de media punta en la cabeza, riendo.

—Solo dormíamos, pervertida.

—Claro y yo tengo el pelo azul.

No tengo tiempo de dar explicaciones porque entra Grace a la sala para prepararse también y me pongo rápidamente las zapatillas antes de levantarme, el movimiento rápido me marea un poco así que decido que tal vez deba comerme el resto de la barrita antes de comenzar; no quiero desmayarme el primer día pero sin poder evitarlo, mi vista se va hacia la tabla nutricional del envase y mis ojos parecen querer salirse de sus órbitas cuando veo que tiene ciento cuarenta y tres calorías. Por supuesto, mi ángel malo se hace presente en el acto:

—«¿De verdad te lo comerás? Nunca volverás a subirte a las puntas pero de lo gorda que estarás. ¡Bota eso, ahora!»

—«No lo escuches, recuerda que has bajado de peso y necesitas esa energía. Además, esas calorías se irán con las cinco horas de ensayo —el ángel bueno también se hace notar con voz cansada, parece estar agotado ya de todo esto. Yo también lo estoy— ¿Quieres desmayarte nuevamente o lesionarte?»

No sé si algo dentro de mí ha cambiado en este poco tiempo, pero para sorpresa de los tres, al que decido escuchar por fin es al ángel bueno y le doy un buen mordisco a la barrita. No puedo permitirme recaer, no esta vez.

Una vez que termino la barrita, camino hacia la barra más próxima e Izzie se ubica a mi espalda, tengo un poco de miedo por no recordar cómo hacer las cosas o de caerme por la falta de práctica pero aparto esas ideas de mi cabeza, no vienen al caso; bailo desde que soy una niña, he tenido recesos mucho más largos que un simple mes y sigo aquí, esto no cambia nada, ¿verdad?

—¡Vaya! Pero si ha vuelto la favorita —esa maldito tono burlón podría reconocerlo en cualquier lugar, incluso si ella no hubiese aparecido justo frente a mí—. ¿De verdad te comiste toda esa cosa? ¿Sabes cuántas calorías tiene? ¿No te basta ya con lo gorda que estás? Pobre de tus tobillos, te volverás a lesionar.

Renaciendo de las cenizas (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora