quince

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Dos meses pasaron y Peny había dejado el Instituto de danza. Iba de la escuela a la casa y de la casa a la escuela. Solía pasar horas en el columpio o en su casa del árbol, con los auriculares puestos mirando la nada.
-Peny.-llamó Zayn pero ella no respondió.- Peny, por favor, bajá.
Subió a la casita al no obtener respuesta alguna y la encontró con sus auriculares puestos a todo volumen mientras rayaba una hoja con furia. La observó unos minutos y ella rompió la hoja y comenzó a rayarse un brazo con furia con la misma lapicera, logrando que brotara sangre de él.
-Hey, hey.-dijo él, acercándose con rapidez y sacándole la lapicera.- ¿Qué pasa?¿Cómo vas a hacer eso?¿Estás loca o qué? -casi gritó. Ella lo miró con el rostro bañado en lágrimas y Zayn le sacó los auriculares y la pegó a su pecho, ignorando sus intentos por soltarse hasta que ella estuvo demasiado débil como para luchar.
Él bajó con ella en brazos y entró en la casa.
-¿Peny? -preguntó Harry asustado.
-No sé qué le pasó. Empezó a rayarse los brazos, estaba fuera de sí.-dijo Zayn.- Su brazo...
Harry corrió al baño y tomó el botiquín. Zayn la sentó en sus piernas y la abrazó con fuerza mientras su padre la curaba. Sus ojos estaban perdidos y aún había lágrimas en sus mejillas.
-Vas a volver a la academia.-dijo Harry, sin mirarla.- Y vas a dejar de hacer esto. No vas a quedarte sola en casa ni a encerrarte en tu cuarto ni nada de eso. Quiero que dejes todo esto de una maldita vez.
-¿Si yo no estoy en casa vas a sentirte mejor? ¿Si no me quedo sola? Podrías volver antes a casa. Ah, no. Eso nunca es una opción. -musitó.- Pasar tiempo con tu hija nunca es la opción correcta. Lo entiendo. Después de todo, si Julie no hubiera sido una tía fatal, nunca te habrías enterado de que tenías una condenada hija. Ni siquiera queres tener una hija. Vos queres una princesa no una adolescente anoréxica con depresión y problemas para relacionarse socialmente, que encima fue engañada por su novio porque no podía satisfacerlo sexualmente. Si, vos nunca quisiste eso. Por eso no estás en casa, por eso no hablamos, por eso sería mejor que me muriera. Además perdí el encanto de una nena de cinco años porque nadie sabe que existo. No sé cuando fue la última vez que vi a todos mis tíos. Pero no importa. Puede que haya vivido lo suficiente y sea hora de desaparecer. Papá, quiero desaparecer.
Harry la miró en silencio sin saber que decir, abrumado por las palabras de su hija. Terminó de vendar su brazo y quiso abrazarla pero ella se apartó y caminó hasta la escalera.
-Peny...
-Solo... Seguí fingiendo que no existo, dentro de poco va a ser así.-susurró ausente. No había resentimiento alguno en su voz, solo era sincera.
Peny no bajó a cenar a pesar de que todos estuvieran ahí. Harry subió una y otra vez pero la puerta de ella permanecía cerrada.
-Voy a internarte.-le dijo y la puerta se abrió.- Si no salís, voy a internarte.
-¿Por qué? -preguntó.
-Solo quiero hablarte, Peny. ¿Amenazarte es la única forma de que salgas?- ella negó y bajó la mirada.- Hija, hablemos.
-No quiero hablarte. -susurró.
-Por favor.-pidió él mirándola a los ojos con súplica.- Te juro que estoy perdido.
-Ese es el problema, papá. Te fuiste.
-Pero quiero volver.
Ella suspiró y se apartó de la puerta, dejándolo entrar. Harry pasó y cerró la puerta detrás de él. Peny lo guió hasta la cama y le indicó que se sentara. Le apartó el cabello del rostro y le besó la frente. Su padre la observó en silencio y ella se sentó en sus piernas. Harry cerró sus brazos en torno a ella con suavidad y la chica se recostó sobre su pecho.
-Todo está bien.-musitó ella.- No estés mal. Todo está bien.
-Peny...-susurró él y le apartó el cabello de los ojos para poder mirarla.- Bebé, te amo.
-Quiero que mi papá vuelva, pero no por obligación.
-Ya volví, Peny. Estoy con vos, mi vida. Papi no va a dejarte nunca. Estoy acá. -le besó la frente y cerró los ojos con fuerza. Tenía la sensación de estar hablándole a las paredes.-¿Dónde estás, Peny?
Pudo sentir como el corazón de ella se aceleraba y las lágrimas salían de sus ojos. Pudo sentir ese pequeño cuerpo con él y la aferró con más fuerza.
-Te encontré. -susurró con una pequeña sonrisa y le secó las lágrimas.
-¿Cómo se sale de acá, papá? -preguntó ella y él sintió que ambos estaban en el pozo, que lo estaban hacía tiempo pero él recién lo notaba.
-No lo sé. Pero vamos a averiguarlo.-prometió y se dejó caer en la cama con ella entre sus brazos.

PapiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora