Nina sabía que esa frase solo era parte del juego que estaban siguiendo; sin embargo, no pudo apartar la emoción que aquellas dos sencillas palabras provocaron en su ser. Se estaba tornando peligrosa aquella cercanía y lo extraño era que no le importaba en lo absoluto.
–Caleb, todo fue tan repentino –se justificó Nina y pasó sus dedos por la mejilla de él–. Estaba a punto de pasar a tu oficina pero me detuve a comer algo primero.
–Qué lástima, me habría encantado que comiéramos juntos –pronunció con decepción.
–No hay problema, puedo acompañarte –ella le sonrió con dulzura–. Necesitas comer.
–No soy un niño, Nina –soltó divertido.
–Todos los hombres en algún punto del día lo son –contestó y sintió que Caleb reía levemente. Eso era totalmente sorprendente.
–Marisa, no me gustaría ser descortés contigo pero quiero pasar tiempo con Nina. A solas –Caleb habló con voz persuasiva–. Gracias por tu ofrecimiento pero ya tengo planes.
–¿Qué ofrecimiento? –Nina puso una cara de celos lo mejor que pudo, que realmente parecía muy cercano a lo que sentía en ese instante–. ¿Caleb?
–No, yo no sabía que él tenía novia –Marisa dijo con lentitud–. No habla mucho de ti.
–Lo creo –contestó Nina adelantándose a la réplica de él–. No le gusta hablar de su vida privada con cualquier persona.
Marisa abrió la boca con sorpresa y la cerró de un solo golpe. Caleb estaba sorprendido por la agudeza de Nina, definitivamente, cada vez le encontraba un nuevo sentido a estar enamorado de ella.
–Caleb, creo que debemos hacer que comas algo ahora mismo –Nina le acarició el brazo. Él la miró con una leve sonrisa–. ¿Nos acompañas, Marisa?
–No, gracias. Está claro que quieren estar solos –contestó y entre dientes soltó un par de frases nada agradables, que no llegaron a escuchar, pues Caleb y Nina se despidieron y salían del restaurante.
–¡Gracias! –pronunció con efusividad Caleb y Nina sonrió ante la inusual muestra de ánimo–. Lo haz hecho muy bien.
–Creo que lo ha creído –dijo en voz baja Nina–, ¿verdad?
–Ya lo creo –Caleb seguía emocionado–. Estaba empezando a agotar mi paciencia.
Nina notó que seguía caminando con el brazo de Caleb en sus hombros. Elevó sus ojos castaños hacia él.
–¿Por qué? –interrogó con un mohín– ¿por qué me pediste que lo hiciera?
–No lo sé –Caleb contestó confuso–. Estabas ahí y yo...
–¿Por qué pensaste en mí para fingir que salíamos? Pensé que no te agradaba.
–Yo nunca he dicho eso –protestó.
–¡Claro que sí! –Nina se pasó una mano por el cabello–. ¿Acaso no recuerdas...? –se silenció. Una alarma brilló en sus ojos castaños–. ¡Me van a matar!
–¿Qué? ¿Quién?
–¡Cameron! Debo volver al restaurante –pronunció, deteniéndose. Caleb la soltó de inmediato–. He venido con Kristen.
–¿Has venido a la ciudad con Kristen y Cameron? –Caleb habló con incredulidad.
–No, es que Cameron me ha pedido que... –Nina frunció los labios– no quiero regresar.
–Pues no regreses –se encogió de hombros Caleb.
–¿No? ¿Y a dónde iría?
–Yo tengo una ligera idea de a dónde podríamos ir –sonrió.
–¿Cómo una cita? –preguntó con desconfianza.
–No –negó con firmeza Caleb–. Como muestra de mi agradecimiento, nada más.
–Está bien –Nina miró el brazo de Caleb y deslizó suavemente su mano para tomarlo y caminar juntos–, voy contigo.
Caleb observó el enlace que los unía y sintió como las palabras empezaban a formarse en sus labios. Era tan difícil no ser capaz de decirle a Nina lo que sentía, lo que significaba ese gesto para él. Todo lo que habría querido compartir con ella.
–¿Tan malo sería tener una cita conmigo? –inquirió Caleb, sin pensarlo.
–No. Solo extraño... –susurró Nina con la mirada perdida–. ¿A dónde vamos?
–Espera, ya lo verás por ti misma.
Nina no sabía que esperar. ¿A qué clase de lugares estaría acostumbrado Caleb? ¿Por qué ella había sido invitada precisamente? ¿Acaso le agradaba? Porque con la otra mujer, ni siquiera había compartido una comida. Y, era evidente, que había sido porque él no quería.
–Caleb... –interrogó Nina y él ladeó su rostro hacia ella.
–¿Sí?
–¿Qué es lo que no te gusta de Marisa?
–¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?
–Es evidente que ella quería salir contigo, pero tú... no. ¿Por qué?
Porque no eres tú –respondió mentalmente Caleb– porque no es ella quien me gusta. Y, sobre todo, porque no es ella la mujer que amo.
–No es mi tipo –contestó en tono bajo.
–¿Y cómo es tu tipo? –Nina sonrió levemente y Caleb sintió que su corazón se aceleraba.
¿Cómo era su tipo? Pues solo debía traer un espejo o colocarla frente a una de las vitrinas que pasaban y mostrarle su reflejo. Nina era todo lo que él deseaba, lo que necesitaba y quería en la vida. Solo Nina.
–Bueno... –Caleb intentó pensar en algo que decir, pero francamente nada le venía a la mente–. Nina, yo...
–¿Si? –ella lo miró con ansiedad. Él sintió que era el momento. Había llegado.
–Hay algo que tú deberías saber... –empezó Caleb y el timbre del celular de Nina lo interrumpió.
–Lo siento –se disculpó y se apartó para contestar la llamada. Caleb inspiró hondo, después de todo, quizá no era ese el día.
–Creo que he terminado mi amistad con Kristen –Nina se acercó con una gran sonrisa–, ¿no es una pena?
–Indudablemente –Caleb esbozó una breve sonrisa–. ¿Le ha hablado a Cameron o te ha llamado personalmente?
–Personalmente. Era difícil entender su tono elevado de voz.
–Por suerte, no te dejó sorda –murmuró Caleb.
Nina rió y mantuvo una sonrisa divertida, dándole un golpe en el costado.
–No seas malvado con ella –lo reprendió pero no pudo evitar que una nueva sonrisa aflorara en su rostro–. ¡Ah! ¿qué me decías?
–Nada, no era importante –negó con rapidez–. Aquí, hemos llegado –pronunció, deteniendo a Nina frente a un gran letrero que prometía ser un sueño hecho realidad para ella.
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Si supieras
Roman d'amourNina recibe una noticia inesperada. Su mejor amigo Cameron, del que ha estado enamorada en silencio durante años, está a punto de casarse. Desesperada, recluta la ayuda de Caleb, el frío hermano mayor de Cameron, quien podría ser la clave para aleja...