Capítulo 6.

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- Eso es, preciosa...- la animó Zayn para que se dejara tocar por él. Para que lo dejara llenarla de placer. - Te gustará, ya verás que sí...- acarició su pierna, observándola lleno de deseo. - Cuando pase mi lengua por allí... Mmmh.- susurró mientras abría sus piernas lentamente. Sintió que sus pantalones estallarían en cualquier momento al verla así. Estaba mojada, sí que lo estaba; estaba lista para él, para que él se adentrara en su cuerpo. Se relamió los labios, acarició con los dedos aquel paraíso que estaba a punto de probar. Solo deseaba comérsela entera. Tenía tanto que hacer...

Juliette cerró los ojos. Soltó un suspiro ahogado, lleno de lujuria.

Zayn besó delicadamente sus labios genitales.

- Ah...- alcanzó a gemir ella, moviendo las caderas, entregándole más a aquel desconocido que tanto la ponía. Él volvió a besarla, ahora más intensamente, haciendo que ella gimiera fuertemente.

- Eso es, gime... gime y grita, preciosa.- dijo él, sonriente, orgulloso de saber que él era la razón de su excitación. Lo ponía tanto escucharla... - Grita todo lo que quieras, que no te importen los vecinos.- susurró. Introdujo su lengua dentro de ella suavemente, pero con intensidad. Juliette se estremeció por completo, era increíble el placer que le brindaba aquel hombre. Volvió a bombearla con la lengua, una, dos, tres veces más, saboreando con gusto aquel deleite.

- ¡Sí!- exclamó, aferrándose más a la cama. - Sí, no pares, no pares...- gimió mientras él la disfrutaba. Su cabeza se movía a un ritmo perfecto, acompasado con sus gritos y gemidos. Deseaba que no fuera su lengua la que estaba dentro de su cuerpo en ese momento. Quería sentirla tan suave como la sentía así, comiéndosela, necesitaba cogerla, lo necesitaba, metérselo... lo quería más que a nada.

- Necesito...- murmuró acercándose a su rostro. La observó a los ojos, ambos se miraron en un segundo interminable. Algo en la mirada de esa chica lo podía. Aún estaba llena de deseo, como él, pero... no. Estaba asustada. Le temía, como tantas otras antes... No, no iba a obligarla a tener sexo con él. Se había prometido a sí mismo que nunca lo volvería a hacer, que nunca volvería a lastimar de esa forma a una mujer.

Se levantó de la cama. Ni siquiera observó a Juliette, que estaba perpleja, sorprendida. Cerró la puerta de la habitación y la aseguró, para que ella no pudiera salir en su ausencia. Terminó de vestirse y salió de ese viejo departamento. El aire frío del invierno neoyorquino le enfrió el cuerpo y los pensamientos. Comenzó a caminar, sin rumbo. Así era su vida: caminar sin rumbo... hasta morir.

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