Llegada a Barcelona.

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Me había quedado dormido con una lágrima en el ojo derecho al haber recordado mi pasado, ese pasado que no se lo deseo ni a mi propio enemigo. Una voz dulce y que conocía muy bien pronunció mi nombre con cuidado y cariño, era mi madre, que me había despertado de mi sueño para decirme que ya habíamos llegado, que ya estábamos en Barcelona, que ya habíamos aterrizado. Me desabroche el cinturón de seguridad con cuidado, como si quisiera abrir una caja fuerte, y seguidamente me levante del asiento con energía aunque atontado por el cansancio del viaje. Delante iba mi madre la que más de una vez me dedicó una sonrisa, y detrás iban mi padre y mi hermana cogiendo el equipaje con la vista en un objetivo, salir de ese horrendo vehículo. Cuando al fin salimos del avión, estábamos en el aeropuerto en el cual habían bastantes personas, los trabajadores y los turistas, o al menos eso creía yo. Cuando pasó unos treinta minutos y preguntando a la gente, conseguimos salir del aeropuerto, no sé ni donde estábamos ni a donde dirigirnos, así que cerré la boca, no hice ningún comentario al respecto y seguí a mis padres mientras analizaba y estudiaba la ciudad, una ciudad grande y preciosa, que al tiempo de veinte minutos nos detuvimos en una casa enorme aunque polvorienta, eso en un día estaba como nueva. Decidimos entrar con la esperanza de encontrar a la inquilina, la cual pasaba por mi mente como una señora de sesenta y muchos, viuda y aburrida... pero para mi asombro era una mujer con unos cuarenta y pocos, bien cuidada y una piel brillante, con marido y dos hijos, una hija rubia con ojos marrones y no muy alta, pero era bastante guapa de cara, vestía de negro y unos dieciséis años de edad, y a su lado su hermano de quince años, el cual vestía totalmente diferente a su hermana, era de su misma altura y unos ojos marrones café hipnóticos, su pelo era negro azabache y manchado de laca, posiblemente. No se porque, pero no pude quitar el ojo a ese chico, había algo en él que me llamaba y me despertaba la atención, intentaba evitarlo pero cualquier gesto que hacia, por insignificante que fuera, mi vista volvía a aquel chico, a ese chico de labios gorditos y cara redondita, ojos grandes y sorprendidos, una nariz pequeña con un pequeño y elegante septum que me llamó la curiosidad. Mis padres y la inquilina muy bien conservada, empezaron a hablar sobre que eramos nuevos en esta ciudad y que si sabía donde estaba la casa de los "García Alameda" la inquilina con una sonrisa amigable le respondió que era la casa en la que estábamos situados y que era la dueña de tal sitio. Tras más de dos largas horas de negociaciones, mis padres aceptaron quedarse con la casa y firmaron un contrato, seguidamente la mujer ordenó a sus hijos que nos enseñaran las habitaciones y así hicieron. Cuando llegamos a la habitación del chico, sin decidirlo ni pensarlo solté la petición de que si podía ser mía esa habitación, mis padres aceptaron, y luego me dieron las maletas y mis cosas para instalarme mientras que ellos iban con la chica a seguir viendo la casa.
Desconocido: La verdad es que has elegido bien esta habitación, es la más grande, la más luminosa y la más fresquista en verano y la más calentita en invierno -dijo mientras me ayudaba a coger mis cosas y meterlas en la habitación-
Marcos: No se, me ha gustado y sin pensarlo me la he cogido antes que mi hermana -dije confuso-
Desconocido: Bueno, esta es la última maleta, te dejo intimidad, un placer y que la disfrutes.
Marcos: Gracias -dije mirando al suelo sin saber que más decirle-
Comencé a vaciar mis cosas, a barrer, a limpiar, a ordenar, a hacer las camas, a poner mi nueva habitación a mi gusto. Pasada tres horas, había acabado de colocar todo y limpiar el polvo y decidí ir a ver la casa. Mis padres ya había desmantelado las cajas y ya lo tenían todo hecho, hasta habían limpiado por fuera y por dentro de la vivienda, mi hermana estaba con el móvil en su habitación ya hecha a su gusto... la casa tenía dos plantas y un jardín, la verdad es que no me importaba ya que no salía de mi cuarto. Por un momento me sentía frustrado por no haberle preguntado al chico de antes cosas sobre él pero por otro lado lo prefiero porque no se como actuaría, no soy una persona que le guste conocer gente ya que jamás he tenido posibilidad.
Los días pasaban y los meses con ellos, se me hacía larguísimo el verano, y estaba a punto de empezar el instituto, había algo de mi que no quería que acabará el verano... en la última semana de verano me empezaron los insomnios, las ansiedades, las lágrimas... sabía que no estaba en Madrid, me adapté rápido a Barcelona, pero aún así tenía pánico por volver a pisar un aula con gente en ella.

Todo a cambio de nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora