Tom.

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Sabía que no debía de haberme desahogado con la familia de Tina, pero estaba completamente harto de toda la situación a mí alrededor, había sido optimista por un tiempo, pero todo eso se había acabado esta vez, no me importaba que simplemente me quedaba un día o unas horas, estaba harto de aquella situación y lo único que quería era alejarme de todas aquellas personas.

Me acosté en la arena y me lleve el brazo a la cara. Cerré los ojos escuchando el simple sonido del mar y el viento.

– ¡Victor, NO!

Escuché a la hermana de Valentina gritar. Problemas de pareja en los que definitivamente no me interesaba participar. Escuché a alguien abriendo la puerta. Levanté un poco la vista para encontrar a Eleonora, la hermana de Valentina.

– ¡Valentina, Tom y Victor están peleando! ¡Ven rápido!

¿Victor estaba peleando con Valentina? ¡Eso sí que no estaba entre mis cosas permitidas! Me puse de pie en un salto y corrí hasta la casa, empujando a Eleonora a un lado. Corrí hacia el comedor en donde Victor estaba encima de Valentina y parecía querer ahorcarla.

La mano del padre de Tina me detuvo antes de que siguiera caminando.

– ¿Qué haces?

Pregunté intentando librarme de su agarre.

– ¡No te metas Valentina!

Lo mire con furia y le di un buen pisotón utilizando todo mi peso, me soltó en un grito y a cualquiera que intentaba detenerme sufría del mismo destino que Luigi Nocera.

– ¡DISCULPATE CON MI ESPOSA!

Gruñía Victor mientras le apretaba el cuello.

–Nunca.

Decía Valentina intentando quitárselo de encima.

¿Pero qué diablos le había dicho para que se volviera loco de aquella manera?

Camine, acercándome cada vez más a ellos, lo tomé del hombro y con todas mis fuerzas lo hice que se diera la vuelta, me miro completamente desconcertado hasta que levanté mi puño y se lo estampe directamente en la nariz.

– ¡Valentina!

Gritaron casi todos al mismo tiempo que Victo caía al suelo con la nariz llena de sangre.

–¡Ouch!

Grité yo sobándome los nudillos adoloridos debido al golpe. Me acerqué hasta Valentina sobándome la mano.

– ¡Tina!

No pude evitar gritar su nombre en cuanto la vi en la mesa con un ojo completamente morado e hinchado, la nariz sangrante y el labio roto. Podía sentir la mirada de confusión de todos cuando la ayudaba a levantarse. Sentía el pecho frío y adolorido de verla así, coloqué su brazo alrededor de mi cuello.

–Mamá, lleva un botiquín de emergencias a mi cuarto.

–Pero... ¿cómo supones que...?

– ¡AHORA!

Grité sintiendo mi voz quebrarse, aún estaba molesto con ella, pero no soportaba verla de aquella manera.

– ¿Le gane?

Balbuceó ella mientras subíamos las escaleras hasta el cuarto.

–Ni de cerca.

Dije yo abriendo la puerta. La mamá de Tina llegó corriendo con el botiquín en las manos.

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora