En mi decimosexto cumpleaños me encuentro en un puto avión camino de la segunda ciudad más habitada de España, Barcelona. ¿El motivo? quiero empezar de nuevo mi vida olvidándome de mi pasado. Tras cinco meses y al haber acabado mi curso, convencí a mis padres, no fue nada fácil ya que son duros de pensamientos... pero al fin me fuí de mi asquerosa y repugnante ciudad, Madrid. Ahora me voy a otra para volver a cursar de nuevo cuarto de la ESO por haber repetido, lo bueno es que me cambiaré de clase y de compañeros, lo malo es que tendré que volver a dar todo desde el principio aunque no me preocupa porque soy un buen estudiante. En esta nueva ciudad intentaré alcanzar lo que nunca he alcanzado, eso que todo el mundo llama felicidad... si consigo lograr mi objetivo entonces dejaré las mentiras de una vez por todas.
Hoy es diez de julio, hace un montón de calor, estamos a más de treinta y siente grados centígrados en la sombra, me falta una hora y media para aterrizar, tengo sueño debido a que no pude dormir esta noche y los asientos no pueden ser más incómodos, la comida es vomitiva, me tocará aguantarme si antes no me da un ataque. Esto en vez de un avión parece un hospital. Mientras que los chavales de mi edad están en la piscina con sus amigos y hablando de lo que van a hacer este verano yo estoy a más de ciento cincuenta metros del suelo y asandome con este maldito calor axfisiante, definitivamente soy de invierno.
Mi nombre es Marcos, soy un chico de estatura medía, uno con setenta metros más o menos y de masa corporal normal, ni muy delgado, ni muy gordo. Pelo rubio platino natural y ojos verdes esmeralda en la claridad, y marrones verdosos en la sombra. Mi personalidad puedo definirla como cambios de humor debido a que siempre estoy pensando en que me van a atacar, voy al psicólogo por eso, mis padres me describen como un chico curioso, protector y atento, en cambio mi hermana me define como cabrón, dice que puteo mucho a todo el mundo, supongo que algo de razón no le falta. Y yo mismo me defino como homosexual, me gustan personas de mi mismo sexo y no creo que sea ningún enfermo mental como me definían aquellos compañeros de clase, la mayoría, porque luego había tres que me llevaban a los baños para pegarme y humillarme solo porque era raro, sufría bulling homofóbico y era el marginado del instituto, no tenia amigos y jamás sentí eso de estar enamorado porque nadie me dejaba sentirlo. Tengo que confesar que esto me rompió por completo y me dijé que ya no podía seguir viviendo más y me intente suicidar cortandome los antebrazos, pero mi hermana hizo lo posible para que no me fuera como yo tanto quería... por una parte se lo agradezco, pero hay algo en mi interior que me dice que la tengo que odiar, por eso nos llevamos tan mal casi todos los días. Mis padres no quiere hablar del tema, por eso decidieron cambiarme de instituto y de ciudad, porque me quería ir de ese infierno y mis padres querían que no lo hiciera más, porque decían que no pueden vivir sin mi, tonterías. Todavía tengo las cicatrices y los moratones hechos por mis compañeros, sigo teniendo un corte en el abdomen porque me amenazaron con una navaja y me cortaron como forma de diversión para ellos. Todavía me acuerdo de aquella vez en la que me humillaron y me tuve que ir de la clase llorando, me sentí como si realmente fuera cierto lo que me decían, que daba pena. Luego llegaba a mi casa y mis padres me preguntaban que porque tenía los ojos hinchados y rojos de haber llorado y yo con furia les dejaba con la duda y me metía en mi habitación pegando un portazo, mis padres veían que esto se repetía cada semana, cuando pasó un mes, sin decirme nada cogieron y fueron a hablar con mi tutor... mal opción, debido a que todavía quedaban meses para acabar el curso, cuando se enteraron los chicos, me empezarón a pegar más palizas de lo normal. Acabé magullado un día, con la boca sangrando y el ojo morado, ese día fue cuando tuve que contarles lo que me pasaba y mi orientación sexual... en ese momento creía que mis padres iban a dejarme de lado e iban a renunciar de mi como los padres que están en la antigua, pero me sorprendí porque mi madre se levantó del asiento en el que estaba sentada y llorando mientras se sentía culpable por todo lo que había sufrido me abrazó con orgullo... mi padre hizo lo mismo y me respondió con una mirada que me lo decía todo, me decía que no iba a estar solo y que jamás iban a dejar de quererme. Ese día me sentía libre y quería gritar lo más alto que podía hasta quedarme sin voz "POR FIN, AL FIN LO HICE"