Capítulo 23: Tiempo perdido

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Cuando Madara se despertó aquella mañana, abrió los ojos con mucha lentitud comprobando que Minato no estaba encima de él intentando atacarle con un Kunai. Sonrió y es que no podía creerse que era de las pocas mañanas en que no se despertaba con sobresaltos. Quizá hablar las cosas había dado finalmente resultado.

El olor a tortitas le hizo levantarse, buscando en una de las perchas una chaqueta para no salir desnudo al comedor. Se colocó un pantalón y cuando fue a coger su chaqueta vio la de Minato a su lado haciéndole sonreír. Tocó la manga y la olió, olía a Minato y aquello le encantaba. Nunca había pensado en casarse, ni en tener hijos, ni en nada referente a compartir su vida con alguien más hasta que aquel rubio apareció metiéndose en su vida. Ahora no podía ver la vida sin él. Se había enamorado y sentía que el matrimonio podía funcionar, quería creer que podían hacerlo, que podía llegar a enamorar a su esposo.

Salió por el pasillo y llegó hasta la cocina donde se encontró a Minato cocinando. Al menos parecía estar mucho mejor que los anteriores días. No debía quedarle ya nada de veneno en el organismo porque se le veía como el primer día cuando le conoció, un chico enérgico y con vitalidad, no se parecía en nada al MInato agotado y exhausto de los últimos días.

- ¿Cocinando? – preguntó Madara sonriendo a su espalda.

- Sí. Tu madre me ha dicho que te gustan las tortitas. Puede que no sean como las de ella pero...

Madara se acercó hasta Minato cogiéndole del trasero para sentarle encima de la encimera de la cocina y besarle con pasión mientras enredaba sus dedos en aquel rubio cabello tan fino que tenía su esposo.

- Las tuyas serán mejores, seguro – le dijo Madara susurrándole aún con sus labios rozando los de él.

- Te quiero – susurró Minato con los ojos cerrados y sus dedos enredados en aquel oscuro y largo cabello mientras apoyaba su frente en la de su esposo.

- ¿En serio? – preguntó Madara sonriendo - ¿O lo dices por complacerme?

- No, lo digo en serio. Jamás creí que llegaría a enamorarme de un Uchiha pero aquí estoy, a tu lado amándote.

Madara rozó con las yemas de sus dedos la mejilla de Minato y sonrió antes de volver a unir sus labios a los de su esposo. Estaba centrado en él, ni siquiera pese a llegarle el increíble olor del desayuno podía pensar en él teniendo a aquel rubio frente a él y cuando ya estaba metiendo su mano bajo la camiseta de Minato, escuchó un leve tosido tras él haciéndole sonreír.

- ¿Queréis que vuelva luego? – preguntó Izuna.

- Pasa anda – le dijo Madara ayudando a Minato a bajar de la encimera - ¿Has venido a desayunar o qué?

- No... bueno si me invitáis no diré que no, huele muy bien, pero en realidad venía a avisarte que el Hokage quería verte, tus tres días de permiso han pasado y está algo preocupado por todo el asunto, ha pedido que vuelvas cuanto antes al caso.

- ¿Hablaste con el médico? – preguntó Madara.

- Muy poco, me dijo que te pasases por su casa cuando tuvieras tiempo. Creo que ha encontrado algo y eso que no fue nada fácil que le dejasen echar un vistazo a los cuerpos de los Namikaze asesinados. Tuvo que intervenir el Hokage.

- Iré a verle en cuanto pueda. Quiero saber qué ha encontrado.

Los tres acabaron sentándose en la mesa y desayunando lo que había preparado Minato pese a que éste no dejaba de mirar y sonreír hacia Madara quien también le devolvía la mirada y a veces, le sonreía tranquilizándole. Su relación poco a poco se convertía en algo normal, esa convivencia empezaba a ser más adecuada para su matrimonio. Ambos estaban tratando de que el matrimonio funcionase y eso conseguía la estabilidad en ellos.

¡Ten hijos para esto! (Naruto; Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora