Capítulo 17: Heridas

1.1K 100 3
                                    

—¿No te duelen los pies con esas cosas? —pregunta Thiago haciendo una mueca al tiempo que apunta mis puntas cuando estoy a punto de caerme en medio de un fouetté. Tal vez me excedí un poco y debí haber empezado con las cosas básicas como me recomendó Grace.

—Bastante —dejo de ensayar un momento para ir a sentarme a su lado. Apoyo mi cabeza en su hombro y él me pasa un brazo por los hombros—, pero es solo porque me falta práctica, en unas semanas ya me habré acostumbrado.

Casi todos los trabajadores del barco tienen estos días de viaje libres ya que no hay pasajeros que complacer, los de la cocina toman turnos ya que solo debe haber comida para los tripulantes y es mucho menos demandante que cuando hay huéspedes, igual que los chicos que se encargan del aseo. En teoría, los bailarines también podríamos tomarnos estos días para descansar y aunque los coreógrafos dicen que es nuestra decisión, la letra pequeña deja entrever que no es de esa forma, así que son pocos los que se atreven a tomarse los días libres.

Thiago, completamente liberado de sus responsabilidades, se ofreció a hacerme compañía mientras ensayaba en la sala principal a la cual puedo ingresar gracias a la llave que me dio Grace. Prometió que no me distraería aunque es casi imposible no hacerlo con esa cara que tiene. He estado a punto de caerme varias veces pero él aplaude como si fuera el ejercicio mejor realizado del mundo. Debo llevar cerca de una hora con las puntas y no entiendo cómo es que aún no se ha aburrido, creía que solo aguantaría unos cinco minutos.

—¿Sabes que eres libre de irte cuando quieras? No tienes que aburrirte aquí solo para que me sienta bien. Nos podemos ver más tarde.

—No estoy aburrido, es genial ver cómo se te iluminan los ojos cuando bailas. Te ves radiante y tu cuerpo se mueve como si una fuerza externa lo llevara; parece... magia.

—Ven —me pongo de pie con una sonrisa de oreja a oreja y le tiendo una mano para que se levante—, baila conmigo.

—Creo que el ballet no es lo mío —me advierte pero de todas formas, se levanta para seguirme el juego.

Sin dejar de reír, se ubica frente a mí en la barra, eleva sus brazos en una quinta posición bastante lamentable y hace una especie de giro en puntitas tan ridículo que no puedo evitar soltar una carcajada antes de negar con la cabeza. Todos hacen el mismo movimiento la primera vez.

—Primera posición —dicto con la voz más firme que tengo mientras le enseño cómo hacerlo—, tendu, quinta posición...

—¿Cómo hacen eso? Es imposible poner lo pies de esa forma.

—Ya te lo dije, es solo práctica.

Seguimos con los movimientos básicos por unos minutos y después de muchas risas por verlo intentar hacer algunos pasos con exageración, lo saco de la barra y le tomo la mano para guiarlo hacia a la mitad de la sala. Me giro para que él quede a mi espalda y llevo sus manos a mis caderas antes de subirme nuevamente a las puntas.

—Por nada del mundo me sueltes, por favor —ruego sabiendo que una caída podría dañar nuevamente mi tobillo.

—Jamás podría soltarte —susurra en mi oído, logrando que me estremezca al sentir su aliento tibio contra mi piel. Las rodillas me tiemblan así que tendrá que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejarme caer.

Bailamos, o intentamos hacerlo por unos veinte minutos y casi cuando estamos terminando, aprende cómo tomarme de una forma más o menos correcta. Ambos estamos un poco sudorosos cuando nos volvemos a sentar en el suelo y me quito las zapatillas de punta, dejando al descubierto mis pies en los que comenzaban a formarse pequeñas heridas. Toco una que tengo en el dedo meñique y hago una mueca cuando vuelve a sangrar; la tengo desde ayer y parece ser bastante profunda.

Renaciendo de las cenizas (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora