1. Días perfectos

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El día es perfecto: el cielo está de un color azul brillante, no hay nubes. El sol ilumina a su máximo esplendor, y el pasto en el que estoy sentado es de un color verde vivo. El árbol frente a mi, es tan alto, que siento un ligero mareo al levantar mi cabeza para ver a una ardilla trepando sobre sus ramas. Mi pequeña hermana juega con su perro, mientras yo disfruto de un gran vaso de agua fría. ¿Qué más puedo pedir?

Estos son mis días favoritos, porque papá llega temprano del trabajo, y yo no tengo tareas de la escuela por hacer, así que tengo mucho tiempo libre.

Mamá nos llama desde adentro de la casa.

— ¡Ya es hora de comer!

Kenya dirige su mirada a la mía. En sus ojos veo ese aire de competitividad que le caracteriza.

— ¡A que llego primero a la cocina que tú! - dice con una gran sonrisa chimuela, mientras corre tan rápido como puede. El perro sale detrás de ella tratando de alcanzarla

— ¡Eso es trampa Kenya! - digo -¡Tu saliste primero! - Me levanto, corro rápidamente hacia la entrada de la casa, abro la puerta, recorro el pasillo y entro a la cocina. Kenya ya está sentada en una de las sillas del comedor.

— ¡Siempre gano! - dice riendo -¡Eres muy lento!

— Eso me pasa por tener una hermana atleta.

— Cole, te lo he dicho mil veces, nunca podrás ganarme.

La verdad es que siempre la dejo ganar. Obviamente soy más rápido que una niña de 6 años, pero me encanta ver su sonrisa cuando me gana en alguna competencia.
Mamá está terminando de servir los platos con la comida; por el olor, sé que hizo la lasagna que tanto nos gusta a Kenya y a mi.

— ¡Mami, se ve delicioso! - dice Kenya cuando mamá pone el plato sobre la mesa.

— Hoy es un día especial, por lo tanto, merece una comida especial- Dice mi madre con una gran sonrisa que abarca toda su cara - Su padre llegará en un par de minutos... al parecer, tiene una buena noticia.- Escucho el sonido de la puerta principal cerrándose - ¡Es él!

— ¡Papi! - Kenya se levanta de la silla de un salto y se dirige corriendo hacia nuestro padre - Te extrañé mucho. - Le rodea el cuello con sus pequeños brazos y le planta un beso en la mejilla.

— Yo también te extrañé hija,- Dice, después de devolverle un beso en la mejilla - pero ya estoy aquí.

Papá sonríe, sus ojos llenos de alegría delatan las ganas que tiene de contarnos la noticia.

— ¿Cómo te fue papá? - Digo sonriendo, mientras él termina de saludar a mi madre.

— Muy bien Cole, - Responde mientras se incorpora a la mesa - de hecho, fue un día excelente.

— ¡Cuéntales la gran noticia! - Dice mi madre con tono entusiasta - ¡Cuéntales ya!

Mi madre no es de esas que se andan con rodeos, siempre le ha gustado ir directo al grano; es completamente diferente a mi papá.

— Como les decía, fue un excelente día. - Se detiene un momento - Estaba en la Secundaria dando la clase de ecología, cuando entró la secretaria a decirme que se me solicitaba en la oficina del Decano Reth urgentemente. La verdad es que pensé que había ocurrido un problema con alguno de los alumnos, o que estaba haciendo mal mi trabajo, yo que sé. Pero, para mi sorpresa, al entrar a la oficina del Decano, lo primero que vi fue a un hombre alto, bien peinado y con un traje negro perfectamente a la medida: El Presidente Abel Chenson.

Mis oídos no pueden creer lo que acaban de escuchar. El Presidente más poderoso del mundo había interrumpido la clase de mi padre, seguramente para algún asunto importante. No puedo seguir aguantando las ganas de escuchar la historia completa, así que dejo que mi padre termine de hablar.

—¡Continúa, continúa! - Escupe mi madre de manera impaciente.

— Interrumpí su conversación cuando dije "buenos días". – Continuaba mi padre – Cerré la puerta detrás de mí y los nervios comenzaban a invadir mi cuerpo con cada paso que me acercaba al escritorio. Primero, el Decano estiró su mano para saludarme, me presentó al Presidente, al cual también le estreché la mano. El Decano me explicó que el Presidente necesitaba a su mano derecha, para atender asuntos geográficos, climáticos y ecológicos que demandaba el País, así que consultó con su base de expertos para localizar a las personas más capaces de encargarse de ese puesto, y, resultó que yo era la persona indicada. El Presidente me explicó más detalladamente el perfil de ese puesto; el empleo consistía en hacer planeaciones para tener un mejor rendimiento de las cuestiones climáticas, realizar investigaciones para evitar futuros problemas en el ambiente, implementar nuevas ideas para la ecología y lo más importante, continuar con el proyecto "CCM", que quedó inconcluso con la repentina muerte del responsable anterior; además de que mi sueldo sería diez veces mayor al que cobro actualmente como profesor de la secundaria y recibiría una casa en la mejor zona de la capital; por si fuera poco, un seguro de vida para todos los integrantes de mi familia directa, incluido yo.

— Wow – Solté con tono sorpresivo - ¡Eso suena genial papá!

— Hay una cosa más. – Dijo mi padre, bajando la mirada y cambiando su tono de voz – Ese puesto requiere muchísimo tiempo, así que solo podré verlos dos o tres veces al mes, pues es indispensable viajar a todos los rincones de la república, al igual que a otros países para realizar las investigaciones necesarias.

Lo sabía, sabía que ese "perfecto" empleo, tendría su lado negativo.

— ¿Eso significa que ya aceptaste el puesto? – Pregunté con desilusión.

— Sí. – Respondió papá con temor - ¿Hice mal?

— ¡Sí! – Gritó Kenya con los ojos llenos de lágrimas – ¡No debiste aceptar! ¡Lo hiciste porque ya no nos quieres!

Mi padre se levanta rápidamente de la silla dirigiéndose a Kenya y poniéndose de rodillas para estar a su altura. Toma la pequeña cara de mi hermana entre sus manos y le explica con tranquilidad que nunca ha dejado de querernos y que nunca dejará de hacerlo, pues somos su más grande tesoro, somos lo más valioso que él pueda tener.
Kenya ignora sus palabras, y empuja a papá para quitarlo de su camino y así, salir corriendo hacia la puerta de la cocina. Escucho el sonido de sus fuertes pasos subiendo por las escaleras que dan hacia su habitación.

— ¡Kenya! – Grita papá con esperanza – ¡Regresa aquí!

— No te preocupes papá, – Digo, tratando de tranquilizarlo – ya se le pasará.

Empezamos a comer la lasagna, que ahora está fría, pero, que esté fría no significa que dejará de estar deliciosa.

Un fuerte grito que me paraliza el corazón se escucha desde la parte de arriba de la casa: Kenya.


Las Armas de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora