Nunca me había sentido tan impotente. La discusión que tuve ayer con mi padre me hizo reflexionar toda la noche, creo que él tiene razón, es decir, ¿por qué el gobierno nos ocultaría una información de esa magnitud? Confiaré en mi padre, confiaré en el gobierno de Aurgart.
Es hora de ir a la preparatoria, estuve revisando las noticias en Internet, la información decía que no habría suspensión de actividades por lo sucedido el día de ayer, también decía que ya era seguro salir, para mí está bien, tengo muchas ganas de salir de mi casa.
Comienzo a vestirme, pantalón formal gris, camisa de botones blanca, suéter del colegio color negro y por último mis zapatos negros. Voy directo al baño, me lavo la cara, me peino y bajo a la cocina por el desayuno. Mamá preparó hot-cakes, solo me comí uno y un poco de jugo de naranja. Mi padre ya no estaba en casa cuando bajé a desayunar, mamá me dijo que tuvo que salir muy temprano a seguir arreglando asuntos de su nuevo trabajo.
Salgo de mi casa a la parada del autobús, el pavimento aún sigue húmedo, pero ya no hay tanto desorden como lo había ayer. Fueron aproximadamente cinco minutos los que tuve que esperar para que el autobús pasara a recogernos, a mí y a varias personas más. Escuché un par de comentarios de la gente, discutiendo sobre la tormenta y las consecuencias que ésta dejó. El chofer abre la puerta y las personas comienzan a subir, yo soy el último en hacerlo. Curiosamente no veo a nadie con los uniformes escolares, supongo que los padres prefirieron no exponer a sus hijos, por temor a que ocurra algo nuevamente. Casi todos los asientos están ocupados, excepto uno doble que está en la penúltima fila, no dudo en tomarlo. No me gusta sentarme del lado de la ventana, siempre me ha causado dolor de cabeza. El chofer cierra la puerta del autobús y enciende de nuevo el motor, arranca enseguida.
— ¡Espere! ¡Espere! – Grita una voz femenina desde afuera – ¡Deténgase, por favor!
El conductor detiene el autobús y abre la puerta de entrada. Intento observar quién es la chica que gritó hace un momento pero los asientos de la derecha me cubren más de la mitad de la vista, lo único que alcanzo a percibir es una cola de caballo alta color castaño, con el resto del cabello suelto, el cabello se le mueve de un lado a otro al correr para alcanzar el autobús. Entra de manera agitada, con la mano en el pecho y respirando pesadamente.
— Lo... Siento – Dice pausadamente – Gracias... Por... Esperarme.
El chofer no le contesta, solo arranca la máquina.
Ella lleva puesto el mismo uniforme que yo, cambiando el pantalón por una falda que le llega apenas un poco arriba de las rodillas. Recorre el pasillo y se dirige directamente al asiento vacío que queda al lado mío.
— Disculpa, ¿podría sentarme ahí? – Pregunta, señalando con los ojos.
— Claro, solo... – Me levanto del asiento y ella toma el lugar del lado de la ventana. El movimiento que hace deja un aroma fresco, una mezcla de fresas y flores dulces.
— Gracias. – Me dice justo al sentarse.
— No hay de qué – Respondo y recupero mi lugar.
El camión en movimiento recorre su camino para llegar al centro, pasa por varias de las principales avenidas de la ciudad. Edificios, centros comerciales, parques y hasta el zoológico está completamente mojados, las carreteras están cubiertas de cientos de vidrios, palos, tuvos y ramas de los árboles. Hay muy pocos autos circulando.
Poco a poco el autobús se comienza a vaciar, las personas llegan a sus destinos y bajan por la puerta trasera. La última parada es la de la preparatoria en la que yo curso, está a dos cuadras de la Plaza Madre, en menos de diez minutos estaremos ahí.
Escucho un tono de llamada telefónica, pero no es el mío, proviene del de la chica a mi lado. De reojo, observo sus movimientos, busca entre todas las bolsas de su mochila, cuando lo encuentra, lo mira por un momento y pone los ojos en blanco, presiona en la pantalla y acerca el celular a su oreja.
— ¿Qué quieres? – Su tono de voz es un tanto enfadado. – Si... ajá... estaré bien... yo sé cuidarme... dile que ya no soy una bebé... Igual te odio, adiós. – Se retira el celular de la oreja y toca la pantalla. — Lo siento, – Dice dirigiéndose a mí – hermanos menores.
— Descuida, no hay problema. – Respondo – También tengo una hermana menor y sé lo que es lidiar con ella. — ¿Qué acabo de hacer? ¿Por qué dije eso? Creo que a ella no le importará realmente si tengo una hermana o no, soy muy malo hablando con chicas lindas.
— Ya lo sé, es desesperante tener que soportarlos, lo peor de todo es que mi hermano está en la etapa de la rebeldía, tiene quince años y se siente el hombre de la casa, siempre trata de protegerme como si aún fuera una niña.
Creo que hablar de los hermanos menores fue una buena idea.
— Esa es una de las etapas más difíciles para un chico, – Comento – tratamos de sentirnos superiores para poder convertirnos en hombres. Tomamos el control de la situación, aunque no siempre sabemos cómo resolverla.
— ¡Justo así es Jake! Nunca obedece a mis padres y hace lo que se le da la gana.
— Ese comportamiento tendrás que aguantarlo por un par de años más, hasta que madure y entienda lo que hace.
— ¿En serio? Entonces me esperan unos largos años, y conociéndolo bien, quizá tenga que esperar muchos más de lo que tu dices, es un tonto.
Un silencio incómodo flota en el aire, no sé que más decir.
— ¿Cuántos años tiene tu hermana? - Ella rompe el silencio, gracias a dios.
— Ella es mucho más pequeña, tiene seis años, pero créeme, también hay días en los que es insoportable, traviesa y berrinchuda.
— Qué linda, así era yo cuando era pequeña, nadie podía controlarme, era un desastre. Mi padre solía llamarme "tornadito", decía que era el nombre adecuado para mí. Por cierto, me llamo Aira Wood.
Por algún motivo, su apellido me suena familiar. Trato de hacer memoria... ¡Claro! Es la hija de los amigos de mis padres, a los que la tormenta les destruyó su casa.
— Yo soy Cole, Cole Kingells.
Escucho una pequeña explosión de la parte trasera del camión, este sale de control, se mueve de un lado a otro, sacudiéndonos rápidamente. Me aferro lo más fuerte que puedo a las agarraderas de los asientos de enfrente.
— ¡Sujétate muy fuerte! – Le grito a Aira.
Las llantas comienzan a rechinar, el chofer intenta frenar el autobús, no lo logra.
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Las Armas de Dios
Science Fiction¿Recuerdas haber tenido un "día perfecto"? Yo casi lo olvido. Todo inició un día hermoso, lleno de sol y aire fresco, entré a mi casa y cuando salí al jardín, el cielo se oscureció en un par de segundos, la tormenta se desató, y desde entonces, nad...