Nina miró como Caleb se levantaba de la mesa, apenas le dirigía una mirada y un saludo en voz baja, antes de alejarse hacia la caja y entregar la cuenta que le habían entregado. ¿Por qué se comportaba así? ¡Sus cambios la volvían loca! Y no, estaba equivocado. No le desagradaba, solo que era complicado. Era tan extraño.
Decidió que ese día no comería postre. Se había pasado diez minutos frente a la carta, pensando que ordenar y simplemente no. Caminó hasta la caja para pagar.
–Señorita, aquí tiene su cambio –Nina sonrió y le entregaron un paquete también.
–Disculpe, yo no ordené nada más –soltó con inseguridad.
–El caballero que ha compartido su mesa pidió que le envolviéramos un soufflé.
Nina lo tomó confusa, intentando entender lo que el mesero acababa de decirle. ¿Caleb había hecho qué? ¿Por qué? ¿En verdad, Caleb? ¡¿Por qué?!
–¿Está seguro? –inquirió dudosa.
–Sí, el señor ha ordenado específicamente para usted ese postre.
¿Un soufflé? ¿Para ella? ¿Cuál sería la razón de que él hiciera algo así por ella? ¡No tenía sentido! Odiaba que Caleb fuera tan impredecible y extraño. ¿No se suponía que era completamente aburrido y normal? No con ella, al menos.
Cuando llegó a casa, Nina lo probó y sabía delicioso. Sentía como la textura se fundía en su boca y... ¡realmente sabía a gloria!
Rara vez variaba en postres y si no contenían chocolate, mucho menos se animaba a probarlos. Pero en este caso, había estado equivocada. Y, nada más y nada menos que, Caleb se lo había demostrado.
Tomó otro bocado y cerró los ojos. Sin duda, era increíble. ¿Cómo podía no haberse atrevido a probarlo antes? ¿Por qué, precisamente, Caleb había sido quien se lo había dado?
Caleb... se estaba volviendo una caja de sorpresas y no sabía si eso le gustaba.
***
Nina se sentía impaciente porque la cena terminara. Puso los ojos en blanco una vez más, intentando ignorar las palabras de Kristen. Después de todo, ¿por qué la escucharía? El hecho de que pudiera casarse con su mejor amigo y romperle el corazón no eran motivos suficientes para que la considerara alguien importante. Sino peligrosa.
De pronto, sus ojos se desviaron hacia Caleb. Se encontraba solo, como de costumbre, parado en un rincón alejado, con aire distante. Daba la impresión de que no quería que se acercaran y, de hecho, nadie lo hacía. Lo podía sentir, él no estaba interesado en charlar y su postura denotaba eso. Tan frío.
Solo que, no siempre era así. Nina no lo había notado, o quizá no había querido admitir que lo notaba, pero muchas veces él sonreía. Realmente, sonreía. Una sonrisa genuina, fugaz y hermosa. Pero, rara vez dejaba que alguien la viera, parecía decidido a parecer lo más miserable que pudiera y que quien sea que se atreviera a estar a su lado, se sintiera igual.
Y todo tendría sentido. Su personalidad, su manera de tratar a los demás, su dura apariencia... si no fuera por esa sonrisa. Le cambiaba el rostro, sus ojos se volvían tan cálidos aunque no perdían su agudeza. Él era un enigma.
Además, le había obsequiado un soufflé. Lo que mucho menos sentido hacía. Quizá debía acercarse a hablarle. Aprovechó que alguien llamó la atención de Kristen y se escabulló hasta donde estaba él.
–Eres tan divertido, Caleb –soltó Nina con ironía a su lado. Él giró su rostro para mirarla, mientras arqueaba sus cejas–. ¿No lo crees?
–¿Qué? –pronunció con sorpresa. Carraspeó–. ¿Estás hablando conmigo, Nina?
–Claro, ¿acaso hay otro Caleb por aquí? –giró la cabeza como si empezara a buscar a su alrededor–. Creo que no.
Caleb sonrió, solo un poco. Pero su rostro volvió a ser el mismo en un instante.
–Supongo que no. Es solo que, si no recuerdo mal, te disgustaba mi presencia.
–Eso no es cierto –Nina se quitó un mechón de cabello de la mejilla.
–Sí, lo es. Lo dijiste muy claramente. Querías que me fuera de mi propia casa.
–¡Ah, eso! –rió divertida–. Fue cuando tenía once, Caleb.
–¿Y ya no? –soltó con tono casual y Nina ladeó su rostro para mirarlo.
–¿Podemos pretender que no eres el idiota de siempre y que yo no te odio? Solo por hoy... ¿no te parece que sería interesante? –propuso Nina con una sonrisita de burla. Él le correspondió con otra igual.
–¿Por qué no? ¿Qué tan insoportable puedes ser? –dijo pensativo Caleb y Nina le golpeó el costado con el codo–. ¡Hey!
–¿Qué? No estás siguiendo el juego...
–Bien, no ser idiota y tú no me odias –repitió y la miró con sus ojos azules intrigados–. ¿Por qué?
–Por ningún motivo en especial –Nina se encogió de hombros.
Cameron miró a Nina con preocupación. En todos los años que la había conocido y realmente se sentía como toda una vida, no recordaba haberla visto así. Tan... ¿fascinada? ¿Podría llamarle así? Porque ponerle otra palabra era demasiado escalofriante. Vamos, ¿Caleb y Nina? Era una de esas cosas que simplemente no pasaban. Eran tan opuestos como el día y la noche. Nina era tan frágil y Caleb tan duro que... No, definitivamente estaba alucinando.
Observó nuevamente a Nina. Su sonrisa y como ella ladeó su rostro hacia Caleb, para darle un golpe en el costado. No, no era una pesadilla. Realmente estaba pasando.
–Mmm... –Caleb soltó dudoso a su lado.
–¿Qué? –Nina le advirtió con la mirada. Él sonrió. Nina sintió que podía desmayarse.
–Quiero entender tu repentina amabilidad conmigo.
–¿Acaso no soy amable siempre contigo? –Nina se preguntó cómo era con él. Realmente, nunca lo había pensado demasiado.
–Eres amable con todos –contestó.
–Pero... –sus ojos castaños lo miraron con suspicacia–. Sé que hay un pero.
–Pero –aceptó Caleb divertido–, no conmigo –soltó con un deje sombrío.
Nina se sorprendió por las palabras de Caleb. ¿Eran ciertas?
–Quiero darte las gracias –omitió comentar Nina lo que él había dicho–. El soufflé, me encantó.
–De nada, pensé que te gustaría.
–¿Por qué?
–Porque hace que piense en ti –confesó Caleb con voz extraña. Nina lo miró de inmediato, intentando descifrar el sentido de lo que él había dicho.
–No me desagradas, Caleb –susurró Nina con una sonrisa. Los ojos azules de él se iluminaron por un momento–. De hecho, creo que me agradas bastante.
–¿Recuerdas que dije que no es como si me gustaras? –preguntó Caleb y Nina asintió–. Bueno, mentí.
–¿A qué te refieres exactamente, Caleb?
–Nina, tú... –el ambiente de complicidad se esfumó cuando llamaron para hacer un brindis. Les entregaron unas copas para el propósito y se quedaron en silencio.
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Si supieras
RomansNina recibe una noticia inesperada. Su mejor amigo Cameron, del que ha estado enamorada en silencio durante años, está a punto de casarse. Desesperada, recluta la ayuda de Caleb, el frío hermano mayor de Cameron, quien podría ser la clave para aleja...