Capítulo 25

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Caleb realizó el trayecto hacia el departamento en silencio. Había dejado a Caitlin en su casa y, aunque lo había invitado a pasar, él no se sentía de ánimo alguno. Lo único que quería era llegar a su habitación y recostarse en la cama. Necesitaba dormir. En la noche, no había logrado dormir nada después de hablar con Nina. Había tantas cosas que le hubiera gustado decir y, no importaba lo egoísta que hubiera sido decirlo, pero él necesitaba que lo supiera.

Ya era tiempo. Debió decirle a Nina lo que sentía por ella, no podría dejarlo atrás si no confesaba lo que durante años había guardado para sí. ¿Cuál sería su reacción?

Era evidente que no sería amor. Ella no lo amaba. Amaba a Cameron, finalmente lo había admitido. Y dolía. No era tan generoso como para alegrarse de que, después de todo, iban a estar juntos y felices. No se suponía que debía ser así. ¿Y él qué?

Sentía que en parte había sido su culpa también. Tenía que haberse arriesgado, insistir con Nina, pasar más tiempo a su lado, demostrar que podía amarla como nadie más podría.

Lo único que recordaba cada vez que cerraba los ojos era a Nina, dormida en su departamento. Aquel día había sido increíble. La había amado aún más porque se había dado cuenta que eran perfectos el uno para el otro. Era como debía ser.

Si tan solo Nina sintiera lo mismo... si hubiera una manera de que ella lo amara. Pero, no existía. En su mundo perfecto, quizá sí. En este real, no.

Necesitaba alejarse de ella, pero no sabía cómo hacerlo. Durante cuatro años había vivido en otra ciudad, escasamente la veía y esa distancia física no había sido suficiente para que su corazón dejara de latir erráticamente cada vez que ella estaba cerca, que escuchaba su nombre o que sentía su perfume en alguna mujer anónima. ¿Por qué no podía olvidarla?

No se suponía que debería amar de esa manera. Nada extraordinario había sucedido entre ellos, ni siquiera algo ordinario que hiciera posible un acercamiento diferente. No. Simplemente la había besado. Brevemente, muy levemente. Y eso era todo lo que requirió. La amó. Así de sencillo.

Se levantó de golpe y fue hasta su escritorio. Tenía algunos documentos que había postergado, un viaje de negocios que no tomaría más que un par de días. Y, podría tomarse unas vacaciones después. Le hacían falta y, tras cuatro años de no haber tomado ninguna, nadie se lo reprocharía en la empresa.

Estaba decidido. Viajaría, arreglaría el trato y se perdería por un buen tiempo. Lejos de todo. Lejos de Nina.

–Hola, Caleb. ¿Comemos hoy? –preguntó Caitlin al pasar por su oficina en la mañana. Él asintió–. Perfecto. ¿Conoces un buen lugar cerca?

– Sí, conozco uno que será perfecto –confirmó y se dirigieron a la sala de juntas.

A mediodía, Caleb y sus compañeros de trabajo se dirigieron al restaurante que quedaba cerca, pues iban a celebrar la culminación de las negociaciones. Marisa frunció el ceño cuando vio a Caitlin colgada del brazo de Caleb. Él se limitó a ignorarla.

– Veo que no soy la única que está interesada en ti.

– ¿Tienes un interés en mí, Caitlin? –se burló Caleb.

– ¿Acaso no se nota, Caleb? –ella clavó sus ojos verdes en él–. Por supuesto que tengo un interés en ti.

– Me encantaría corresponderte –contestó con sinceridad.

– Pero no me correspondes.

– No.

– ¿Crees que eso cambie... eventualmente?

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