Valentina.

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Estar pálida es muy poco, no estaba pálida cuando vi a Benedict con Tom a su lado, me había convertido en un fantasma, el color en mi cara había desaparecido por completo, ahora lucía completamente transparente, probablemente si me iluminaban un poco podría verse como funcionaba mi sistema nervioso o lo que fuese que estuviese aquí arriba.

–¡Vaya! Esto sí que es una sorpresa.

Logré pronunciar al fin, mejor dicho balbucear.

–Sí que lo es, no sabía que ustedes dos... ¿por qué no me dejas pasar para que podamos hablar?

Regresé a ver a Tom, podía ver el pánico en su mirada y si él supiera como había conocido a Benedict probablemente tendría mucho más que pánico.

–Claro, pasa. ¿Quieres una taza de té, un vaso de agua?

–Un vaso con agua no me vendría mal.

Estiré la mano para dejarlos entrar cuando vi a Tom cojeando.

–Espera ¿qué te paso?

Pregunté señalándole la rodilla raspada y comenzando a ponerme muy nerviosa.

–No es nada, estaba corriendo cuando un tipo comenzó a molestarme, pero por suerte Benedict estaba ahí.

–Espera, espera, cuéntame bien qué diablos paso.

Tom comenzó a contarme y sentí que me robaban el aire, no sabía porque me sentía así de afligida, sí después de todo Benedict lo había salvado justo a tiempo o peor aún no sabía si estaba preocupada porque aquél era mi cuerpo o por lo que había estado a punto de pasarle a Tom.

–Pero, tú estás bien ¿verdad? No te toco.

–No, ya te dije que Benedict me ayudo.

Recordé que Benedict estaba ahí y regresé a verlo, lucía bastante sorprendido y parecía reprimir una sonrisa. Quería golpearle la cara.

–Muy bien, yo iré por mi vaso de agua si no les molesta, sé en dónde está la cocina, los dejaré un momento solos.

Se puso de pie y lo observamos alejarse hasta la cocina. Me moví como si me hubiera caído un rayo y me senté a un lado de Tom.

–¿Estás seguro de que estás bien?

–Sí, sólo me raspe la rodilla, el susto, pero nada más.

Sin siquiera proponérmelo le di un fuerte abrazo que por sorpresa el correspondió. Le acaricié la espalda intentando consolarlo a pesar de que me había dicho que estaba bien.

Después de unos cuantos segundos nos separamos y yo me quedé prendada en su mirada con una sensación enorme de besarlo, porque por unos segundos aquellos ojos que veía frente a mí no eran los míos, podía ver los ojos de Tom, ahí estaba frente a mí Tom. Por unos cuantos segundos, como el flash de una cámara, vislumbre su rostro.

–Hey Tina, ¿tú crees que ya es hora?

Preguntó Tom en un murmullo. ¿Hora de qué? ¿De volver a nosotros? ¿De besarnos? ¿Es que ya le agradaba? ¿Ya me quería? ¿Ya me amaba?.... ¿Yo, lo amaba?

–Tal vez.

Salió de mi boca como una bocanada de aire.

Ambos cerramos los ojos, me acerqué a él intentando concentrarme en las grandes ganas que había en mí por pesarlo. Su mano acarició mi mejilla, sus labios apenas acariciaron los míos, pude sentir la suavidad aquellos labios con un pequeño roce.

–¡Diablos! Siento interrumpir.

Habló Benedict rompiendo la burbuja en la que nos habíamos encerrado Tom y yo.

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora