Valentina.

2.3K 254 44
                                    

El sonido del mar fue el primer sonido que escuche antes de abrir los ojos. Sentí que el aire fresco de la brisa del mar matutino cubriéndome el cuerpo, me moví un poco para poder abrazar a Tom, pero no había rastro de él. Me senté con cierta violencia para darme cuenta de que no solamente Tom había desaparecido si no también todas nuestras cosas. ¡Lo sabía! ¡Sabía que no sería buena idea!

Salí de la tienda de campaña para ver a nuestros vecinos quienes parecían hacer el recuento de sus propios daños.

– ¡Toma!

Grité buscándolo a lo lejos, pero no había rastro de él. ¿Cómo diablos se suponía que llegaríamos a Capri ahora que se habían robado hasta mis calzoncillos?

– ¡Miren allá!

Todos regresamos a ver en busca de lo que el dedo del hombre que acababa de gritar señalaba.

–No puede ser.

Dije en un murmullo mientras veía a Tom encima de un hombre, hundiéndole la cara en la arena.

– ¡Esa chica le está pateando el trasero a uno de los ladrones!

La gente comenzó a correr hacia donde ocurría la escena y yo no dude en correr junto con todos ellos. Entre más me acercaba podía escuchar al hombre hundido en la arena gritando por ayuda en italiano.

– ¡Tom, ya basta!

Pero él no parecía escucharme, reconocía aquél rostro y no simplemente porque fuese el mío, sino porque la maldad era demasiado obvia dentro de sus ojos. Lo tomé de la cintura para quitárselo de encima, pero entre patadas y forcejeos finalmente dejó que lo quitara.

–Él es uno de los ladrones, fue el único que logré atrapar, los demás huyeron con todas nuestras cosas.

Mire al hombre que yacía en el suelo con pequeñas partes en la cabeza sin cabello debido a Tom se los había arrancado. Tenía la boca llena de arena y una cara de dolor que más que dar lástima provocaba risa.

–Alguien que vaya por la policía.

Dije intentando resistir la risa. Ayudé a Tom a ponerse de pie mientras se acomodaba el pijama todo roto.

– ¿Cómo lo hiciste?

Finalmente pregunte después de unos largos pasos hasta nuestra tienda de campaña, acompañados de aplausos de personas que habían sido testigos de tan grande hazaña heroica.

–Pues simplemente lo pateé en las bolas, y cuando cayó al suelo todo fue más sencillo.

Los dos regresamos a vernos y explotamos en una carcajada.

– ¿Qué vamos a hacer? Nos quedamos sin nada.

–Creo que deberás llamar a mi papá. Una llamada por cobrar.

Palideció de inmediato, tanto que se volvió del color blanco de la espuma del mar frente a nosotros.

– ¿Qué?

–Yo no sé cómo hablar en italiano. ¿Cómo se supone que voy a hablar con él?

– ¿Recuerdas cuando escuchaste el mensaje de Eleonora y lo entendiste a la perfección?

Me miro aunque no lucía muy convencido de lo que yo acababa de decirle.

–Intenta decirme algo en italiano, vamos inténtalo, supongo que algo de mí sigue ahí, ¿no es cierto? Anda, inténtalo.

–No, non posso.

¡Acababa de hablar en italiano!

–Oh mio Dio, ho appena parla italiano, oh Dio, ma questo è impossibile .Come è possibile?

Tú cuerpo, mi cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora