Capítulo 11: Miami Beach

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He perdido tres kilos desde que me embarqué y eso no es bueno por dos simples razones, la primera es que solo llevo una semana aquí y la segunda es que mi diagnóstico nutricional que ya era enflaquecido, ahora está mucho peor debido a que mi índice de masa corporal bajó un punto completo desde la última vez. Estaba en el límite establecido para mí —que no era el mismo que para una persona normal— y ahora ya no más, estoy un paso más adelante en el camino de la recaída.

Al pasar un mes desde que comenzamos, los coreógrafos nos sorprenden al esperarnos con una pesa y nos informar que lo harán mes a mes ya que necesitan bailarines sanos, en ninguno de los extremos. Pero estoy segura de que algo tiene que ver con asegurarse de que no engordemos con toda la comida que hay disponible en el barco y que luego los trajes no nos entren, no quieren que arruinemos su estética. Hasta este momento no me había dado cuenta que había bajado de peso y odio que en mi mente no deje de preguntarme si debería estar preocupada por esos kilos que me faltan que me dejan una vez más en el límite anoréxica/normal; o contenta porque en el fondo siempre es agradable saber que estoy unos kilos más delgada. Es terrible tener esas dos voces internas todo el día ahí, no sé cómo es que no me he vuelto loca.

—Lilith Smith —Grace dijo mi nombre para indicar que era mi turno de subir a la maldita pesa.

Odié ese momento, el peso siempre ha sido un tema para mí, sobretodo si todos mis compañeros observaban fijamente cómo me acercaba a la báscula. Lo peor de todo, es que con mi pie iba demasiado lento y lo único que quería era terminar todo eso. ¿Es necesario que diga que no estaba para nada de acuerdo con esa humillación? En último caso, ¿por qué no lo hicieron en individualizado en una sala? No les cortaba nada.

—Suerte —la maldita voz de Stephanie Swan llegó a mi oído casi en un susurro y su tono venenoso me irritó más de lo normal—. Espero que no hayas subido tanto como se ve reflejado en tu cuerpo.

«No me afecta, no me afecta, no me afecta para nada lo que diga esa bruja» —me repetí una y otra vez pero sabía que no era cierto. ¿A quién quiero engañar? Claro que me afecta ¿Estoy más gorda? ¿Debería comer menos?

«Vamos, Lily —mi ángel bueno apareció tan oportuno como siempre—. Estás perfecta».

Pero como no podía faltar el ángel malo, también hace su entrada triunfal: «¿Perfecta? No deja de comer desde que está con su nuevo novio. Por lo menos ha subido unos cinco kilos, espero que no más, ya que no será tan difícil bajarlos.»

Me subí a la pesa y dirigí la vista al frente como me indicó Grace, cerré los ojos mientras esperaba, deseando que esta dijera «error» o misteriosamente se le acabara la batería pero no claramente no pasó.

—Cuarenta y siete kilos —dijo Grace a Marcos para que lo anotara en mi ficha.

Paolo, que estaba sentado detrás de un escritorio unos metros más allá leyendo un libro enorme con el título de «Historia de la Danza Clásica», al escuchar ese maldito número, enseguida miró en dirección hacia mí pero no fui capaz de sostenerle la mirada.

Me alejé un poco hacia donde estaba Izzie, todavía sumergida en mis pensamientos .¿Cómo era posible que hubiera bajado tres kilos? Estuve un año con el mismo peso y ahora en tan solo un mes bajé tres, esa maquina del demonio debía estar mala. Era la única explicación lógica.

—Anoréxica —escuché que alguien susurró a mis espaldas y no tuve que voltearme para saber quien era. Decidí ignorarla una vez más, sus palabras no me volverán a afectar.

Lo único que necesitaba era salir de ahí pero no podíamos irnos hasta que pasara el último, por suerte mi apellido estaba casi al final de la lista y no tuve que esperar demasiado para salir después de eso.

Renaciendo de las cenizas (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora