Capítulo 8.

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Las siguientes semanas se basaron en estar con Daniel. Seguíamos quedando con el resto del grupo, pero sobre todo se caracterizaron por la compañía de Daniel. Casi todos los viernes nos reuníamos en casa de Kurt, de Chris o en la mía, porque éramos los únicos que vivíamos solos. Nunca faltaban los enfados de Sam cuando le ganaba al póker.

-¡No puede ser! Me niego a jugar más contigo.
Yo no podía evitar reírme ante su actitud.

Trevor y Daniel nos solían acompañar a Chris y a mi hasta casa, pero los lunes, en los que Chris tenía clases de baile y Trevor tenía que trabajar, nos quedábamos Daniel y yo solos.

-¿Esta tarde no haces nada?-me preguntó llegando a la puerta de mi casa.
-Si echan Los Juegos del Hambre en la televisión es obvio que no voy a hacer nada.-dije riendo mientras habría la puerta.
-Seguro que babeas por el morenito ese, cómo se llamaba... ¿Gate?
-Gale.-le corregí.-Y en realidad no, me conformo con que me traigan el pan.

Los miércoles me venía a buscar a la librería y solíamos ir a alguna cafetería a tomarnos un chocolate caliente. En poco tiempo se convirtió en una costumbre. También compartíamos momentos de estudio intenso de Historia en su casa.

-Entonces Marx era el líder del anarquismo, ¿no?-llevaba explicándole ese tema al menos una hora.
-Que no.-puse los ojos en blanco.-Ese era Bakunin. Marx era el del Marxismo. De MARX, MARXsismo.-dije enfatizando la palabra Marx.
-Lo siento genio.-dijo riéndo, a lo que yo le dí un puñetazo cariñoso en el hombro.

Todos los sábados por la mañana le acompañaba a ver a su madre en el hospital. Iba mejorando, pero todavía no despertaba.

-... y fue entonces cuando se dio cuenta de la verdad.-terminó de leer Dan a su madre.
Nos quedamos un rato observándola cuando inesperadamente su mano se movió hasta alcanzar la de su hijo. Poco a poco abrió los ojos y dijo con voz seca:
-Daniel...
Él no pudo contener las lágrimas y salió corriendo en busca de un médico para que viese como estaba su madre.
-Cielo.-dijo su madre refiriéndose a mí.-No te alejes de él.

***

Una tarde me encontraba sola en casa. Christina tenía una cita con Sam y se había ido hace nada. Mi móvil vibró en el bolsillo de mis vaqueros.

-¿Estás en casa? -Dan.
-Sí, ¿qué pasa? -Beth.
-Anoche le dieron el alta a mi madre :) -Dan.
-¡Eso es fantástico! -Beth.
Tardó un tiempo en responder:
-Abre la puerta. -Dan.

Me levanté para abrirla y ahí estaba él. Con una sonrisa espléndida en su cara y con una cesta colgando de su mano.
-¿Qué es eso?-pregunté señalándola.
-Cosas. ¿Vienes?
-¿A dónde?
-Sorpresa.-dijo arrastrándome hacia el coche.

-¿Sabes que podría llamar a esto secuestro?
-Si te encanta.-dijo sin quitar la vista de la carretera.
-Hm lo que tú digas.
No sabía hacia dónde íbamos. Por la ventanilla solo veía como pasaban los árboles rápidamente. Ví como Daniel frenaba y dejaba aparcado el coche a un lado de la carretera.
-Pues ya hemos llegado.
-¿A dónde hemos llegado? Si aquí no hay na-da.
-Tú baja del coche.
Le hice caso y juntos avanzamos entre los árboles de la mano. Tras andar unos minutos llegamos a un claro. Era precioso. El suelo estaba cubierto de hierba y pequeñas flores de distintos colores. A lo lejos se podía ver toda la ciudad, con sus edificios bañados por la luz del atardecer.
-¿Y ahora me vas a decir lo típico de que este es el lugar a donde vienes cuando necesitas pensar?
-Bueno, eh...-dijo mientras se tocaba el cuello con la mano que no sujetaba la cesta.-En realidad busqué por Google "lugares bonitos en LA" y encontré esto.-reí fuertemente. Era por estas cosas por las que éramos amigos.
Nos sentamos en el suelo después de que Dan extendiese el mantel que traía guardado en la cesta. También sacó dos sandwiches para cada uno y un cuenco envuelto con papel de plástico que contenía fresas bañadas en chocolate.
-Oh.-dije mirando fijamente el cuenco.-Dime que ese cuenco es para mí.-rió.
-Ya te gustaría a ti.-le mire con la mala cara.
Empezamos a comer y a hablar de temas sin importancia hasta que llegó el momento del postre. Empezamos a comernos las fresas. Estaban deliciosas.
Al cabo de un tiempo solo quedaba una en el cuenco y Dan y yo nos mirábamos desafiantes. Fui más rápida que él y cogí la última fresa para después levantarme y salir corriendo por el claro.
-¡Esa fresa será mía!-gritaba Daniel detrás de mí.
-¡En tus sueños!-le respondí yo.
Aunque corría todo lo que podía, Daniel consiguió alcanzarme y, no sé como, caímos al suelo, Daniel encima de mí y por su culpa, la fresa también cayó al suelo. Daniel empezó a hacerme cosquillas.
-No... pa... para.-dije entre risas.
Casi no podía respirar. Con una mano empujé a Daniel para que parase y cayó a mi lado tumbado sobre la hierba. Me quedé mirando a la fresa que hasta hace un rato quería comer.
-Mira,-dije señalándola.-por tu culpa nos hemos quedado sin fresa.
-Bueno, pero ha sido gracioso ver como casi te ahogas.-dijo riendo.
-¿Te estás riendo de mi desgracia? Por poco muero.-le respondí dramatizando.
Nos pasamos un tiempo más allí tumbados hasta que decidimos volver a casa.

Me acompañó hasta la puerta.
-Gracias por venir. Podría decirse que ha sido un día bastante completo.
-Lo mismo digo.-le dije sonriendo.
Llevó su mano a mi mejilla y la acarició lentamente. Cerré los ojos. Su tacto hizo que un escalofío subiese por mi espalda.
Se inclino hacia mí y me dio un beso en la frente.
-Adiós, Beth.

Chris todavía no estaba en casa. Necesitaba hablar con alguien de lo que acababa de pasar. ¿Por qué me sentí de tal manera con tan solo el roce de su mano? Yo le veía como un amigo, o eso creía... No. Nosotros éramos amigos. Solo amigos.

HE DE DECIR QUE ESTE CAPÍTULO ME ENCANTÓ ESCRIBIRLO ^^ ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO, MÁS DE BETH Y DAN EL MIÉRCOLES! <3

And Their Eyes Met.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora