Capítulo V

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Narra Cara

Subí rápido los peldaños de las escaleras blancas, agarrada a la barandilla negra para no caerme y tomar impulso. Llegué al segundo piso y recorrí el pasillo, muy colorido, por todos los trabajos que decoraban las blancas paredes. Puse la mano sobre el pomo de la puerta y tire hacia abajo. La puerta estaba cerrada.

-Genial -susurré para mi.

Bajé lo más rápido que pude las escaleras hasta el primer piso, corrí hasta la sala de profesores, rogando porque hubiera alguien que pudiera prestarme las llaves para abrir el aula donde se encontraba mi flauta.

Al llegar a la sala piqué y esperé a que alguna voz desde dentro me diera permiso para pasar.

-Adelante -oi una voz masculina al otro lado de la puerta.

Abrí la puerta y entré.

-Buenos días...

-Buenas tardes -me corrigió la profesora de lengua. Esta estaba loca, se reía sola y se iba mucho por las ramas. En cada clase nos contaba una parte de su vida. Podríamos hacer hasta una telenovela. Pero aún así era muy buena persona.

-¿Me podría dejar las llaves? Se me ha olvidado mi instrumento y ahora tengo un pequeño concierto -le expliqué.

-Claro -me respondió con una agradable sonrisa.

-Tranquila Mari Luz, voy yo a abrir a esta alumna. Yo también iba a ir a ese pequeño concierto. Así Cara me podrá contar curiosidades sobre su flauta travesera -se prestó Harry, mi profesor de historia.

-Por supuesto -contesté. Una parte de mi se preguntaba como sabía que instrumento tocaba, no lo había dicho.

Subimos las escaleras tranquilamente, yo le iba explicando cosas sobre la flauta y el tenía cara de que le interesaba.

Al llegar delante de la clase metió la llave en la cerradura giró dos veces y la puerta se abrió. A partir de ese momento las cosas fueron muy rápidas. Trote hasta mi pupitre. Cogí la flauta. Harry en la puerta. Los cristales volando por la clase y dos personas que entraban por la ventana.

Me escondí detrás de una mesa volcada y me quede allí. Ví dos figuras luchando.

Una tenía la figura de un chico de una estatura normal, con el pelo rizado, lo veía de espaldas. Sostenía en su mano derecha un objeto,espera no era un objeto, era fuego. En la izquierda llevaba una especie de bomba.

La figura que quedaba de cara a mi me resultaba muy familiar. Llevaba un moño, un delantal y la redecilla de la cocinera. Pero tenía el cuerpo deformado.

Es lo último que recuerdo antes de que una silla, creo percibir, choque contra mi.

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~Se despiden las doncellas literarias.~

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