Capítulo 25: Desaparición

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Lo que Madara pensó como una buena experiencia y una salida romántica entre ambos, acababa de convertirse en un desastre. No podía creerse que Sakumo se hubiera atrevido a semejante acción, besar a su esposo, era algo increíble que aún trataba de asimilar. Miró a su esposo mientras caminaban hacia el clan sintiéndole extraño. Seguramente estaba así debido a los nervios que había sufrido.

Aunque agarraba por la cintura a su esposo, éste cada vez se apoyaba más en Madara que sentía el peso del cuerpo de Minato caer sobre el suyo. Pesaba, su esposo pesaba y a veces sus pies se chocaban entre ellos sin poder coordinarse correctamente. Sentía cómo empezaba a respirar con cierta dificultad y se agarraba a él con fuerza.

- ¿Estás bien? ¿Necesitas que paremos y te calmas? – preguntó Madara.

- Estoy bien, en serio – le dijo Minato – sólo... un poco mareado. Yo no quería besarle.

- Pues yo sí quería pegarle – dijo Madara sonriendo haciendo que Minato sonriera – lo siento, pero no iba a negártelo, le tenía ganas desde hace tiempo y no lo hacía por ti. Hoy me ha dado motivos finalmente para poder hacerlo y me ha sentado muy bien.

- Te quiero pero... ¿Podemos ir a casa? No me encuentro muy bien – comentó Minato sonriendo.

- Claro, ven aquí, yo te llevo.

Madara lo cogió en brazos sintiendo cómo Minato pasaba sus brazos alrededor del cuello de su esposo y apoyaba la cabeza en su hombro cerrando los ojos. El olor que desprendía Madara a jazmín siempre le relajaba. Se quedó dormido prácticamente al momento agotado y Madara no quiso pensar nada extraño, incluso cuando sentía cómo una de sus manos se debilitó resbalando de su cuello y cayendo sobre el abdomen de un dormido Minato.

Al llegar a la casa, Madara metió a Minato en la cama cubriéndole con el futón. Minato dormía tranquilamente y acarició su cabello antes de salir hacia la cocina a tomar un vaso de agua. Volvió corriendo a la habitación al escuchar gritar a Minato y al entrar, se lo encontró con un kunai en la mano temblando de miedo y sudando. Se acercó a él con rapidez apartando su kunai y abrazándole intentando calmarle.

- Ey, estoy aquí. ¿Qué pasa?

- Yo... no lo sé, había algo.

- ¿Algo? – preguntó Madara extrañado viendo la desierta habitación – déjame ver tus ojos.

Madara observó cómo se dilataban aún más que la última vez y al tocar su frente, sintió la fiebre aumentar.

- Nos vamos al médico – le dijo Madara preocupado cogiéndolo en brazos.

- ¿Estoy enfermo? – preguntó Minato sin apenas voz.

- Creo que te han envenenado.

- Pero... no he vuelto a probar la leche – susurró.

- No es la leche – dijo Madara dándose cuenta de lo que era – creo que sé quien está detrás de todo esto.

Madara salió de casa dejando que Minato volviera a apoyar la cabeza entre su hombro y su pecho. Caminó con rapidez hasta la casa del médico Uchiha y llamó a la puerta como pudo escuchando cómo la respiración de Minato cada vez era más irregular. Abrió una mujer y al ver a Madara llevando en brazos a ese chico rubio se apartó con rapidez de la puerta diciéndole que pasara al fondo. La mujer fue a despertar a su esposo que bajó enseguida vestido con el pijama para examinar a Minato.

- ¿Dónde lo dejo? – le preguntó Madara.

- Encima de esa mesa – le comentó – Dios, está ardiendo – dijo el médico al ponerle la mano en la frente – prepárame un barreño con agua fría y toallas, hay que bajarle la temperatura. ¿Ha tomado algo?

¡Ten hijos para esto! (Naruto; Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora