Caleb despertó muy temprano. Verificó que su pasaporte, pasaje de avión y equipaje contuvieran lo necesario. Releyó los documentos brevemente, por última vez, antes de salir con rumbo al aeropuerto.
Debía comer algo por ahí antes de tomar el avión. Condujo con relativa calma y llegó con varias horas de anticipación a la hora de salida del vuelo. Dejó las cosas en el auto, antes de ir a buscar comida. Regresó. Sabía el lugar al que debía ir.
***
Nina entró a la oficina de Caleb inspirando hondo, intentando tomar fuerza. Esto no iba a ser fácil. De hecho, bien podría ser lo más complicado que haría en toda su vida. ¿Qué pasaba si él no admitía lo que sentía? ¿Qué tal si, en realidad, él no sentía nada?
¡No! Debía mantenerse positiva. Si hubiera existido una mínima sospecha de que él no sentía algo por ella, Cameron se lo habría dejado claro. Era su mejor amigo. Pero no, él había dicho que uno de los dos debía admitir lo que sentía.
Pero ¿él conocía a Caleb? Escasamente. ¿Ella había ido ahí porque Cameron se lo había dicho? No. Lo cierto era que ya no soportaba la incertidumbre de no saber.
Caleb había dicho que estaba enamorado, o eso creía recordar. ¿Era cierto? ¿Podía ser posible que...?
Tenía que saberlo. Lo necesitaba. Iban a hablar. Ahora.
Y, cuando la secretaria de Caleb le dijo que él no acudiría a la oficina, se inquietó. Cuando le dijo que no había anunciado cuando regresaría... ¡empezó a volverse loca!
***
Caleb no había resistido la tentación. Debía visitar una última vez aquel local antes de marcharse. Y, si lo había evitado, era por una razón muy poderosa. Nina.
Todo ahí le recordaba a Nina. Se ubicó en una mesa distinta a la que habían ocupado en las dos ocasiones previas en que habían estado juntos allí.
Intentó probar un postre diferente, pero no tenía ánimo alguno para elegir. Ordenó un soufflé de chocolate y, en cuanto se lo trajeron, notó que no estaba listo para dejarlo todo atrás.
Solo que, quizá nunca lo estaría. Y, ya que lo había decidido, simplemente lo llevaría a cabo.
Dejó el postre prácticamente intacto y ordenó la cuenta. Pagó y salió del lugar.
***
Nina sintió como una incontrolable furia la recorría antes de lograr calmarse lo suficiente para preguntar si el viaje de Caleb tenía relación a algún negocio. Aunque la secretaria la miró extrañada, asintió, sin perder oportunidad de aclarar que también se había tomado unas vacaciones, motivo por el cual no tenían certeza de su regreso.
Cerró los ojos por un momento. Si Caleb se había ido con alguien... lo mataría. Y no, no importaba que ellos no fueran amigos siquiera, él la había besado. La había llevado a su departamento, había sido el hombre más dulce, enigmático e imposible que había conocido en su vida, la había vuelto loca con sus cambios y había hecho que riera con él.
Le debía algo. No sabía qué, pero se lo debía. No la dejaría así. Caleb no.
Aprovechando que estaba cerca, caminó hasta el lugar que tanto la había fascinado. Ordenó un soufflé de chocolate, recordando que Caleb había dicho que ese postre le recordaba a ella. Miró hacia la mesa junto a la suya, alguien había pedido uno y ni siquiera lo había tocado. Era una pena, estaba delicioso.
ESTÁS LEYENDO
Si supieras
RomanceNina recibe una noticia inesperada. Su mejor amigo Cameron, del que ha estado enamorada en silencio durante años, está a punto de casarse. Desesperada, recluta la ayuda de Caleb, el frío hermano mayor de Cameron, quien podría ser la clave para aleja...