–Tienes toda la razón, no me interesa –Caleb cruzó sus brazos con cansancio– y no estaría aquí de no ser porque tu noviecita me lo pidió.
Cameron elevó sus ojos azules de inmediato, con incredulidad. ¿Qué había dicho? ¿Quién?
–Sí, ella me hizo una visita –sonrió cuando Cameron frunció el ceño–. ¿Qué? ¿No te gustó la noticia?
–Caleb, si te refieres a Nina...
–Ah, entonces sí que lo sabes.
–¿De qué rayos hablas? –increpó Cameron exhausto. No había tenido una muy buena semana–. ¿Qué quieres, Caleb? Y, deja a Nina fuera de esto.
–¿Dejarla? Yo no la he involucrado en nuestras vidas.
–Caleb, es mi mejor amiga y...
–Sigue pensando eso –contestó automáticamente.
–¿Podrías ser más claro?
–¿Más? –Caleb emitió una risa seca–. Solo contesta, ¿continuarás con la idea de la boda?
–Sí –respondió con seguridad–. Por supuesto que sí.
–Entonces, deberías decírselo tú mismo –se encogió de hombros– para que ella pueda continuar con su vida.
–Yo no la estoy deteniendo, Caleb. Es mi mejor amiga.
–¿Podrían ser los dos más idiotas? –puso en blanco los ojos.
–Déjame tranquilo, Caleb. Y a Nina también.
–¿O qué? –sonrió con cinismo.
–No dañarás a Nina, ella no merece que...
–¿Dañarla? Deberías empezar a escuchar tus consejos –arqueó una ceja con burla– y cuidar lo que haces y dices a su alrededor.
–¿Yo? ¡Si es mi amiga y la quiero! Además, eres tú quien siempre se comporta como un idiota frente a Nina.
–Sí, pero ella no es nada mío, Cameron –terminó con tono frío Caleb y giró–. Creo que iré a descansar, pareció un viaje eterno. Te veo más tarde.
Escuchó que la puerta se cerró tras de sí y se encaminó hacia su auto. Miró brevemente hacia la casa de Nina y sonrió levemente. Tendría que hacer algo con ella, para que dejara de pedirle que se involucre en la vida de Cameron.
Es que no le interesaba... pero ahí estaba, una semana después de la visita de Nina, volviendo a aquella ciudad, solo para decirle a Cameron que desistiera de la idea. Era demasiado joven, le había dicho. No podría enamorarse en tan poco tiempo...
Bueno, tal vez no lo había manifestado con esos términos pero... era igual. La idea estaba ahí y, sí, su hermano era testarudo. ¡Escasamente tenía 23 años y quería casarse!
Tremenda estupidez. Y, en primer lugar, él no debería estar opinando sobre eso. Cameron tenía razón, nunca habían sido realmente hermanos, apenas se dirigían un par de palabras las pocas veces que Caleb llegaba de visita, que eran contadas y en fechas definidas. ¿Por qué ahora, repentinamente, le interesaba lo que él hiciera?
Pues, claro que tenía una razón. Pero, él no podía decírsela. Sería tan... imposible de comprender. No se atrevía a admitirlo ni siquiera para sí mismo. Quizás un par de veces a la semana... en general, trataba de no pensarlo demasiado.
Porque, su mundo estaba perfectamente bien como era. Tranquilo, frío y libre de emociones que nublaran su juicio.
Había creído que todo estaba bien durante años porque, cuando pensó que no volvería a sentir nada más que resentimiento en su corazón, si es que aún tenía uno, descubrió que sí. Podía sentir algo más. Diferente, cálido... ¿podía enamorarse de la persona equivocada?
La respuesta era obvia. Sí.
Porque, cuando el odio y el resentimiento remitieron, dejaron un gran vacío. Él se sintió vacío, y esa sensación era tan extraña. Liberadora y atemorizante a la vez. Y... simplemente pasó.
Fue un instante. Ella había llegado en el momento preciso, era tan imposible. Tan absurdo. Y lo sintió. Al contacto de sus labios... Nina. Simplemente, Nina.
Siendo esa la realidad. Uno, Nina lo odiaba. Dos, ella estaba enamorada de su hermano. Tres, él la había amado durante 4 años.
Era bastante obvio quien era más idiota que Cameron. Él mismo. Era totalmente patético. Y por eso no quería hablarle de nada remotamente relacionado a un impulso de amor. Porque, quizás si Nina supiera... si ella sintiera algo diferente... él no pensaría igual. Él no pensaría en absoluto. Nina...
–¡Caleb! –él giró instantáneamente, tras detenerse al escuchar su nombre–. Viniste...
–Si, vine... –murmuró, intentando guardar los pensamientos que había tenido minutos antes. Ahí, frente a sí, estaba materializada la mujer que los había estado ocupando. ¡Sí que tenía sentido de la oportunidad!–. Tenía que mirar algo por aquí y dije... ¿por qué no?
–Sí, como no –Nina sonrió elevando su barbilla–. Lo sabía, no podía ser diferente.
–¿De qué estás hablando? –inquirió con recelo.
–De ti. ¡Sabía que te importaba Cameron! –completó con alegría.
Caleb se limitó arquear una ceja por lo irónico de la situación. Muy al contrario, ni mínimamente Cameron era la razón de su presencia ahí, sino ella. Nina. Por eso no le gustaba venir. Siempre que lo hacía, parecían destinados a encontrarse... y, generalmente, eso no terminaba nada bien.
–Seguro... –comentó incómodo, sin saber bien qué decir.
–¡Oh, lo siento! Imagino que debes irte... –Nina miró hacia su casa–. Te he visto pasar porque estaba en la sala y... ¿has hablado con Cameron?
–Sí, lo hice.
–¿Y qué te dijo?
–¿Por qué no se lo preguntas directamente?
–¿Cómo lo haría? Tendría que decirle que fui a verte y yo... –fue bajando su voz hasta que fue un murmullo–. Tú no le habrás dicho que...
–¿Qué fuiste a verme? –Caleb sonrió despectivamente–. ¡Oh no! ¿Era un secreto? –rió.
Nina detestaba aquel tono irónico de su voz. Apenas lo soportaba, no sabía por qué había ido a su encuentro. Sí, era por Cameron, claro. Esa era la razón. No había estado pegada a la ventana por verlo pasar una vez más... no.
–No era un secreto pero... se suponía que no deberías decirle.
–¿Por qué no? Él jamás me creería que vine porque me interesa.
–Cierto –reconoció Nina–. Pero podías haberle dicho... no sé, que pasabas por aquí y...
–Si tú no me lo creíste... –Caleb le apartó un mechón de cabello de la frente.
Nina se sorprendió, pero no fue la única. Caleb lo había hecho inconscientemente y se sintió totalmente estúpido. ¡Ahí estaba la razón por la que jamás venía a menos que fuera necesario!
–Caleb, yo...
–Debo irme, estoy muy cansado –soltó en tono seco. Nina se silenció de inmediato, aturdida por los cambios de actitud de él–. Adiós.
–Adiós –contestó con levedad, intentando entender qué era lo que había sucedido. Tenía que ser ese jardín. O la acera. No había otra explicación.
¿Qué sería si no? ¿Qué él sentía algo por ella? ¡Ja! Si él no sentía nada por nadie. ¿Por ella? Dios, que gracioso era solo pensarlo.
Y era lógico que la inquietara, porque sería algo digno de ver. Caleb sintiendo algo por alguien... no. No era algo que quisiera ver. No era algo que soportaba imaginar siquiera.
Lo miró alejarse en su auto fijamente, hasta que desapareció de su vista por completo. Era tan extraño... tan inquietante. Tan... diferente.
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Si supieras
Roman d'amourNina recibe una noticia inesperada. Su mejor amigo Cameron, del que ha estado enamorada en silencio durante años, está a punto de casarse. Desesperada, recluta la ayuda de Caleb, el frío hermano mayor de Cameron, quien podría ser la clave para aleja...