Destino

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- ¿Phillip? – preguntó la chica, que no daba crédito a lo que veían sus ojos.

- ¡Rapunzel!

- ¡George! ¡Oh, Dios mío, George!

El chico bajó del caballo y corrió hacia donde había provenido la voz de su amiga. No tuvo mucha dificultad para llegar hasta ella, ya que la pequeña no dejaba de gimotear y gritar su nombre. La encontró arrodillada en el suelo, con lo que se sentía como un trozo grueso de cuerda amarrado en su espalda, totalmente fuera del alcance de la chica. Tanteando logró desamarrarla y ella lo tomó totalmente por sorpresa cuando se abalanzó sobre él en un fuerte abrazo.

- Pensé que estarías muerto – las lágrimas corrían por sus mejillas y comenzaban a resbalar por los hombros del muchacho.

- Sí, yo también.

Pero el encuentro no duró mucho porque Gothel, que ya se había recobrado del empujón, fue hasta ellos hecha una furia, apartó a Rapunzel lejos y se lanzó sobre George. El chico obviamente estaba en desventaja, pero no iba a permitir que eso lo detuviera. La lucha cuerpo a cuerpo nunca había sido su fuerte, pero aun así peleó como todo un profesional, siendo su mejor jugada el haber logrado arrojar el arma lejos de la mano a la implacable hechicera.

Rapunzel apenas se había recuperado del golpe y la caída. Se puso de pie y lo primero que vió fue al pobre Phillip relinchando y encabristado, no sabiendo qué hacer sin su amo. Corrió hacia él para apaciguarlo y fue entonces cuando divisó la pelea que estaba teniendo lugar. Gothel había logrado acorralar a George contra el suelo, y ahora usaba la magia para torturarlo y hacerlo sufrir antes de llevarlo a una muerte lenta, dolorosa y esta vez definitiva. Las lágrimas volvieron a los ojos de la chica, que en medio de su estupefacción casi no escuchó cuando su amigo le gritaba:

- ¡Rapunzel, el puñal! ¡Busca el puñal!

Volviendo en sí, Rapunzel miró hacia todas las direcciones posibles en busca de la navaja que en momentos anteriores fuese empuñada en su contra y la consiguió tirada cerca de unas rocas. Corrió hacia ella y la tomó. Era fría al tacto y se sentía pesada en su mano, de la misma manera en la que se sentía como algo atroz. Devolvió la mirada a la pelea, comprendiendo que no quedaba mucho tiempo, por lo que debía actuar de inmediato. Así que se acercó, con paso silencioso pero decidido, y aprovechando que la posición de la bruja le impediría verla, le clavó el puñal en la espalda.

En seguida Gothel quedó inmovilizada y el efecto de su magia cesó. Cayó de rodillas sobre el suelo empantanado, para luego dejar que el peso de su cuerpo terminara de desplomarse. George, que casi queda aplastado por el cuerpo inerte de la sombría mujer, se arrastró de espaldas hasta quedar fuera de su alcance. Rapunzel seguía de pie, atónita, pudiendo creer apenas lo que acababa de hacer. Miró de su mano, que todavía sostenía la daga ahora llena de sangre, al cuerpo de su madre, a George, que se pasaba el brazo por la frente para quitarse el sudor. Dejó caer el puñal y corrió hacia su amigo, envolviéndolo en sus brazos por segunda vez en la noche.

- ¡Oh, George! ¡Me alegra tanto poder volver a verte!

- Me gustaría poder decir lo mismo.

- ¿Q-qué dices? – por un momento Rapunzel pensó que la inusual respuesta de su amigo venía dada por un argumento sentimental, hasta que se fijó en sus ojos y lo dañados que estaban. Dejó escapar lo que fue una mezcla entre un grito de horror y el nombre del chico. – ¿Qué te sucedió? ¿Cómo ocurrió ésto? ¡Por todos los cielos, tenemos que hacer algo!

- Hey, tranquilízate. Voy a estar bien y... ¡Rapunzel, cuidado!

George había logrado escuchar a la bruja moverse de donde estaba, y ahora ella atacaba nuevamente con el cuchillo que, al parecer, había podido recuperar. Rapunzel se dió la vuelta justo a tiempo, y al moverse su cabello rozó a la bruja, quien con otro quejido proporcionado por la quemadura dejó caer el puñal. La chiquilla no esperó otro momento, y tomando el arma nuevamente lanzó a la mujer de espaldas al suelo, clavando esta vez el arma en su pecho. Imprimió tanta fuerza en el ataque que no solo la bruja había muerto, sino que Rapunzel había alcanzado a sentir el piso con la punta de la daga, y ahora un charco de sangre negra y espesa se esparcía entre ellos.

- George, vamos, debemos encontrar la manera de curarte – le dijo a su amigo mientras lo ayudaba a levantarse.

- ¿Pero cómo lo haremos? La ceguera no tiene cura.

- Conozco un sitio, vamos.

Con un silbido Phillip estuvo a la orden, tan presto como siempre, y en un abrir y cerrar de ojos los amigos estuvieron galopando de nuevo, como lo hacían cada noche.


Rapunzel acompañó a George mientras entraban a la vieja cabaña y lo ayudó a acomodarse en la cama de ramas secas. Una vez se seguró de que el chico estuviese cómodo, fue a buscar entre los libros del estante alguno que pudiese servirle. Luego de ojear un par consiguió una receta que, según indicaba el libro, podía curar cualquier tipo de ceguera.

La receta hablaba de un montón de implementos y plantas medicinales que Rapunzel no conocía, pero que estaba segura de que podría conseguir allí. Iba de un lado a otro como un torpedo buscando todo lo necesario, a la vez que George le suplicaba que se detuviera, que aún sin poder verla lo estaba mareando. Finalmente, Rapunzel se halló a sí misma abriendo el impoluto estante de caoba. Adentro consiguió hileras de plantas disecadas, todas debidamente identificadas y en un orden envidiable. En el fondo había lo que parecía ser una carta y en cuyo membrete estaba escrito su nombre. La chica se extrañó al encontrar una misiva dirigida a ella en ese lugar. Pero no tenía tiempo para eso, así que simplemente la guardó en uno de los bolsillos de su vestido, tomó las hierbas que necesitaba y se apresuró en preparar la receta.

Media hora más tarde, Rapunzel había mezclado todos los ingredientes en un bol de arcilla hasta preparar un bálsamo de muy mal aspecto. La receta decía que debía aplicarse sobre los ojos, cubrir con hojas de helecho y dejar reposar durante veinte minutos, así que a los amigos no les restaba más que esperar que el tiempo acabara. Una vez éste hubo concluído, Rapunzel, bastante nerviosa, retiró con cuidado las vendas de los ojos de su amigo y lo ayudó a lavarse con agua tibia.

- ¿Funcionó? – le preguntó con notable preocupación, estaba muy ansiosa por saber si sus esfuerzos habían dado resultado.

- ¡Ugh, te ves espantosa! Por favor, dime que yo sigo siendo apuesto – tras pegar in gritito de alegría, Rapunzel se entregó a los brazos de George, dándole el abrazo más fuerte de su vida.

- Lo siento, te ves igual de mal que yo. Pero no te preocupes, sigues siendo un imbécil, y eso es todo lo que me importa.


FIN


Rapunzel, Trenzas del Destino [2do lugar en el concurso "Crea Tu Mundo"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora