La fiesta fue en el gran y costoso salón del hotel Kristal en Barsoix. Mi madre se encargó de que todo estuviese en orden, con elegantes decoraciones que consiguió con ayuda de tres organizadoras de bodas. Según sus creencias nada tradicionales, la recepción era más importante que la ceremonia, pues era el momento en el que se agradecía a los invitados por haber asistido y llevado regalos caros para nuestro nuevo hogar. Si la decisión absoluta hubiese sido de la familia Blair se habría obviado la unión religiosa, ya que la felicidad y el éxito se lo atribuíamos a nuestras acciones y no a un plano superior. Sin embargo, los tíos de Marcela eran católicos devotos que no permitirían únicamente una boda civil sin la bendición de su dios; aunque Marcela ni sus hermanos tuviesen su religión muy arraigada debido a la turbulenta vida que tuvieron antes de la muerte de sus padres, no objetaron ante la petición de sus tutores. Así pues se llevaron a cabo ambos casamientos.
Muy adentrada la mañana del día siguiente, cuando la mayoría de los invitados canturreaban alegres por el alcohol que circulaba en sus venas, Marcela y yo tuvimos que abandonar la recepción para llegar a tiempo al aeropuerto y tomar el avión que también mi madre reservó para llevarnos a nuestro destino.
* * *
La ciudad costera de Sembert era conocida por sus exóticos paisajes, entre los cuales se encontraban las grutas de Murá, la selva de las estrellas —llamada así por la impresionante cantidad de astros que podía apreciarse desde su planicie sur—, el paseo caracol y, el lugar al que Marcela y yo nos dirigimos para nuestra luna de miel: La isla del amor. Conseguir reservación en una de los cuatro bungalós ubicados en cada uno de los puntos cardenales era casi imposible por su amplia demanda, pero utilicé la ventaja de pertenecer al legado Blair, una de las familias más importantes del estado, y obtuve la cabaña del norte para el dos de noviembre.
Un pequeño bote de motor conducido por un hombre de tez oscura nos llevó a la pulcra orilla de la isla. La arena blanca reflejaba el sol del mediodía, gaviotas graznabas mientras surcaban el despejado cielo de noviembre, y la marea lenta pero consistente chocaba sutilmente contra la orilla.
—¡Qué pasen buenas vacaciones! —dijo con gentileza luego de ayudarme a bajar las maletas de la embarcación.
—Gracias. —Le di una generosa propina por su agradable trato—. Buen viaje de regreso.
Levantó su sombrero de paja a modo de agradecimiento y sumergió sus pies en el cristalino océano para volver a subir al bote.
Marcela estaba de espaldas a mí, observando con asombro la majestuosa vegetación que se alzaba detrás del modesto pero acogedor bungaló que esperaba por nosotros con las puertas, literalmente, abiertas.
—¿Qué te parece? —pregunté detrás de ella. Tomé ambas maletas, caminé hasta su lado y dirigí la mirada hacia el lugar donde estaba la suya: una palmera de aproximadamente diez metros de altura—. Es hermoso, ¿no? —Asintió sin poder cerrar la pequeña brecha que separaba sus delicados labios—. ¿Entonces qué estamos esperando?
Caminamos a paso lento, observando hasta el más mínimo detalle de la parte norte de la isla que sería nuestra por dos semanas. La arena era lisa, sin rastros de que alguna vez alguien hubiese pisado el lugar; el color del ecosistema variaba entre el verde opaco de las hojas al naranja fosforescente de algunas flores.
El bungaló era de madera oscura y en el exterior de éste había un jacuzzi del tamaño ideal para una pareja. La pared que tenía la encantadora vista al mar consistía de cinco amplios ventanales desde los cuales se veía el interior de la cocina, el estudio y la sala.
A escasos cinco metros de que llegásemos a la entrada de la casa lancé las maletas con brusquedad a un lado, y arremetí contra mi esposa para levantarla del suelo con uno de mis brazos por debajo de sus rodillas y el otro rodeando su cintura.
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Una noche sin oscuridad [2]
RomanceAños después de que Daniel Blair descubriera el diario secreto de su antigua compañera Marcela Rivas, el amor entre ellos sigue intacto. Sin embargo, luego de la muerte del padre de Daniel, él debe hacerse responsable de los negocios familiares, car...