A partir de esa noche de tormenta en la que Gothel derribó la puerta de entrada a la torre, el cabello de Rapunzel comenzó a crecer con una rapidez descomunal. Las puntas de su cabellera, que en situaciones normales llegaba solo un poco más abajo de la línea de sus hombros, estuvo a la mitad de su espalda en un par de días, y para cuando terminó la semana ya sobrepasaba su espalda baja.
A la niña esta situación le parecía tanto extraña como divertida. Al advertir la rapidez con la que crecía su cabello comenzó a practicar diferentes peinados y decoraciones, con lo que se entretenía la mayor parte del tiempo. A Gothel ésto le había sentado sumamente aliviador. Con la nueva distracción, Rapunzel no volvió a mencionar su deseo de salir a jugar en las afueras de la torre, además de que parecía no haber notado la repentina desaparición del portón de madera.
Al cabo de un par de meses, el cabello de Rapunzel ya había alcanzado la extraordinaria longitud de seis metros, y seguía creciendo. Para la chiquilla eso no podía describirse con otra palabra que no fuese "alucinante", y se sentía tan orgullosa de su cabellera que decidió no cortarla nunca.
Cuando la floreada trenza alcanzó los 10 metros, Gothel convenció a Rapunzel de utilizarla como medio de transporte para facilitarle a ella la entrada y salida de la torre. Solo entonces tuvo que confesarle a su hija la desaparición de la puerta, aunque claro está que no mencionó nada relacionado con magia y en su lugar se lo atribuyó a la inseguridad y el peligro que corría la pequeña al estar expuesta a que cualquier extraño irrumpiera en la edificación. Las razones fueron suficientes para manipular a la pequeña, que pronto se encontraba ideando con su madre un sistema infalible que le permitiera reconocerla y brindarle el acceso que necesitaba. Después de mucha práctica el sistema estuvo perfeccionado, y a Gothel nada la hacía más feliz que saber que su plan iba marchando tal como lo requería.
El que su cabello dejara de crecer al ancanzar los 15 metros fue una verdadera decepción para Rapunzel, quien ya se había imaginado una vida de eterna cabellera. Sin embargo acabó por aceptarlo y aprendió a vivir con ello. Decidida a trabajar con lo que tenía comenzó a inventar sus propios peinados y a encontrarle usos que nunca nadie le hubiese atribuido a una trenza de cabello. Al menos podía contentarse con saber que su cabello, curiosamente, había alcanzado el tamaño perfecto para cubrir los 15 metros de piedra negra que se extendían bajo su ventana.
Con cada día que pasaba, con cada mes, con cada año, Gothel observaba a Rapunzel crecer y convertirse de una pequeñita de ojos curiosos a una niña grande e inteligente, y luego a una jovencita con sueños e ideas propias. Y también con cada día, con cada mes, con cada año, su ansiedad aumentaba. No podía dejar cuestionarse, de hacerse preguntas a las cuales ellas no tenía la respuesta. Quería saber si todo lo que estaba haciendo tendría sentido, si valdría la pena, si lo estaba haciendo bien. Y es que la hechicera siempre tuvo sus objetivos claros.
No había sido coincidencia ni tampoco un acto de caridad el que ella hubiese decidido rescatar a la nonata y dejar morir a la madre. No. Todo había sido extrictamente planeado, solo faltaba encontrar la oportunidad. Y con esa pobre mujer moribunda que llegó prácticamente arrastrándose hasta su cabaña, la oportunidad había aparecido.
Desde niña, Gothel se interesó mucho en todo lo referente a la vida y la muerte, y cuando su propia madre murió cuando ella tenía solo 7 años, lo único que deseaba la desconsolada pequeña de cabello negro y rizado era conseguir la manera de devolverle la vida a su amada progenitora. No fue sino hasta dos años después, al morir también su padre, que la niña decidió que la misión de su vida sería encontrar una cura para la muerte.
Habiendo quedado huérfana, el cuidado de Gothel lo tomó una media hermana de su fallecido padre, quien resultó ser hija de una oscura gitana que se dedicaba a la magia negra. Envuelta en ese mundo, a Gothel no le quedó otra opción que dejarse empapar por él y aprender el oficio de la brujería. Empezó siendo la asistente de su tía, y para cuando cumplió catorce años ya trabajaba por su cuenta.
Si bien el trabajo la mantenía ocupada casi todo el día, Gothel no se olvidó nunca de su misión. Utilizaba sus ratos libres para investigar en los libros que tenía su media tía en casa y leer los embrujos que ella consideraba que podían servirle. Pronto se dió cuenta de que no encontraría en ellos lo que buscaba porque en su mayoría se trataban de magia convencional. Así que comenzó una búsqueda insaciable de libros que fuesen aún más allá de su entendimiento y cuyo nivel superara a cualquier otro que hubiese leído.
Fue larga su búsqueda, y escaso su hallazgo. Hasta que un día dió con un pequeño cuaderno negro que apenas podía mantenerse entero. Por lo que leyó en la contraportada, había pertenecido a un viejo hechicero al que le gustaba experimentar con lo que otros no habían intentado, y dejarlo todo por escrito con la esperanza de que alguien pudiese continuar con su legado. El hombre había fallecido hacía unos 200 años, pero sus escrituras seguían allí, provando que no solo con magia se alcanza la inmortalidad.
No consiguió entre las páginas de aquel manuscrito un ritual que le permitiera traer de regreso a sus padres del mundo de los muertos, pero consiguió uno que le garantizaría a ella no tener que poner un pie allá. Era un ritual complicado. Iba a necesitar memorizar unos cánticos en un idioma que ella no conocía, preparar un bálsamo con plantas milenarias, algunas de las cuales ni siquiera crecían en su región; hallar un extraño medallón de plata en forma de árbol que al parecer aportaba su propio toque a la magia y, lo más crucial de todo, realizar un sacrificio humano.
"Al juntar la muerte por sacrificio con la resurrección, se garantiza la vida eterna", rezaba el manuscrito y Gothel no tenía intenciones de refutarlo. Si debía acabar con una vida para asegurar la suya, lo haría. Pero no iba a ser sencillo. No se trataba de cualquier sacrificio, debía cumplir con ciertas características. Debía sacrificarse a una jovencita de 16 años, virgen, que jamás hubiese tenido una relación amorosa con un hombre. La chica debía ser de raza caucásica: piel blanca, ojos y cabello claros. Y por último, la sacrificada debía tener alguna relación de afinidad con el practicante; podía ser un familiar, una amistad, un vecino, o cualquier otra persona que haya jugado un papel representativo en la vida de la chica.
Con todas estas indicaciones en mente, Gothel tenía una misión bastante complicada. No solo debía conseguir todos los implementos que necesitaba, sino que también estaba en la obligación de encontrar a alguien que cumpliera con todas las características señaladas en el manuscrito y que, además, no le representara una dificultad utilizarla como sacrificio.
Años de búsqueda y de espera le tomó el dar el primer paso hacia la inmortalidad. Se dijo a sí misma que la manera menos problemática de conseguir a su sacrificio sería por medio del servicio a la comunidad. Así, fue ampliando su taller de magia, al que cada semana llegaban decenas de personas buscando el alivio para sus males. Tenía la esperanza de que algún día llegara una niña o una jovencita con las características que ella necesitaba.
Así, cuando la madre de Rapunzel llegó moribunda a pedir su auxilio, ella la dejó morir con la esperanza de que la criatura fuese una niña. Incluso la pregunta que le hizo a la pobre mujer "¿el bebé o tú?" era tan capsiosa que cualquier respuesta que hubiese obtenido podría interpretarse como ella quisiera. Y fue ese día cuando todo comenzó. Había abandonado por completo la idea de resucitar a los muertos, haciendo que sus padres quedaran en el olvido. Ahora la misión de su vida era otra, y cada día vivía con el miedo de que el tiempo se le acabara. Porque cuando haces de la muerte tu enemigo, no puedes hacer más que temerle siempre.
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Rapunzel, Trenzas del Destino [2do lugar en el concurso "Crea Tu Mundo"]
FantasíaLa vida de Rapunzel gira en torno a dos grandes secretos, uno de ellos tan grande que ni ella misma lo conoce. Mientras la joven de 15 años distribuye sus días entre el aburrimiento dentro de la torre donde ha permanecido cautiva desde su nacimiento...