03.- Earth

3.1K 473 201
                                    


—Escuché por ahí que alguien fue adelantado un año — mi madre cambió de tema ante la plática de la señora Fisher, quien solo sonreía a más no poder. Los tres miramos a mi lado donde nos encontramos a un chico de ojos azules que jugaba a poner la cuchara en su nariz.

—La escuela es demasiado fácil — pronunció él. Ellas rieron y yo solo le di un golpe a la cuchara de plata en su nariz y ésta cayó sobre su comida instantáneamente —. Quiero postre.

—No hasta que te termines eso — le señaló su madre, sonrió y después me miró a mí —. Ezra —llamó.

—Júpiter — corrigió una voz.

—¿No has pensado en entrar a una orquesta? — ignoró lo que su hijo dijo como un reflejo —. Trece años y tocas tres instrumentos casi a la perfección, ¿No deberías sacarle provecho y relacionarte con más músicos? Digo, Matt conoce a varias personas que podrían ayudarte con una beca para estudiar música, me lo comentó hace unos días — tomó su vaso de cristal y bebió esperando mi respuesta.

Yo lo quería, anhelaba algo así.

Observé a mi madre quien solo me dio una sonrisa sin muchos ánimos indicándome lo que debía decir. Le dediqué la misma sonrisa a la señora Fisher rápidamente.

—La música solo es mi pasatiempo, no quiero dedicarme a ella — mentí —. Gracias.

—Oh, ¿en verdad? — pronunció sin creerlo.

—El padre de Ezra es contador, y probablemente siga sus pasos — mamá intentó ayudar cuando vio que no sabía qué decir. A ella no le importaba que fuera lo que yo quisiera, pero a papá si, y como siempre, él tenía la última palabra.

—Suena bien — dijo aun no convencida —. ¿Y qué me dices del colegio? ¿Hay alguna niña que te guste? —bromeó intentando quitar la tensión. La madre de Louis era encanto por todos lados.

—No — respondí antes de que mis mejillas se pusieran rojas. Ambas rieron y escuché a Louis piquetear mi pierna repetidas veces. Levanté las cejas ante su llamado,

—Mamá me hizo esa pregunta el otro día, no supe qué responder — susurró.

—¿Cómo? — dije en voz alta.

—¿Qué debo sentir cuando alguien me gusta? — preguntó más claro y alto —. Yo no sé.

—Ah — tosí un poco a propósito, miré a las mujeres frente a nosotros por ayuda.

—Es cuando... — comenzó su madre.

—Cuando ves a alguien y sientes algo más allá de una amistad — intentó mamá —, quieres tomar su mano, quizá un beso en la mejilla, abrazarlo siempre y sientes que lo quieres... —pensó en cómo decírselo — así como quieres a tu peluche favorito — intentó.

—No me gustan los peluches — dijo —. ¿Podría ser como a mi planeta favorito?

—Mmh, si, ¿por qué no? — rió nerviosa.

—Oh — frunció sus cejas analizando, respiró hondo y después me miró a mí —. Mamá — llamó —, Ezra me gusta —confesó con seguridad.

Nos quedamos en silencio, sus palabras habían sido directas y sin rodeos. Los tres nos miramos sin poder articular palabra alguna esperando a que él dijera que fue una broma, pero sabíamos que Louis no solía bromear.

—No, amor — habló Dianna—. Ezra no puede gustarte, no entendiste.

—Sí, si lo hice, ¿por qué no?

—Es un niño, tú eres un niño, debe gustarte una niña — aclaró.

—¿Y no puede gustarme por eso?

—Así es — participó mi madre al fin.

—Oh — jugó con sus manos —. ¿Yo no te gusto porque soy un niño? — me preguntó después. Sus ojos parecían hacerse más grandes en cuanto su mirada se posó en la mía, frunció sus labios y sin parpadear esperaba mi respuesta.

Dudé.

No sabía qué hacer, de mi boca no salía nada y solo me dediqué a sonreír con pena, bajé mi mirada y me volteé de regreso al plato de comida frente a mí.

—Se la han pasado mintiendo toda la cena, ¿por qué creerles? — dijo por último. Colocó sus manos en la mesa y se impulsó hacia atrás, bajó de la silla y sin despedirse salió del comedor.

—Louis — su madre le habló con autoridad pero al parecer no le importó —. ¡Louis! — gritó ésta vez pero él no regresó —. Lo lamento tanto — dejó su servilleta dispuesta a ponerse de pie pero yo lo hice primero y fui tras él.

Busqué entre los pasillos de la casa que ya me sabía de memoria. Me pregunté qué estaría haciendo si fuera Louis y si estuviera enojado. Decidido fui a la estancia, una de las puertas estaba entre abierta y cuando me asomé pude apreciar como su rostro estaba iluminado gracias a la luz de la enorme ventana del salón. Su cabeza estaba sobre sus brazos recargados en la mesa justo al lado del sofá más grande. Observaba la pecera que le había regalado en su cumpleaños pasado y a los dos peces dentro. Lentamente me acerqué pero él ni siquiera se inmutó.

—¿Estás enojado?

—¿Por qué? — frunció sus cejas, golpeó el vidrio repetidas veces y sonrió —. Mentiste sobre una de las cosas que más amas, ¿por qué no mentirías sobre mí? — volteó. Su mirada se cruzó con la mía nuevamente y después una sincera sonrisa se asomó por sus labios.

—Desde que te adelantaron en la escuela te crees un cerebrito — me crucé de brazos divertido. Él solo se encogió de hombros.

—¿Te puedo decir un secreto?

—Siempre lo haces — me senté sobre la alfombra frente a la pecera, Louis me vió hacerlo y me imitó sin dejar de verla, levantó sus brazos para tomarla y la puso frente a nosotros.

—No me gusta la Tierra — susurró como si alguien nos espiara.

—¿Por qué? — susurré también. Parpadeó repetidamente y me miró.

—No me gustan los humanos — dijo.

Vimos a los peces nadar en círculos por varios segundos, iban uno tras el otro, hasta que después decidí hablar.

—Yo soy un humano.

—No — sonrió sin dejar de verlos—. Tú eres Júpiter.

Fue una tarde del otoño del noventa y seis.


»Júpiter«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora