Orgullo y Humor (Fredansy)

De nuevo

Pansy daba vueltas en su cama con sabanas verde esmeralda, no podía conciliar el sueño, hacia algunos días que no dormía bien y esto comenzaba a fastidiarla. Ese Weasley estaba en sus pensamientos y por eso no podía dormir y cuando lo lograba entraba en sus sueños también haciéndola despertar sobresaltada y con una estúpida sonrisa en el rostro recordando el beso, bajo ese maldito muérdago.

Su rostro la perseguía y esa sonrisa de lado burlona y cálida la hacían suspirar sin querer, no, no quería sonreír por el, no debía.

Bajo a desayunar cuando la mañana llego por fin, con cara de pocos amigos por la falta de sueño.

-Pansy - saludo Draco sonriendo.

-Draco, hola.

-¿Y esa cara? ¿a caso alguien te ha molestado?.

-No, solo, no dormí bien.

Desde la puerta vio entrar a un par de pelirrojos sonriendo y bromeando ¿que no se cansaban de reír? ¿que jamas tenían un mal día?¿jamas les asfixiaba la dura realidad de ser solo... los Weasley?.

Su mirada seguía solo a uno de los dos. A Fred, sabia que era el por que era mas fuerte que el otro, se notaba en sus brazos y su pecho aun cubiertos por el suéter tejido y debía de admitir que, el que el suyo tuviera una enorme F en el medio ayudaba. Sonrió entre sus pensamientos por ese chico pobre y pelirrojo justo cuando los azules mares de Fred la encontraron, fue demasiado tarde, el la vio sonreír y sabia que era por el, su rostro se puso rojo y miro en otra dirección, la que fuera solo quería huir de su contacto visual.

-¿Que te pasa Pansy? - pregunto el rubio a su lado.

-Nada solo, pensaba.

-¿A si? ¿en que? - Draco puso toda su atención en ella dejando a sus dos trogloditas amigos hablando solos.

-Nada solo, cosas de chicas - sonrió coquetamente.

Debía de olvidarse de ese Weasley y quien mejor para hacerla olvidar un extraño suceso pasajero como aquel beso bajo el muérdago que Draco, su amor platónico desde el momento en el que lo vio en el tren.

Cierto era que Draco Malfoy había sido su mayor anhelo desde entro a ese colegio, aun recordaba perfectamente el día en el que subió al tren y lo vio allí, sentado viendo hacia la ventana, con su cabello rubio como el sol y sus ojos de plata chispeantes.

-Slytherin - dijo el niño - la mejor casa es Slytherin.

-Mi familia a pertenecido a Slytherin mucho tiempo pero, creo que yo seria mas una Ravenclaw - respondió Pansy

-Pues yo seré un Sllytherin, como mi padre y el padre de mi padre y el padre de este, asi asta remontarnos al mismo fundador.

Ella había quedado deslumbrada por Draco hasta el punto de pedirle al sombrero seleccionador que la pusiera en Slytherin solo para estar con el, sonrió ante el pensamiento.

-Draco ¿que piensas sobre el día en el que nos conocimos?.

-¿Que tendría que pensar Pansy? eramos unos niños.

-Si, solo unos niños.

-¿No te alegras de que el sombrero seleccionador te aya puesto con nosotros y no con esas ratas de biblioteca de Ravenclaw?

-Si, claro ¿y tu?.

-¿Yo? jamas tuve dudas de mi casa.

-Me refiero a mi, tonto.

-Ah, claro, claro que si, me alegra que seas una serpiente, tan venenosa como yo.

Ambos sonrieron con ternura al recordar aquel día y como su amistad había ido en aumento desde entonces.

Desde la mesa de los leones un par de ojos azules miraba aquella escena tan amena con rabia y celos.

-¿Fred? ¿Fred? te estoy hablando.

-¿Que? - soltó el pelirrojo casi en un ladrido.

-¿Que te pasa? estas muy raro últimamente - pregunto Ron.

-Nada que te importe ¿que quieres?

-Olvídalo - dijo Ron con mala cara.

-Cálmate Freddy, solo están conversando - dijo George despacio, para que solo Fred lo escuchara.

-Me saca de quicio que conversen con migo cuando estoy comiendo.

-Me refiero a "tu princesa" y al idiota de Malfoy.

-Cállate.

Fred se levanto de mal genio y camino a grandes zancadas hasta su aula de historia de la magia.

A la hora de la comida a todos les pareció raro que solo uno de los gemelos apareciera en la mesa.

-¿En donde esta Fred? - pregunto Ginny a George.

-No debe tardar - respondió el gemelo empezando a comer.

Pansy se dirigía al comedor cuando unos brazos la jalaron a un armario de escobas, se asusto aunque debía de haber sabido que solo a el se le ocurriría hacerle semejante cosa... de nuevo.