Dulce locura.

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Había pasado tres minutos desde que me metí en la boca y me trague las treinta y siete pastillas, ya que las restantes se había caído al suelo, al lado de la cama con el bote al mismo tiempo. Sabía que no se habían digerido, pero también sabia que no quedaba mucho para que me quedara dormido para siempre. Mi rostro estaba desencajado, mis labios de un color blanco nieve, mi piel se volvía más blanca por minuto y mis capacidad de oído y vista se iban perdiendo poco a poco, cada vez las fuerzas iban siendo menores. Lo único que sabía era que estaba aún vivo porque algo podía oír, y oí como el timbre de la puerta sonaba con delicadeza aunque para mi fuese extremadamente ruidoso.
Mi hermana tardó medio minuto en bajar vagamente a abrir a la persona que estaba detrás de la puerta. Mi hermana se llevó una sorpresa a ver que era Rubén que decía que había venido para verme y hablarme, antes de que le ofreciese pasar oí con las pocas fuerzas que me quedaban darle las gracias por haber hecho lo que hizo esta mañana por mi, tras el agradecimiento mi hermana le ofreció pasar mientras que me gritaba que se iba a ver una película con unos amigos. A los cinco segundos de decirme esto, se oyó como la puerta pegó un pequeño portazo haciendo que solo nos quedáramos Rubén en la planta de abajo y yo muy débil en mi habitación. Cada segundo que pasaba, era un paso y una palabra del chico que se hacía más fuertes al acercarse hasta que llegó un punto en el que se me cerraron los ojos y no pude oír nada. Oía a veces pequeños golpes que pegaban a la puerta cerrada para que supiera que su presencia continuaba detrás de la habitación. El chico con decisión abrió la puerta y cuando me vio sin ninguna fuerza, tirado en en el suelo inconsciente y las pastillas a pocos milímetros de mi cara, su rostro cambió por completo, de una magnifica sonrisa pasó a una cara de miedo radicalmente.
El chico se acercó corriendo a donde estaba, hizo la suficiente fuerza como para sentarme, me colocó mi espalda en su pecho para así tener mejor ángulo para meterme los dedos en la boca, y así lo hizo, sin pensarlo dos veces metió sus dedos en mi boca hasta tocarme la campanilla haciendo que vomitara toda la cantidad de pastillas que me había tragado. Seguidamente, me desplazó al baño en brazos y con cuidado me dejó en la bañera. Cogió un cubo y lo llenó con agua fría para después hecharmelo encima, mientras que me daba pequeñas tobas en la cara y repetía con mucha frecuencia mi nombre. Después de cinco minutos largos, conseguí volver a mi color de piel y abrí los ojos con muchísimo cansancio, estaba hiperventilando hasta que el chico me cogió y me abrazó con todas sus fuerzas y lágrimas al ver que estaba mejor que hace unos pocos minutos.
Rubén: ¿Tu eres gilipollas? ¿Sabes el susto que me has metido?
¿Y si no llegó a tiempo, o si no consigo que despiertes? -dijo tras haber superado una crisis nerviosa-
Esperaba que le contestará algunas preguntas que me había hecho, pero solo me limitaba a llorar y pedir disculpas por haberlo hecho, miraba al suelo, no me atrevía a mirarlo a la cara y de vez en cuando metía un puñetazo al suelo con rabia mientras mis mejillas estaban empapadas de lágrimas. No fui capaz de articular palabra por más que lo intentara. Rubén vió que en ese momento no necesitaba una persona que me estuviera regañando, así que me cogió de las manos para que no pudiera hacerme más daño de lo que ya me había hecho, me levantó la cara por la barbilla haciendo que vieran mis ojos dañados por las lágrimas. Yo le miraba y lo único que pude hacer fue mover la cabeza de izquierda y derecha y seguir pidiendo perdón mientras gran cantidad de lágrimas volvió a recorrer mis mejillas. El chico llevó su pulgar por mis mejillas por la parte inferior del ojo para secarme las lágrimas.
Rubén: No llores ¿vale? Ya ha pasado todo, vuelves a estar aquí conmigo, a mi lado.
Marcos: Lo siento de veras... -dije mientras intentaba no tartamudear, aunque me resultaba imposible por el sollozo que tenía-
El chico me regalo una sonrisa desganada, para seguidamente acercarse a mi lentamente. En ese momento, todos los recuerdos malos que tenía me invadieron los pensamientos, y me echaron muy para atrás haciendo que tuviera que apartar la cara.
Marcos: Lo siento, no puedo hacer esto, se que te arrepentirás y no quiero que vivas con ese arrepentimiento toda tu vida. -dije mientras la vida se me hundía-
Rubén: No, perdoname a mi -dijo alejándose rápidamente con delicadeza-
Marcos: Además, tu tienes una orientación sexual diferente a la mía, y no es plan... -dije apretando los puños con frustración-
Hubo un silencio sepulcral, el cual rompió el chico ofreciéndome a quedarme en su casa hasta que me encontrara en condiciones mejores, me insistió bastante, hasta fue capaz de decirme que no iba a estar solo y que no me tendría que preocupar por nada. Yo me negaba como pude, ponía excusas que a la mínima las rompía... estaba ante una situación bastante complicada.
Pero lo más difícil no fue eso, fue cuando descubrió el mensaje que me habían mandado. Descubrió que provenía de Laura y con mucha ira me cogió de la mano y me llevó casi arrastrando hacia la salida. Una vez fuera, cerramos la puerta sin recoger nada de la habitación, y me llevó de la mano a una calle que no estaba muy lejos de la mía, nos paramos delante de una casa.
Marcos: Rubén ¿estás bien?
Le pregunté algo incoherente y como pensé no me respondió.

Todo a cambio de nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora