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(Canción en multimedia: "Dream girl" de Hunter Hayes.)

40%: Harry.

En mi vida sólo había tenido dos novias anteriores. 

La primera se llamaba Jane Jules, a la cual llamaban Gigi por las dos letras iniciales. En realidad podría tener sentido para unos y no tenerlo para algunos otros pero ese no es el punto. Ella era callada y misteriosa, o era lo que me parecía porque tenía menos de ocho años, no recuerdo exactamente cuántos, pero sé que menos de ocho porque me hice novio de la siguiente chica a esa edad. Pero no nos saltemos, estaba hablando de Gigi.
Pues bien, me parecía misteriosa simplemente porque era tímida como toda niña a esa edad, y le gustaba el negro. Era extraño porque yo veía a casi todas las niñas de rosa, y yo siempre fui del típico azul para niños. Siempre me pareció feo que pusieran al azul como estereotipo para niños pero yo no tengo la culpa, siempre me ha gustado ese color y aunque además me parezca que soy poco original, así está la cosa. Otra vez voy por las ramas. Se nota que sólo quiero llegar al punto de todo esto: Beth.
La segunda se llamaba Gwen y era todo lo contrario a Gigi, dulce. Recuerdo que en la casa en la que vivía en ese entonces, mi cuarto estaba en el segundo piso, y tenía un balcón. Del otro lado, era la casa de su bisabuela, así que una vez por la ventana la vi jugando en el jardín y le dije "Hola", ella respondió de la misma manera y así nos hicimos amigos. Iba a visitar a su bisabuela cada fin de semana hasta que le pedí que fuera mi novia. No sabía ni qué significaba la palabra pero sonaba divertido.
Ella dijo que sí y la última vez que recuerdo verla fue el día en que le di un montón de pequeñas flores amarillas de mi jardín y le di un beso en la mejilla. Dejé de verla cuando su bisabuela murió y vendieron la casa.
Supongo que de Gigi recuerdo su misterio y el negro, y de Gwen lo de su bisabuela. En realidad tengo pocos recuerdos de ello porque era muy pequeño.
A lo que quiero llegar era que todavía no tenía dicho en mi mente exactamente porqué era que me gustaba Beth. ¿Por qué estaba enamorado?
Esa es la cosa, no tenía una razón para estar enamorado, simplemente lo estaba.
Si llegaba a tener una relación con ella y todo acababa, habría algo que nunca olvidaría de ella, porque hagas lo que hagas toda persona que te marca en la vida te deja al menos un pequeño recuerdo que se quedará para siempre.
Así mismo, si la relación nunca terminaba, tendríamos miles de recuerdos interminables que tener juntos.
Ahora, pueden entender que hay una parte de mí extremadamente soñadora y que me influye demasiado. Sobre todo la parte que... aprecia, a Beth.
Bueno, pues justo en ese entonces era que iba a empezar el proceso de averiguar qué pasaría con los recuerdos sobre Beth; si sería un recuerdo del hilo pasado, o sí ese hilo seguiría eternamente entretejiéndose... ya saben, "hasta que la muerte los separe."
No se asusten, en ese momento yo estaba muy feliz para pensar en eso, sólo es algo para que entiendan mi punto, por eso lo escribo. De hecho ahora que lo pienso, no se me ocurre una razón para que saliera mal algo entre nosotros en ese entonces y en esas circunstancias...
Beth me había mandado un mensaje espontáneo, totalmente inesperado, diciendo que la viera en la playa.
Mi corazón se aceleró y sentía peces nadando en mi estómago. Esperen, ew. Ese no es un buen pensamiento. Pero no iba a decir mariposas.
En fin... me temblaban las rodillas, pero tomé lo necesario y fui, tomando el transporte llegaba en media hora y fue exactamente el tiempo que ella me dio.
Iba viendo mi celular todo el tiempo pero no escuchaba ninguna notificación que llegara, así que puse música.
Así pasó el tiempo hasta que llegué.
Caminando por el muelle me preguntaba si fue ella quien tomó la iniciativa o si fue Ila quien la empujó a hacerlo, hasta que un carraspeo interrumpió mis pensamientos por debajo del puente.
Era ella, y se veía hermosa cuando me asomé, con líneas de luz y sombras sobre ella, y la brisa moviendo su cabello y su vestido rojo. El vestido largo y suelto, no ceñido, hacía el balance con su escote. La sangre subió a mi cabeza y tragué fuerte para después dar pasos temblorosos de vuelta a la arena y dirigirme hacia ella. Finalmente llegué junto a ella y no dejé de ver su perfil, así como ella no dejó de ver la puesta de sol.
—Quítate los zapatos —dijo sin mirarme. Me pareció extraña su petición pero obedecí. —Esto no tiene que ser precisamente una cita. ¿Por qué no simplemente hacer las cosas que nos gustan hacer en compañía del otro? No tenemos que llamarle cita. ¿Por qué tenemos que tener siempre un nombre para todo? Nos cuestionamos demasiadas cosas y perdemos de vista la verdad de que las cosas simplemente son.
Ahí es cuando vi que ese podría ser un recuerdo, de muchos o de pocos. La manera en que sentí esa sensación —fuera cual fuera— que me llenaba, sintiéndome aliviado de que la persona de la que me había enamorado no me vería con extrañeza por lo rara que era mí... profundidad. Ella era tan profunda como yo, así que yo podría llenarla a ella, y ella a mí. Pero eso no podía saberlo aún. Otra cosa era, precisamente, su bello perfil, junto con la luz que lo contrastaba, y toda esa escena.
—¿...vienes? —dijo, pero no escuché por completo por estar sumido en mis pensamientos—. No me estabas escuchando, ¿cierto? —negué y ella rio suavemente—. Dije que me gusta sentir la arena y el agua bailando en mis pies, y como esta hace que la arena se moldee a ellos. Por eso me pongo en la orilla, ven conmigo, quiero que lo sientas —me dio la mano; yo la tomé, y ella me jaló hasta que quedé a su lado y así me mostró. Ciertamente a mí también me gustaba.
Claro que no fue lo único que hicimos, también nadamos y nos aventamos del muelle y demás. Me sentí muy incómodo sin camisa y con ella en traje de baño, pero disfruté.
Llegué a casa con una gran sonrisa pintada en mi rostro. Me recargué en la puerta para cerrarla y cerré los ojos, rememorando cada momento.
—¿Cómo te fue?
Abrí los ojos de golpe y tragué saliva, mi padre me miraba desde la puerta de su oficina.
—Bien, gracias.
—Se nota. —Me devolvió la sonrisa.
—¿La besaste?
Abrí los ojos más de lo normal y lo penetré con la mirada, incómodo. —¡Papá!
—¡¿Qué!? ¿Qué tiene de malo decirle a tu padre? ¿Lo hiciste o no? Sólo dime. —Rió y me miró con los ojos entornados y una sonrisa de padre.
—N-no, papá, no lo hice. Es... muy pronto, supongo. ¿Por qué todos parecen esperar que la bese, de todas formas? —quise evadirlo y me dirigí a mi cuarto, pero tenía que pasar junto a él.
—Ya vendrá el tiempo y entonces me dirás. Vamos, tu padre tiene que saber sobre tu primer beso —dijo sacudiendo mi cabello al pasar; yo me giré, quité su mano y me quejé.
—Soy muy grande para que... m-me sacudas la cabeza, papá.
—También para no haber dado tu primer beso ya... Pero no, espera, es mejor así; olvida lo que dije. No la beses todavía.
Yo simplemente no pude evitar reír y así se unió a mí, riéndonos sólo por la manera en que nos reíamos, como una cadena; tanto que las gemelas salieron de sus habitaciones para preguntar por el alboroto.

Déjame soñar (#Wattys2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora