Día 10 - «Retorica sobre las Cuerdas 2da. Parte»

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De una de las civilizaciones más avanzadas y científicamente influyentes del mundo se tienen descubrimientos o ideas que ahora nos muestran y explican muchas de las cosas que sabemos o entendemos. Esta gente... iluminada, digámosle así para efectos visuales, nos dio un salto muy importante en el camino de la ciencia, ya que, aunque al principio con ideas un poco imaginativas, con el tiempo y un poco de refuerzo de parte mentes sin duda excepcionales, se volvieron fuertes teorías. Fue allá por el siglo V a. C, que un individuo llamado Leucipo creía que solo había un tipo de materia, además pensaba que, si dividíamos esa materia en partes cada vez más pequeñas, acabaríamos encontrando una porción, una parte tan pequeña, tan ínfima, que no se podría seguir dividiendo. ¡Vaya forma de pensar! Un tiempo después, un discípulo suyo conocido como Demócrito, bautizó estás partes indivisibles de materia con el nombre de átomos, que en griego significa «que no se puede dividir». Fue cuando todo comenzó. Sin embargo, no se acabó allí y gracias a algunos prejuicios irracionales, la idea fue relegada a una esquina solitaria del pensamiento humano, gracias a un señor llamado Empédocles, porque él creía que la materia estaba formada por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Sí, esa no fue la mejor premisa. Pero no hay que culparlo, la sola idea de pensar en algo llamado átomo era extraña y además estaba este pequeño detalle que no se podía comprobar; vamos a admitir que la tenía difícil. Luego llegó este otro señor, muy conocido, a complicarlo todo. Su nombre te va a impresionar. Fue Aristóteles. Él negó la existencia de los átomos de Demócrito y reconoció la teoría de los cuatro elementos, y, gracias a su prestigio, aquella idea, más probable por su literalidad, se mantuvo vigente en el pensamiento de la humanidad durante un poco más de 2000 años. Demasiado tiempo, si nos preguntas Luego de todo ese lapso, en el siglo XVII, la filosofía dejó de sustentar este tipo de cosas y tras un conjunto de experimentos, algo de alquimia y un poco de ocio alguien llamado Robert Boyle realizó unos experimentos que indicaban que la materia podía estar formada por diferentes elementos individuales capaces de combinarse entre sí. Luego el concepto de «elemento químico» fue creado por Lavoisier para intentar representar esta idea. Dos siglos después este otro señor llamado John Dalton se adelantó un espacio considerable y explicó una gran cantidad de aspectos importantes como la diferencia entre átomos y moléculas. Sin embargo, las mismas preguntas siguieron todo el siglo XIX, luego vino Einstein a explicar lo que pasaba, entrado el siglo XX. Luego de eso todo cambió. El átomo que al principio no «existía», ahora era real e incluso era divisible, las puertas se abrían. Esto desde 1897, cuando otro sujeto llamado J. J. Thompson había descubierto los electrones. ¿A dónde nos lleva la historia? ¿Cuál es el punto de recordar todo el proceso? Luego de los electrones, llegaron los protones, y neutrones. Y el camino se abrió incluso más: Hoy en día, nuestros colisionadores de átomos y aceleradores de partículas nos permiten dividir al mismo átomo en electrones y núcleo, que a su vez pueden ser divididos en partículas subatómicas más pequeñas todavía. Sin embargo, la parte no agradable y triste para nuestros científicos y mentes brillantes fue que en lugar de encontrar algo sencillo y elegante, con los aceleradores se conocieron cientos de partículas con nombres extraños como neutrinos, quarks, mesones, leptones, hadrones, gluones, bosones, y la lista podría seguir. La respuesta no había de ser fácil pero ese hecho definitivamente rompió corazones, sin embargo, es aquí donde entra la teoría de las cuerdas o su más reciente versión, la teoría M. (de membrana).Sin embargo, estas son esencialmente idénticas, es lo más cercano que se tiene a la tan aclamada «teoría del todo», la teoría que unifica todas las fuerzas que rigen el universo. Einstein pasó los últimos 30 años de su vida buscando esta teoría, pero no lo consiguió. Con esta teoría no solo se podría entender el universo, desnudarlo, sino que «leer la Mente de Dios», en palabras del propio Albert Einstein. Su comprobación representaría el producto supremo de dos mil años de investigación, iniciada por nuestros amigos, los griegos hacer un par de milenios. Lo más grande jamás logrado, sin exageraciones.

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