Prólogo

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-Tu hermano me asusta -susurró Nina y Cameron la miró con una sonrisa divertida- de verdad, ¿qué hace aquí?

-Es mi casa también, niña -escuchó a sus espaldas una voz seca. Nina se silenció, lívida- ¿tú no tienes una casa? Siempre estás por aquí.

-Caleb, no seas así... -Cameron la defendió, enviándole una mirada asesina con sus ojos azules- está de vacaciones -le contestó bajo a Nina, en cuanto él empezaba a alejarse.

-Creo que es hora de que vaya a casa -se levantó. Cameron le sonrió, tocándole el brazo con suavidad- te veré luego.

-Nina, no le hagas caso -le acarició la mejilla con una risita- sonríe.

-No -Nina cruzó sus brazos con terquedad.

-Vamos, sonríe para mí -volvió a pedir con una gran sonrisa en su rostro- sé que te mueres por sonreír.

Nina frunció los labios pero eso no evitó que una sonrisa aflorara a ellos. Era inevitable. Cameron siempre lograría arrancarle una sonrisa, aún en los momentos más difíciles. Por eso era su mejor amigo, él le había dado todo el sentido a la palabra amistad.

-Así está mejor -Cameron le acompañó hasta la puerta- le avisaré a mi mamá que voy contigo.

-Vivo en la casa de al lado, Cameron. No me perderé...

-Aún así, iré contigo -le avisó a gritos a su mamá que iría a casa de Nina y salieron bajo el intenso sol de aquel verano.

Nina tenía 11 años, al igual que Cameron. Lo había visto en la escuela, aún antes de saber que eran vecinos. Se habían mudado hacía poco más de 4 años. Se habían vuelto inseparables desde el primer momento, en que la profesora les había asignado una tarea en grupo. Nina adoraba los ojos risueños de Cameron. Lo adoraba a él.

-No, detente -Nina gritó en vano cuando un chorro de agua fría la bañó por completo- esto no es gracioso, Cameron -se quejó y él se limitó a reírse. Ella corrió hasta la cocina de su casa. Cameron se preocupó, no quería que Nina se enfadara con él. Sin embargo, unos minutos después, ella corría hacia él con un enorme jarrón.

-Nina, no... -rió Cameron y se dejó alcanzar por ella. Después de todo, hacía mucho calor y él había empezado- ¡tú estás más seca que yo! -la tomó entre sus brazos y rieron juntos, mientras él los empapaba con la manguera que aún sostenía y minutos antes, regaba las plantas del jardín.

-Niños, ya basta -la mamá de Nina los regañó con una sonrisa- entren, deben secarse.

Cameron aún tenía la ropa bastante húmeda cuando regresó a casa. Caleb lo miró de la cabeza a los pies, con una ceja arqueada.

-Ha llovido bastante en tu camino -se burló y Cameron puso en blanco los ojos, conociendo el humor extraño de su hermano. Así había sido desde que pasó a ser un adolescente.

-Déjame tranquilo, Caleb -Cameron quiso abrirse camino pero él le bloqueó la puerta.

-Permíteme pensarlo... -Caleb simuló mirarse la mano con atención- no.

-¿Por qué no me dejas tranquilo? ¡Le diré a mamá!

-Eres un niño aún -rió y le dejó pasar porque escuchaba los pasos de su madre acercándose- ¿qué?

-Te odio. Eres el peor hermano que existe.

-Gracias. No estoy muy feliz de ser tu hermano tampoco.

-¡No, de nuevo! -su mamá se acercó suspirando con cansancio- ¿otra vez discuten? ¡Caleb, apenas llevas tres días aquí!

Caleb se encogió de hombros y se fue hacia su habitación, ignorando el comentario de su madre y a su hermano menor, que estaba seguro, empezaría a gimotear por alguna cuestión. Estaba tan cansado de estar ahí. Ni siquiera se sentía como su casa. Porque no lo era.

Cerró la puerta estrepitosamente, para que su mamá no se atreviera a molestarlo. Se colocó unos audífonos e intentó no pensar en nada. Odiaba estar ahí, esa pequeña ciudad era asfixiante. Era obvio por qué había decidido marcharse, una suerte que su Universidad quedara en otro lugar, lejos, donde nadie sabía nada de él.

Sí, en esos 3 años que estuvo ahí, para terminar la secundaria, se sintió totalmente miserable. Por si no fuera poco perder a su padre, su mamá había decidido que lo mejor era mudarse a otra ciudad. ¿Cómo podía siquiera haberlo pensado? ¡La odiaba! Y odiaba estar ahí... solo quería que el verano terminara pronto. Pero pronto, no llegaba demasiado rápido. Lo único que quería, era marcharse. ¿Esa era la solución, no?

***

-Lo siento tanto, Cameron -Nina lo abrazó con fuerza- tu hermano es horrible.

-Lo sé -suspiró con cansancio- tienes suerte de ser hija única.

-No tanta -ella lo miró con cariño- desearía que tú fueras mi hermano.

-Y yo desearía que tú fueras mi hermana -sonrió por primera vez en aquella tarde- ¿crees que la heladería aún este abierta?

-Quizás... ¿vamos? -Nina se animó junto a él.

-Vamos -él le empujó un poco y Nina lo miró con sus ojos castaños llenos de infantil diversión- ¿crees que podrás ganarme a una carrera?

-Siempre lo hago -soltó con orgullo y empezó a correr con fuerza, para atravesar la plaza hasta la heladería.

Compartieron una copa de helado de chocolate y fresa, charlando sobre la proximidad del festival de verano y el posterior regreso a clases, lo que no los animaba particularmente.

-Lo único bueno de clases, es que podemos vernos más horas -Cameron dijo y Nina lo miró con una sonrisa- nuestras travesuras son las mejores.

-Pero cada vez menos frecuentes -Nina suspiró con nostalgia- ¿recuerdas hace unos años, cuando apenas llegaste?

-Sí, es cierto. Es que vamos creciendo... -Cameron comentó pensativo- pero te prometo algo.

-¿Qué será?

-Que no importa el tiempo que pase, nuestra amistad no cambiará.

-Pero, Cameron...

-Lo prometo. Yo seré tu amigo siempre.

-No, no solo mi amigo -Nina elevó sus ojos castaños hacia él- mi mejor amigo.

Cameron asintió y le tomó la mano brevemente, antes de notar lo que estaba haciendo. Enseguida se sonrojaron y sin mirarse, se levantaron a pagar la cuenta.

-Te he visto llegar con tu noviecita, ¿se divirtieron? -se burló Caleb en cuanto Cameron atravesó el umbral de la puerta- ¿qué hicieron? ¿jugar a la casita?

-¿Por qué te gusta tanto molestarme? Se supone que eres mi hermano...

-¿Y? ¿Para qué estaría aquí sino es para fastidiarte? -rió con cinismo.

-Lo único que quiero es que termine el verano para que te vayas.

-Es mi deseo también -dijo con tono sombrío Caleb-. Detesto este lugar y a todas las personas que viven aquí.

-Nunca hiciste un esfuerzo por ser feliz aquí.

-Porque no tenía por qué hacerlo. Yo era feliz en mi hogar, no teníamos por qué mudarnos.

Cameron lo miró sorprendido. Por un instante, Caleb había parecido humano nuevamente. El hermano que hacía tantos años no había visto. Pero, solo fue un instante.

-Tú no lo entenderías. Eres feliz aquí con esa niña que te sigue a todos lados.

-¿Y eso qué? ¡Es mi mejor amiga!

Caleb se rió sonoramente. ¿Su mejor amiga? ¿Una chica?

-Sin duda, eres un niño. Tan solo eso.

Cameron lo miró sin entender a qué se refería. Pero tampoco quería averiguarlo. Fue hasta la cocina, para saludar a su mamá, que seguramente se encontraba cenando.



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