Capítulo 7

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A petición de Kate, habían comenzado la mudanza pronto para que Jim pudiese dedicar ese día a la pesca, como cada sábado. Cuando terminaron, se despidieron con algo de tristeza, pero Kate le dijo que no faltaría a su promesa y que irían a visitarle todas las semanas.

Kate miró a su alrededor y vio unas pocas cajas apiladas delante suya. No tenía muchas cosas y la mayoría de ellas se las había prestado su padre para su nueva casa. Sin embargo, ya tendría tiempo para colocar las cosas después, de momento contaba con lo imprescindible, Jim había montado la cuna de Emma antes de marcharse y Kate había montado en el salón la manta de juegos de su hija. Ya habría tiempo de ordenar las cosas cuando Emma durmiese, ahora simplemente quería pasar tiempo con ella.

Tumbó a Emma en la mantita y rápidamente la pequeña fijó su mirada en un cojín de un llamativo color rosa. Beckett lo cogió, ante la atenta mirada de su hija y se lo colocó delante de la cara.

-Aquí estoy - dijo destapándose con el cojín.

Emma comenzó a reír a carcajadas debido al juego de su madre. Cuando Kate cogió el cojín de nuevo y volvió a ponérselo delante de la cara, Emma dejó de reír, esperando de nuevo que su madre apareciese tras aquel llamativo cojín, y cuando lo hizo, volvió a reír de nuevo, provocando también la risa de Kate.

Estaba segura de que nunca había conseguido una felicidad plena, pero si a algo le podía llamar felicidad, era a estos momentos que pasaba a solas con su hija. Esos momentos en los que todo lo demás dejaba de existir y solo estaban Emma y ella, felices, sin ningún problema.

Minutos más tarde, el sonido del timbre las detuvo de su juego. Beckett, extrañada ya que no esperaba ninguna visita, cogió a su hija en brazos y fue a abrir la puerta. Antes de abrir miró por la mirilla para comprobar de quién se trataba y, al hacerlo, una extraña sensación de alegría la invadió.

-¡Rick! ¿Qué haces aquí? - dijo, al abrir la puerta.

El escritor iba vestido nuevamente de manera informal, con unos vaqueros y una camiseta de color granate. A Kate le gustaba aquel estilo, más que los trajes con los que acostumbraba a verlo en el trabajo. De pronto reparó en que Castle llevaba una mochila colgada al hombro y en ambas manos, dos botes de pintura.

-Hola - saludó él, reparando en Emma que le miraba fijamente desde los brazos de su madre.

-Oh, esta es Emma - le dijo Kate, recordando que el escritor todavía no la conocía.

-Hola Emma - dijo él, poniendo una voz infantil que de no ser porque se estaba dirigiendo a un bebé, habría sonado ridícula.

Emma se rió al escuchar el saludo del escritor y se volvió hacia su madre, apoyando su cabecita en el hombro de Kate.

-Qué simpática es, y qué guapa.

-Sí - dijo Kate, sonriendo al ver que Castle también le había caído bien a Emma - Además hoy está muy juguetona.

De pronto se dio cuenta de que todavía tenía a Rick esperando en la puerta, y con las manos ocupadas. Se hizo a un lado y le invitó a pasar. Castle entró, dejó los botes de pintura sobre el suelo y comenzó a abrir y cerrar sus manos, ejercitándolas debido al peso que había cargado.

-Verás, cuando estuve viendo la casa contigo vi que el dormitorio de Emma era de color blanco, así que he pensado que le vendría bien una capa de pintura - dijo, señalando con la cabeza los botes que había traído con él.

-Castle, no hace falta, yo... - dijo Kate, entrecortada y sin saber exactamente qué decir.

-En serio, quiero hacerlo - le cortó él - Será mi regalo por tu nueva casa.

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