Tom.

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Repasábamos el plan una vez más en lo que yo terminaba de arreglarme.

Había aprendido a maquillarme y a peinarme, con él único consuelo de que algún día podría peinar a mis hijas.

—Bien, yo le diré a Luke que necesito vacaciones indefinidas, es muy probable que se vuelva loco, pero ya que tú eres su cliente preferido...

Pude notar la amargura ante aquél comentario, aunque esta vez decidí dejarlo pasar.

—Y yo le diré que ya que tú estás de vacaciones y yo tengo una audición me gustaría tomarme ese tiempo para prepararme.

Los dos asentimos y Valentina salió del cuarto de baño para dejarme seguir arreglando.

El departamento de Valentina era demasiado pequeño, me sentía atrapado en una pequeña jaula cada que estaba aquí, la ventaja era que ahora no me obligaba a dormir en el sofá, sino que dormíamos en la misma cama, desde mi... vergonzosa noche.

Salí del baño y ella me miro sorprendida, parecía que no podía creer que ella podía lucir así de bien.

—¿No te dará vergüenza llamar la atención en la calle?

—Ya me las arreglare.

Asintió, aunque incrédula.

—Recuerda que tienes que salir de aquí veinte minutos después de que yo salga, para que nadie sospeche nada.

Puse los ojos en blanco y asentí.

—Te escuché las primeras treinta veces.

—Bien, entonces no lo eches a perder.

—Por favor no lastimes a mi auto.

Salió del departamento riendo a carcajadas haciéndome sentir un escalofrío en la espalda.

No podía dejar de mirar el reloj, esperando poder salir también, sólo habían pasado diez minutos desde que Valentina se había ido. El teléfono comenzó a sonar de pronto, lo mire asustado, ¿debía responder? Dejé a la contestadora hacer lo suyo después de superar mis segundos de pánico.

"Valentina, levanta el teléfono, soy Eleonora, mamá quiere saber cuándo dejaras esa vida de fracasada que llevas y vendrás a casa a trabajar en la ferretería de papá, llama pronto que las llamadas son muy caras para nosotros, besos"

El mensaje estaba en un perfecto italiano que sin saber cómo comprendí a la perfección.

Aquello sí que había sido cruel. Nunca hubiese llegado a pensar que alguien pudiese hablarle de aquella manera a alguien de su familia, sentí lástima por ella y sabía que aquello no era correcto.

Miré el reloj, ya habían pasado otros veinte minutos desde que Valentina se había ido. Subí a su auto viejo y me dirigí hacia la oficina aunque aquél mensaje de hacía unos cuantos minutos no salía de mi cabeza y por una extraña razón tenía ganas de llorar cada que recordaba las palabras crueles, supuse que se debía a que después de todo este era el cuerpo de Valentina y reaccionaba de acuerdo a como lo harían aquellas palabras crueles hacia ella.

Intenté tranquilizarme mientras estacionaba el auto, imaginaba que lo último que Valentina querría sería que la vieran llorando, especialmente en su lugar de trabajo.

Las enormes puertas de vidrio se abrieron frente a mí y de repente sentí la mirada de todos sobre mí, me sentí nervioso, definitivamente no estaba preparado para una reacción como aquella, camine intentando ignorar aquellas miradas, me acerque hasta el escritorio de la pelirroja que según recordaba se llama Rose.

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora