Día 2

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Eran las 4:00 AM del día martes y Jack se despertó soñoliento, y de lo primero que se percató aquella madrugada fue de la gran tormenta que azotaba el poblado de Blagsh, era una lluvia poderosa, fuerte, como si los dioses del olimpo se hubieran enfadado contra las esperanzas de la humanidad, no eran muy comunes las lluvias tan fuertes; Sin embargo, a Jack poco le importaba, ese día debía ir a la universidad de igual manera, lo segundo que pensó fue que a primera hora tenía la clase de Mecánica Cuántica con el Doctor Gauss, y solo en pensarlo, tuvo una desagradable sensación.

Continuando con las costumbres de la idiosincrasia general, tomo una ducha, se vistió con un pantalón negro, zapatos negros, y una camisa con una leyenda muy interesante: «S= k log w». La cual ocupaba todo su cavidad torácica y justo más abajo en palabras pequeñas el significado de la ecuación «la tendencia de moverse del orden al desorden incrementa con el paso del tiempo» y sobre aquella camisa especial que ilustraba de manera perfecta y muy concisa lo que es la segunda ley de la termodinámica, un suéter color gris, este mismo en el centro poseía la palabra que se utiliza para describir el concepto mencionado anteriormente, justo en letras mayúsculas «ENTROPIA» era algo sin precedentes, de forma concreta se podría decir que esa vestimenta no se encontraba en las tiendas de GAP, era algo muy especial que Jack había mandado a hacer; un pedido especial que ilustraba las esperanzas de este joven de infundir el conocimiento en la mente de la población mundial. Momentos después se dispuso a ingerir sus alimentos: Tostadas a la francesa con jugo de naranja, luego el protocolo de aseo, y de esa forma se preparó para ir a alimentarse del afrodisiaco pan del conocimiento, como lo llamaba él sarcásticamente.

El trayecto normal de la casa de Jack hasta la Universidad era de 10 minutos en tren, en vista de la enorme y apabullante tormenta que se abstenía de parar, decidió hacerse transportar por uno de ellos, es del conocimiento popular lo aburrido y extenuante que puede llegar a ser un viaje en tren, por lo que Jack sabía perfectamente qué hacer: tomó asiento, desenvainó sus audífonos y su reproductor de música y en su mente solo se escuchaba una melodía tan hermosa, tan dulce, tan meliflua que parecía en sí ser la voz de Dios. Y no era para menos, algunos bastante controvertidos hasta se habían atrevido a decir que el gran maestro había inspirado gran parte de sus obras escuchando a los ángeles.

Subió a todo volumen y a más no poder, el segundo movimiento del «Concierto para Piano N5 de Beethoven» cuyo movimiento bajo la frase «Adagio pocco mosso» mostraba la belleza de la música clásica que Jack tanto amaba; aquella interpretación duraba exactamente el mismo tiempo que el del trayecto hacia la Universidad por lo que sería el ocio perfecto para purificar la esencia del alma.

Una vez ya dentro de la Universidad se dirigió hacia su salón de clases en el edificio ¨D¨ que era en el cual se acomodaban las facultades de física y de matemáticas, era un lugar poco transitado por la comunidad estudiantil; puesto que es de entredicho que dichas ciencias en particular no son muy plausibles y famosas como para que un joven en plena pubertad decida estudiarlas. Ya en la facultad Jack se dirigió a su salón, el número «23» para ser más específico, abrió la puerta y para su grata sorpresa no había absolutamente nadie en el salón.

«¿Cómo es esto posible?»

Observó su reloj, un A. Lange & Söhne que había recibido en su cumpleaños pasado de su padre, percibió que faltaban 15 minutos para el inicio de la clase, por lo que se dirigió a su asiento preferido esperando de manera tediosa y ansiosa a la vez que la población estudiantil de 21 personas incluyendo al Doctor, ingresaran al salón. Durante ese tiempo de espera, Jack aprovechó para escuchar nuevamente la fantástica y maravillosa melodía de Beethoven, agachó su cabeza y se perdió de nuevo en aquel universo de sonidos exquisitos que rebotaban en su mente. Cuando levantó su rostro justo al final de la melodía, se dio cuenta que el salón estaba repleto, todos estaban menos el Doctor que acostumbraba a llegar siempre a la hora exacta; guardó su reproductor y empezó a concentrarse en lo que sería la clase.

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