30. Grabación

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Habían pasado tres días y medio ya

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Habían pasado tres días y medio ya. Mi apetito se hallaba perdido en el bosque de la miseria junto con mis ganas de salir de la cama. Pero he aprendido algo demasiado importante a lo largo de esta travesía.

Si alguna vez reciben el consejo de amar tanto como les sea posible mientras sean jóvenes, háganlo, pero sepan controlarse, porque siempre deja herida, y depende de cuan profunda sea, para saber cuánto tiempo tardará en cicatrizar.

Mi madre había ingresado a mi habitación al menos seis veces ya, pidiéndome que le cuente y hallemos una solución, juntas. Incluso ha llamado a mi padre, y él ha entrado aquí, mostrándose increíblemente preocupado por mi estado, pero de mi boca no han salido más que gruñidos exasperados. Lo único que necesitaba ahora, era silencio, soledad y tiempo para pensar. Pensar en mí, en mi bienestar, en lo que quiero y lo que no, en lo que hago bien y lo que hago mal. En lo que me conviene y lo que no. Y luego, para pensar en él. En lo mucho que me hacía falta su bonita sonrisa y la manera en la que hacía que el mundo se viera más brillante. Aunque claro, no necesariamente en ese orden.

Sentía un profundo agujero negro que estaba succionando mis emociones. Me sentía vacía. Insuficiente. Por más que trataba de recordar las palabras de Olivia, no podía evitar seguir pensando, que si me dejo, y no se quedó conmigo cuando más lo necesitaba, fue porque en realidad yo no significaba lo mismo para él que él para mí. Que no era suficiente.

Había una voz en el lado derecho de mi cabeza, que me rogaba que me levante, que me haga valer, que muestre que soy suficiente, y demasiado para cualquiera que intente tenerme.

Y la otra, la insegura y desolada, me sostenía con fuerza contra la almohada y susurraba a mi oído que en realidad, solo estaba intentando encontrar el lado bueno en una situación crítica que carecía de uno.

Odié las paredes pintadas de purpura que me rodeaban, y los posters y carteles que las cubrían. Odié en cobertor blanco y las sabanas negras. Odié los discos apilados cuidadosamente en los estantes. Odié las hojas y dibujos insipientes que yacían frágiles en el suelo. Odié el poderoso olor a Levi que emanaba la almohada, que aferraba fuertemente contra mi pecho, que en realidad amaba con cada fibra de mi ser, y anhelaba poder tener más que eso.

Había cometido tantos errores en mi vida, y mi orgullo no me dejaba reconocer ni uno de ellos, así que terminaba cediendo a ellos. Viviéndolos. Y ahora, no podía identificar mi error. No podía pedir perdón aunque quisiera, porque no sabía cómo ni cuantas veces lo había arruinado. Apenas recordaba las palabras que debieron haber salido de mi boca. El único recuerdo que persiste en mi mente, es el frio suelo, abrazándome en mi desdicha, las cálidas lagrimas resbalando por mis mejillas, el ardor de mis ojos, la falta de aire, el grito de impotencia, y la total inconciencia que rondaba mi ser.

Estaba demasiado ocupada culpándome a mí misma un segundo, y al resto del mundo el siguiente, que apenas me di cuenta del teléfono sonando. El dolor de cabeza persistía a pesar de que había dejado de llorar hace mucho. El dolor seguía ahí.

First Love | Levi MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora