Capítulo 26

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–Y... Caleb llamó –comentó en tono casual Cameron. Nina siguió cerrando sobres, sin mirarlo–. De alguna manera, ya sabía que mi boda sería cancelada.

–Cameron, lo siento. Eso ha sido mi culpa –admitió Nina sonrojándose–. Ni siquiera lo pensé cuando ya...

–Lo sé. No tiene importancia –sonrió tranquilizador.

–¿Cómo lo supiste? ¡Qué tonta! Yo era la única que lo sabía.

–Sí, pero... él mismo me lo dijo.

–¿Qué te dijo?

–Pregunté si llamaba por ti y me dijo que: ¿Sinceramente? Sí. Fue extraño.

–¿Qué más te dijo?

–Pensé que no te interesaba.

–No me interesa.

–¿Y por qué lo preguntas, entonces?

–Cameron... –Nina resopló con impaciencia y cruzó los brazos.

–Nina –pronunció en idéntico tono, replicando su posición.

–No lograrás nada así.

–Ya sonreíste.

–Claro que no.

–Por supuesto que sí. Esa es una sonrisa, sin duda.

–¡Cameron! –Nina agitó los brazos en el aire con impaciencia, pero no pudo evitar sonreír. Cameron la estrechó con fuerza–. Cameron.

–Permítemelo. Pronto no podré hacerlo.

–¿De qué hablas? –frunció el ceño, confusa.

–Tú lo sabes muy bien, Nina.

–No hagas que me vuelva a enfadar contigo, Cameron.

–No es conmigo con quien estás enfadada, Nina.

–¿Ah no? –Nina volvió a cruzar los brazos con terquedad–. Entonces, ¿con quién?

–¿Por qué presiento que siempre quedaré en la mitad del campo de batalla?

–Tú estás viendo visiones, Cameron. Y unas que nunca pasarán, puedo añadir.

–Me gustaría tener la mitad de la seguridad con la que hablas, Nina.

Ella lo fulminó con la mirada y continuó cerrando los pocos sobres que quedaban abiertos. ¿Cómo es que se había vuelto tan transparente de repente? No, eso no era cierto. Cameron siempre la había conocido. Y él solo quería verla feliz, como él a ella.

–Entonces... tú crees que yo debo buscarlo.

–No exactamente –él no fue con rodeos–. Solo pienso que deberías intentar decir lo que sientes. Uno de los dos debe hacerlo.

–¿Y por qué no él?

–¿Te gustaría escuchar lo que Caleb siente antes de decir lo que tú sientes?

–Sí.

–Cobarde –retó Cameron, burlón.

–No es cierto.

–Claro que sí. ¿No dijiste que te arriesgabas?

–Sí, pero...

–Que tú eras firme en lo que querías y arriesgada y...

–¡Cameron, yo no quiero a Caleb!

–Seguro que no –sonrió, divertido.

–¿Por qué estás haciendo esto?

–No lo sé. Quizá porque tú hiciste lo mismo por mí.

–¿Qué hice? ¿Fastidiarte hasta que dejaste a Kristen?

–No. Intentar razonar por todos los medios conmigo hasta que despertara.

–Yo estoy despierta, Cameron.

–Bien, Nina. No voy a insistir. Depende de ustedes.

–¡No hay nada que decir, Cameron!

–Tu vida, tu decisión, mí querida mejor amiga.

–Algunas veces, siento que podría odiarte, Cameron.

–Pero no me odias.

–No, eres demasiado lindo. Eres demasiado mío. De alguna manera, no puedo enfadarme contigo por mucho tiempo.

–Nunca nos hemos enfadado –soltó Cameron pensativo.

–Me parece que no.

–Y no quiero que empecemos ahora –Cameron se levantó y tomó los sobres–. Gracias Nina, debo entregárselos a Kristen.

–¿Aún te habla, Cameron?

–No lo sé, no la he visto desde que le aseguré que hablaba muy en serio.

–Mmm... –Nina se levantó y salió con él–. ¿Qué harás después?

–No lo he decidido aún. ¿Quieres invitarme a una cita, Nina?

–Perdiste tu oportunidad, Cameron –contestó Nina conteniendo una sonrisa. Cameron se llevó una mano dramáticamente al corazón.

–No haces más que romper mi corazón, Nina –inspiró hondo y sonrió ampliamente–. ¿Quieres ir por un helado?

–Sí, leíste mis pensamientos.

–¿Y cuándo no lo he hecho?

–Siempre... siempre sabes qué hacer o decir.

–Solo necesito lograr que algunas veces, me escuches.

–Siempre te escucho, Cameron. Solo que no haré lo que me dices todo el tiempo.

–No he dicho que debas –él se encogió de hombros y empezaron a caminar hasta el parque cercano, donde estaba la heladería que frecuentaban desde que eran niños–. Me gusta hablar contigo, Nina. Nunca debo cuidar lo que digo.

–¡Lo sé! A mí me pasa igual –confirmó.

–Últimamente... –Cameron entrecerró los ojos–. ¿Por qué no me dices qué sucede?

–Creí que leías mis pensamientos, Cameron.

–Estás enamorada –afirmó.

–Sí.

–Estaba muy preocupado cuando empecé a notarlo, Nina. Temía que te hiciera daño, que pudieras destruirte a su lado... son tan opuestos. Pero, me equivoqué.

–Cameron –Nina acarició su rostro con suavidad.

–Te amo, Nina. Y nada, absolutamente nada, me haría más feliz que verte feliz también.

–Lo sé, yo siento lo mismo acerca de ti.

–Nina, Nina... –Cameron besó su mejilla– ¿qué sabor de helado elegirás?

–¿No compartiremos uno? ¡Cameron, pensé que habías vuelto a ser tú!

Él rió y pasó el brazo por sus hombros. Caminaron así el tramo que faltaba hasta llegar al lugar y continuaron charlando por largo tiempo.

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