Capítulo 14. La cita "Un beso real"

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  Ambos vocalistas se giraron y salieron del departamento, caminaron un poco hasta llegar al elevador; las puertas metálicas se abrieron y ellos se adentraron en él. Ninguno de los dos hablaba, solo escuchaban el sonido del elevador bajando de piso, 3. 2, 1, y las puertas se abrieron, Leo no tenía idea hacia donde caminar, ¿A dónde lo llevaría Ken?. Esperaba que en cualquier momento iniciara plática porque él difícilmente lo haría, se encontraban en la recepción del departamento, Ken toco el hombro de Leo y este lo observo.

—Ven aquí —le tomo del brazo jalándolo hacia él, rodeando el brazo de Leo con el suyo—. No iremos muy lejos —sonrió tiernamente.

Leo y Ken salieron del lugar y comenzaron a caminar juntos por la banqueta, La zona donde vivían era un lugar tranquilo, alrededor del departamento se encontraban algunas casas bastante lujosas, algunas de ellas amuebladas pero deshabitadas; probablemente eran usadas como casas de descanso vacacional, justo en el medio rodeando todas las casas, se encontraba un gran parque, con muchos juegos, mesas y bancas, los faros del parque comenzaban a encender, ya estaba oscureciendo. Leo y Ken siguieron de frente el recorrido, la brisa golpeaba sus rostros, dejándolos un poco helados, ¿De verdad comerían nieve con este clima?. Sus miradas constantemente se encontraban, queriendo no ser descubiertos, no podían evitarlo, una pequeña sonrisita se formo en Ken al darse cuenta de la tensión que existía en ambos. Leo no perdía detalle de todo el recorrido, quería memorizar muy bien hacia donde se dirigían, caminaron unas dos calles hasta llegar a la esquina, Ken freno el paso y detuvo a Leo consigo, giraron a la izquierda y ahí estaba, una pequeña plaza; se encontraban cuatro tiendas de ropa, una lavandería y la nevería. Leo miro un poco maravillado el lugar, no sabía de su existencia.

—¿Esto es nuevo verdad? —pregunto el pelinegro.

—Creo que sí, una de las mañanas que salí a correr lo descubrí y me pareció lindo, la verdad no he probado las nieves pero me imagino están deliciosas —le tomo de la mano—. Entremos.

Ken y Leo cruzaron la calle juntos hasta llegar a la puerta del lugar, Ken abrió la puerta y la detuvo con su mano, permitiéndole a Leo pasar primero, el pelinegro observo a Ken y le brindo una sonrisa, ese pequeño detalle lo había hecho sentir especial, fue algo muy tierno de su parte, el mayor estaba un poco extrañado con la actitud de Ken, se suponía que él era el que estaba enamorado y debía conquistarlo, pero el castaño estaba actuando de un modo dulce y caballeroso, ¿Por qué lo había invitado a salir? ¿Qué planeaba realmente?.

Entraron al lugar y ambos quedaron boquiabiertos. Era bastante amplio; el color de las paredes era blanco y brillante, del techo colgaban pequeñas lamparitas que adornaban el lugar, luciendo como si millones de estrellas se encontraran en el techo, estaba la barra donde exhibían todas las nieves, acomodadas en diferentes sabores formando pilas de bolas de helado, había mesas con cuatro sillas, cada una con su respectivo color en Neón, todo lucia algo fosforescente, también había mesas de sillones, con una tela suave y brillante color azul con rojo metálico, el piso tenia mosaicos enormes pintados de color blanco y negro. Ken cerró la puerta tras ellos y llevo a Leo a una de las mesas con sillones, Leo se sentó en uno de los sillones y Ken frente a él, dejando a la mesa interviniendo entre ellos, Ken le sonrió y sin previo aviso se levanto.

—Iré a pedir nuestras nieves —tomo el bolso y saco su cartera, Leo frunció el ceño y lo tomo del brazo antes de que huyera.

—¿Qué crees que haces? —le miro serio—. No voy a permitir que pagues.

—¡Por supuesto que sí! —Hizo puchero—. Yo te INVITE —hizo énfasis en la última palabra—. Quien invita paga, lo siento —alzo los hombros—. La próxima vez que salgamos tú invitas, ¿Te parece?

Leo abrió sus ojos como platos, ¿Acaso se haría costumbre esas saliditas entre ellos?

—¿Saldremos de nuevo juntos? —pregunto un poco sorprendido.

—Solo si tu quieres —bajo su rostro apenado.

—Por mí no hay problema —tomo la barbilla de Ken y le alzo el rostro para que lo observara, el mayor le brindo una tierna sonrisa que gritaba a los cuatro vientos; "Me encantaría"

Ken le sonrió aun sonrojado y camino hacia el mostrador, comenzó a observar a su lado izquierdo las nieves y los diferentes sabores, seguía recargado en la barra un poco inclinado, mostrando su parte trasera de forma muy incitante meneando sus caderas de un lado a otro. Leo no perdió detalle de él y lo observo de arriba abajo, el cuerpo de Ken era realmente una obra maestra, le encantaba cada parte de su ser, llevo su vista a sus hermosas piernas, el pantalón le quedaba tan entallado que marcaba muy bien sus muslos, sus glúteos, haciendo que Leo se perdiera en él, Ken se giro y leo desvió la mirada, tratando de eliminar esas imágenes de su cerebro y concentrarse en otra cosa, ken llego con dos copas de nieve con dos palitos de galleta de chocolate, tenia fruta en el fondo y bañado con chocolate y crema batida por encima. Leo tomo su copa entre las manos y la observo detenidamente.

—Queso con zarzamora —sonrió—. Mi favorita.

—Lo sé, por eso te la traje, me alegro haber acertado en el sabor—Ken tomo una de las galletas de su copa y mordisqueo la punta.

—¿Cómo sabias que era mi sabor favorito? —tomo la pequeña cuchara de su copa y la chupo, quitándole el residuo de nieve.

—En una de nuestras primeras entrevistas lo dijiste, una fan te lo pregunto.

—¡No puedo creer que lo recuerdes! —lo miro boquiabierto.

—Todo lo que tenga que ver contigo me interesa y para mi es importante —le giño el ojo.

—Gracias Ken —metió la cuchara en la copa y siguió disfrutando de su nieve al máximo.

Ken miraba atentamente a Leo, la carita tierna que hacia cuando metía la cuchara a su boca y como cerrada de vez en cuando los ojos disfrutando la dulzura de la crema, se veía tan gozoso, cual si fuera un pequeño niño disfrutando de su primer helado, la comisura de sus labios estaba un poco manchada de nieve, Ken lanzo una pequeña risita y limpio con su dedo la mancha en sus labios, rosándolos, sintiendo su frescura, y se contuvo de morder su labio inferior y besarlo sin importar más nada.

—¿Quieres probar mi nieve? —pregunto Ken.

—Está bien —musito Leo, metiendo su cuchara en la copa de Ken.

El castaño le pego tiernamente en la mano y lo obligo a sacar su cuchara; Leo lo miro serio y el menor tomo su cuchara, puso un poco de nieve en ella y la dirigió hacia la boca del pelinegro.

—No soy un bebe, puedo comer solo —alejo su cabeza, gruñendo un poco.

—Anda Leo, déjame hacerlo —hizo puchero.

El mayor observo a su alrededor, a esas horas ya habían pocas personas en la nevería, se encontraba una madre con dos pequeñas niñas que comían un cono napolitano muy felices, y también se encontraba una parejita de novios, tomados de las manos y perdiéndose en sus miradas, era tan extraño para Leo ese momento, el y Ken lucían como esa pareja, teniendo una cita y siendo felices; sonriendo sin sentido y mirándose sin decir nada. Leo suspiro y abrió la boca permitiendo que la cuchara entrara a su cavidad, había pocas personas, ¿Qué más daba?.

—Mmm está muy rica —Leo tomo la otra galleta que tenia y la acerco a la boca de Ken, el castaño lo miro asombrado y abrió su boca y mordió un poco. Leo le miro tiernamente y lanzo una pequeña risita.

—Soy tan afortunado —dijo Ken muy sonriente.

—¿Por qué lo dices? —la mirada de Leo se torno seria.

—El estar en el mismo grupo que tú me hace sentir afortunado —suspiro—. Sabes... desde el día en que nos conocimos en el elevador, no lo sé, sentí algo especial, como si te conociera de toda la vida.

¿Qué era todo eso? ¿Por qué Ken le decía esas cosas?, Leo no estaba muy seguro de que estaba pasando, solo sentía en esos momentos como su corazón latía desesperadamente y como cada parte de su cuerpo se estremecía y temblaba al escuchar de la boca de Ken esas bellas palabras.

—No sé que responderte Ken —bajo su mirada—. Es raro porque... —paso saliva—. Yo también sentí lo mismo.

Ken lo miro sorprendido, ¿Cómo podía ser eso posible?, tal vez era cosa del destino, nada era una casualidad en sus vidas, cada mirada, cada roce, estaba destinado a suceder.

—Somos tan diferentes, quisiera ser como tu —añadió Ken.

—¿Cómo yo? —Abrió los ojos—.¿Que puedo tener de interesante?

—Todo —la voz de ken era firma—. Tú eres tan inteligente; jamás nadie se toma a juego lo que dices, siempre te respetan. Eres alguien tan misterioso y enigmático, tu voz es única y tu presencia en el escenario deslumbra —dio un gran suspiro—. En cambio yo, mírame —se señalo con el dedo—. Soy tan infantil y tonto, estoy seguro que la mayoría de personas afuera piensan eso, tengo que hacer Aegyos para agradar y ser tierno —su voz se quebró un poco—. A ti todos te quieren tal y como eres, y eso te hace perfecto.

A Leo le dolían las palabras de Ken, no le gustaba verlo de esa forma, tan frágil y triste.

—¿Cómo puede ser que te expreses así de ti? —le tomo la mano, mientras Ken lo observaba—. Tú no eres un tonto y tu voz es más hermosa que la mía, no tienes idea de lo que me haces sentir cuando te escucho cantar, tu voz llega hasta lo más profundo de mi corazón, me tranquilizas y me haces ver la vida más bella, a mi me encanta que hagas tus caritas tontas como dices, que seas tan tierno y amable con todos, yo quisiera poder ser tan desenvuelto como tú, tal vez de ese modo no hubiera tenido tantos problemas en mi infancia, nadie quería estar conmigo, yo si era en verdad un tonto, todos preferían a los niños como tú, que siempre tenían una sonrisa en el rostro —lanzo un gran suspiro—. Si tuviera que definir a la perfección, eso serias tú, Lee Jaehwan.

Ken no pudo evitar temblar ante esas palabras, ¿De verdad lo hacía sentir tanto?, a la mente de Ken llego repentinamente el diario de Leo, estaba seguro, no podía ser de otra forma, en esas páginas solo podían haber escritas cosas bellas sobre él, no le quedaba ninguna duda.

—Esas personas que te lastimaron, son unos estúpidos —dijo molesto—. No sabes las ganas que tengo de abrazarte en estos momentos —mordió su labio inferior.

—Siéntate a mi lado y podrás hacerlo.

Ken creía estar alucinando, Leo le estaba permitiendo abrazarlo en un lugar público, parecía un sueño. El castaño no lo pensó ni tres segundos cuando ya estaba sentado junto a Leo aferrándolo a su cuerpo y besando tiernamente su cabeza.

—Tampoco te emociones demasiado —lo empujo tiernamente alejándolo de él.

—¡Diablos! ¿En qué momento nos terminamos la nieve? —dijo Ken sorprendido, observo las dos copas y ya estaban vacías—. ¿Nos vamos?

—Está bien —tomaron sus cosas y salieron del lugar.

Al salir del establecimiento un fuerte ventarrón de aire llego a ellos, Leo de inmediato se abrazo a si mismo sintiendo demasiado frio, Ken lo observo y se lamento demasiado el no haber usado un saco, quitárselo y poder ofrecérselo, pero de alguna u otra forma trataría de quitarle el frio. Así que el castaño rodeo el cuello de Leo acercándolo a su pecho, mientras Leo rodeo la cintura de Ken con su brazo, y así caminar juntos sintiendo la calidez de sus cuerpos. Cada vez estaban más cerca del departamento y a Ken se le acababan las oportunidades de besarlo, y ¡Vaya que lo deseaba! Ahora más que nunca, después de haber pasado una tarde tan bella con él, en ese día todo había sido tan perfecto, pero debía culminar con la cereza en el pastel, en este caso sería el beso, llegaron al departamento y antes de que se adentraran en el, a Ken se le ocurrió una idea.

—Vamos un rato al parque, ¿Shi? —junto sus manos implorándole.

—¡Estás loco!, hace mucho frio, deberíamos entrar.

—Solos unos minutos, esta solo ¡Vamos a jugar un rato!.

Leo no comprendía la insistencia de Ken pero termino por ceder, el castaño dio un salto de emoción y lo jalo del brazo junto a él, llevándolo consigo a los columpios. Ambos se sentaron y Ken comenzó a columpiarse con mucha fuerza mientras cerraba los ojos.

—¡Esto es tan divertido! —Grito— ¡Vamos Leo hazlo!

Broken Arrow (Keo -Vixx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora