Capitulo 9

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Me tiré al suelo, sudando, dolorida y cansada, ¿qué demonios eran esos calambre y pitidos? Apoyé mi espalda en la pared sintiéndome débil, como si acabara de nacer. Y eché mi cabeza hacia atrás, ¿qué me estaba ocurriendo?

Mi respiración volvió a ser la de siempre, relajada y continua, a un ritmo normal, me levanté y busqué mi móvil por encima de la mesa, revolviendo todas las cartas. Lo desbloqueé e inconscientemente estaba llamando a Jesús, sentía que era el único que podía entenderme y explicármelo todo.

- ¿Mery? –la voz de Jesús retumbó en mi cabeza, hacía muchísimo que no la escuchaba, tan grave y ronca, además de tierna. Sonó preocupado y sorprendido. Unas lágrimas cayeron por mis mejillas-. Ey... Estoy aquí, no llores... Llegaré a tu casa en cinco minutos, no te muevas de ahí –su voz cálida hizo que se me erizara el bello, era tan dulce que debería estar prohibido.

Con lentitud y bastante torpeza caminé hacía la cocina para hidratarme un poco. Cogí uno de mis vasos favoritos de cristal, tenía detalles en verde que hacían a ese vaso muy entrañable. Abrí el grifo del fregadero, haciendo que el agua corriera rápidamente. Primero comenzó a salir de su color natural, pasó por naranja, amarillo y, de nuevo, transparente. Llené el vaso y bebí como si nunca lo hubiera hecho, de un trago y sin respirar casi.

Volví a sentarme en el suelo, con la espalda y cabeza apoyadas en uno de los muebles de la cocina y mis piernas totalmente estiradas delante de mí. Cogí aire con fuerza y me quedé observando los dedos de mis pies, olvidándome de todo lo de mí alrededor, de mis problemas y mis dolores, sumiéndome en mi mundo.

- Pequeña –esa voz... La podía reconocer a kilómetros y con muchísimo jaleo. Levanté mi vista y ahí se encontraba el delante de mí, con su preciosa barba y su gesto de "todo va a salir bien" Sin quererlo, las lágrimas brotaron de mis ojos-. Shh, no llores, estoy aquí, contigo –su voz desprendía seguridad, al igual que su mirada fija en mí, en mis ojos.

Me abalancé sobre él, apoyando mi cabeza en su hombro, sintiéndome segura y llorando como un crío, indefensa.

*****

Abrí mis ojos con esfuerzo. Estaba metida en la cama y arropada hasta el cuello. Unos brazos me mantenían sujeta con fuerza. Levanté mi mirada y me encontré con Jesús profundamente dormido. Justo en la mesita de noche estaba mi reloj, que marcaba las cuatro de la mañana, ¿Cuánto tiempo llevaba dormida? Me removí suavemente para poder librarme de los brazos musculosos y fuertes de aquel maravilloso chico y así poder levantarme. Tardé cinco minutos en liberarme, pero lo conseguí y él ni lo notó.

Caminé sigilosamente hasta el servicio, necesitaba estar un rato sola y tranquila para pensar. Me senté en el inodoro y comencé a enumerar todos los acontecimientos. Primero, el hospital totalmente vacío; dos, Nacho llorando y corriendo de mí; tres, mis calambres y los sonidos infernales; cuatro, la sorpresa de Jesús al escucharme. Todo aquello me llevaba por la calle de la amargura.

- Hola preciosa –salí de mis pensamientos para fijar mi mirada en Núñez. Estaba completamente despeinado, con el torso al aire, dejando ver así sus músculos marcados y su cuerpo bien cuidado, lo único que lo tapaba eran unos pantalones de chándal que le caían en la cintura, haciendo que se viera más sexy de lo normal Aquel chico era como in dios griego y, por suerte, estaba aquí conmigo. Mordí mi labio inferior y lo miré de arriba abajo repetidas veces para no dejarme así ningún detalle-. Deja de mirarme así o no me haré cargo de mis actor, cielo –susurró de manera demasiado sensual, caminando lentamente hacia mí. Me rodeó con sus brazos, sacándome así una sonrisa. Acepté el abrazo encantada, y rodeé su cintura con mis diminutos brazos.

- Es tu culpa por ir así, vas provocandocomenté mientras le dedicaba una sonrisa angelical y me separaba de él, quedando a centímetros suyo.

- Tú eres la que pegas calor y te abrazas como una lapa, pequeña –entrecerré los ojos, alucinando por sus palabras. Le golpeé con el brazo izquierdo levemente y, cuando me dispuse a golpearlo con la otra mano, me frenó, agarrando ambos brazos por mis muñecas. Me sacó la lengua de forma juguetona.

- Idiota –dije mientras rodaba mis ojos y fruncía el ceño-. No sé por qu... –no pude seguir hablando ya que Jesús pegó sus labios a los míos. Su lengua pasó ferozmente por mi labio inferior intentando abrirse paso hacia el interior, el cual yo le di encantada. Soltó mis muñecas y posó su mano derecha en mi nuca, la derecha pasó desde lo más alto de mi espalda hasta mi cintura acercándome a él los pocos centímetros que nos separaban, estando así cuerpo con cuerpo.

Nos separamos a causa de la falta de aire y, de un salto, estaba rodeando su cintura con mis piernas y el sujetándome por la trasero. Enredé mis dedos en su pelo alborotado y el comenzó a besarme la mandíbula, el cuello, la clavícula y parte de mi pecho mientras caminaba hacia la cama.

Me tumbó sin parar de besarme, colocándose encima de mí, con las piernas dentro de las mías, haciendo que estuviera completamente abierta para él. Me quitó la fina camiseta que llevaba, dejándome en sujetador. Besó todo el contorno de mis pechos, desasiéndose, sin parar de besarme, de mis pantalones, y sucesivamente de mi ropa interior, dejándome totalmente expuesta, aunque poco me importaba. Se quitó sus pantalones y bóxers en un abrir y cerrar de ojos, dejando su erección libre, y siguió besándome apasionadamente. La temperatura comenzó a subir y se sumergió en mí, haciendo que fuéramos solo uno.

Pasó un largo tiempo tumbador, yo encima suya, respirando a la vez, pudieron ser horas las que estuvimos así pero no importaba, era un silencio y un ambiente maravilloso, deseaba pasar así el resto de mi vida. Besó mi frente y acarició mi espalda, produciendo un escalofrío en mí, no era normal lo que este hombre me podía llegar a producir en solo dos segundos.

- Cielo, creo que me tienes que contar algo... -comentó mientras se separaba de mi. Seguramente se refería a mi llamada.

- Yo te contaré sobre mi llamada pero... Tú me dirás qué demonios me pasó –mi voz se quebró levemente, aunque me mantuve seria, tapándome con las sabanas.

- Vale pero, empieza a hablar tú –su voz era grave, seria y algo preocupada. Suspiré y comencé a recordarlo todo para ordenarlo en mi mente y decirlo todo sin saltarme ningún detalle importante.



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