Capítulo 4

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Nina escuchó que la seguían. Estaba segura de que era Cameron pero en ese instante era la última persona a quien quería ver. No podía hablarle, no sin que él adivinara lo que sentía. Quizás ya lo sabía...

–¡Nina! –Cameron la tomó del brazo para detenerla– ¿qué sucedió? ¿hice algo mal?

–No –fue la cortante respuesta de Nina–. ¿Puedes soltarme, por favor?

–¿A dónde vas? –interrogó sorprendido.

–A casa –murmuró e intentó caminar–. ¡Déjame, Cameron!

–Nina, de verdad, si dije algo que te disgustó, yo...

–¿Sabes qué sucede? –Nina clavó sus ojos castaños con dureza en él–. El problema es que tú nunca sabes nada. ¡No te enteras de nada!

Cameron arqueó las cejas con sorpresa, sin saber qué contestar a eso. No sabía de qué se estaba perdiendo, pero más valía que lo averiguara pronto.

–Yo... lo siento –susurró Cameron, atrapando con su dedo una lágrima que recorría la mejilla de Nina– no me gusta verte triste, Nina.

–Cameron... ¿por qué no me quieres? –soltó Nina con cansancio– ¿por qué? ¿Qué hay de malo en mí?

–No hay nada de malo en ti, Nina. ¿Por qué dices que no te quiero? ¿Cómo puedes pensarlo siquiera? –la abrazó y ella se alejó–. ¿Qué?

–¡No de esa forma, Cameron! –inspiró hondo y bajó la vista– yo te amo.

Cameron no podía hablar de la sorpresa. Eso no lo había visto venir. Es decir, habían sido amigos desde niños, eran los mejores amigos y se querían mucho. Pero... ¿amor?

Nina era preciosa, sin duda. Pero siempre la había visto con un cariño fraternal, inocente. No de esa manera.

¿Cómo podía decirle eso sin herirla? Él no quería perder a Nina, pero no podía jugar con ella. Le importaba demasiado para decidir que "probaría por si funcionaba". Con Nina, no. Ella era tan... dulce.

–Nina... –Cameron la miró con tristeza– sabes que te amo.

–Sé que lo haces... –susurró Nina y se apartó. Cameron le tomó de la mano y clavó sus ojos azules en ella–. Cameron, yo...

Él continuó mirándola detenidamente. Empezó a acercarse con lentitud y le puso un dedo bajo la barbilla, para que lo mirara. Nina cerró los ojos con fuerza. Cameron sonrió y empezó a cerrar el espacio entre ellos.

–Esto es un error... –murmuró a centímetros de los labios de Nina. Ella se tensó y abrió los ojos, se alejó de un solo golpe.

–Estoy de acuerdo –consiguió decir– es mejor que me vaya. Tu cita te está esperando.

Cameron giró hacia donde Nina había mirado. Sarah se encontraba de pie, en la puerta, mirándolos con rabia. Él intentó pensar en lo que había estado a punto de pasar, en lo que podría ser pero... simplemente no era.

Quería a Nina. Siempre la querría. Eran almas gemelas pero nada ni remotamente romántico le recorría la mente cuando pensaba en ella. Cariño, respeto y complicidad.

Cuando quiso decidir, no era necesario. Nina se había marchado. Y, no tenía sentido volver al baile. Ya no.

                                                                            ***

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