38. Las verdades que admitimos

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Hasta que al fin decidí regresar. Llevo el bolso con mis cosas conmigo de camino a casa, luego de que pasara por la peluquería decidí que sería buen momento para volver a mi casa, así que April me acompañó a buscar mis cosas, con más emoción de la que pensé.

—Supongo que la emoción es porque volveré a mi casa, ¿cierto?

—Algo así —responde April.

Pongo mis ojos en blanco e inserto la llave para entrar. Me giro a ver la entrada de la casa de mi vecino, Jake no tiene idea de que regresé.

Ella me sigue con mucha más emoción de la que usualmente demuestra cuando está en mi casa.

—¿Por qué pienso qué me estás escondiendo algo?

—Pues... —se detiene en mi escalera, impidiendo el paso—, no estoy escondiendo nada.

En ese momento percibo algo diferente en mi casa. Observo con atención a todas partes, pero todo parece estar exactamente como la última vez que estuve aquí.

Y luego aparece mi hermano. Nathan entierra una cuchara en un envase de yogurt que estoy segura es mío.

—Hola, enana —se acerca y me abraza, su ropa estaba sucia con pintura—. Llegaste temprano.

Lo escaneo de arriba hacia abajo.

—¿Por qué estás tan sucio?

—¿Te cortaste el pelo? —sé que intenta cambiar de tema.

—No, estoy usando peluca —comento con ironía—, ¿qué está pasando aquí?

Él observa ligeramente dónde está mi amiga, ellos comparten una mirada larga. Eso aumentó mi confusión, porque jamás han sido de hablar mucho entre ellos, menos van a tener un secreto.

—Eh... nada.

—Por qué no mejor subes tus cosas, hermanita.

—¿Hermanita?

Ese yogurt estaba vencido.Es muy extraño que Nathan use un sobrenombre así conmigo o soy enana o tonta, pero jamás la "hermanita".

—¿No puedo llamarte así? Se supone que lo eres —se queja mi hermano.

April tira de mi mano, mientras observo a mi hermano con desconfianza, ella me empuja hacia las escaleras.

—No, no puedes. ¿Qué esconden? ¿Por qué estás lleno de pintura?

—¡Tú solo sube! —chilló April.

Me empuja hasta que obligadamente subo tres escalones, me quedo observandolos a ambos como si tuvieran tres cabezas.

—¿Por qué?

—¡SUBE! —gritaron ambos al mismo tiempo.

Alargo mi mano para tomar mis cosas, sin perder contacto con alguno de ellos, pero Nathan se exaspera y me arrebató el bolso antes de que pudiera tomarlo.

—Vete a tu cuarto.

Cómo quiere que suba mis cosas si él tiene mis cosas.

—Esta bien —me resigno.

Sonríen. Creo que sus cambios anímicos son de lo más extraños.

Aun así, la parte curiosa de mi mente quiere averiguar por qué tanto apuro en hacerme subir a mi habitación, así que cedí a su petición y subí.

Bostezo cuando llego arriba, a pesar de todo, realmente si quiero ir a mi cuarto y tal vez echarme a dormir un largo rato. Sin embargo, el incomparable olor a recién pintado llega a mis narices, despertándome.

Lecciones de una nerd Donde viven las historias. Descúbrelo ahora